Ayer se dio a conocer el desenlace de la transacción que, tal vez, será este año la más sonada en el mercado mediático ruso. La casa editora Kommersant, otrora perteneciente al magnate prófugo Boris Berezovsky, pasará a las manos del multimillonario Alisher Usmanov, copropietario de grandes plantas siderúrgicas. Los observadores dan a entender que el empresario actúa en beneficio de Gazprom y que la transacción le conviene al Kremlin.
Usmanov había construido su fuerte imperio siderúrgico compaginando esta tarea con el trabajo en Gazprominvestholding, subsidiaria que se encarga de gestionar los activos de Gazprom fuera de la industria del gas.
La adquisición de Kommersant, incluidos las revistas, periódicos e inmuebles que pertenecen a la casa editora, le costó a Usmanov alrededor de US$200 millones, precio que los expertos califican como equitativo. Algunos expertos sugieren que el nuevo propietario lo hizo en beneficio de Gazprom cuya división mediática, Gazprom-media, no tenía en ese momento recursos disponibles ni podía realizar la compra a través de Gazprombank, por una serie de restricciones relativas al importe de la transacción. Se supone que, como mínimo, Usmanov va a considerar los intereses del monopolio gasífero, con el que colabora desde la década del 90 manteniendo una relación positiva con la cúpula de esa empresa.
La pasividad de Gazprom-media en esa transacción es atribuible también al deseo de no vincular un influyente periódico independiente, como Kommersant, con el Estado. Es muy probable que la compra haya sido acordada con el Kremlin y, obviamente, resulta beneficiosa para él.
