La liberación de dos pescadores nipones que Rusia retenía desde el 16 de agosto, por haber realizado captura furtiva cerca de las islas Kuriles, fue una sorpresa porque, la víspera de su extradición, 39 pesqueros japoneses habían entrado ostentosamente en las aguas territoriales de Rusia, en la misma zona. Semejante escalada de tensión marítima, en opinión de un experto, se explica por los fracasos que Japón había sufrido en la parte continental de Rusia.
Desde la época de Yeltsin y Hashimoto, ambas partes preferían mantener el contencioso territorial de las Kuriles fuera de la luz pública y debatirlo tranquilamente en los pasillos diplomáticos, recuerda Alexander Sobianin, jefe del servicio de planificación estratégica en la Asociación rusa para la cooperación fronteriza. Para no exacerbar el litigio, Rusia incluso se hacía la vista gorda ante la exportación ilegal de mariscos.
Sobianin atribuye la reciente violación de esas reglas tácitas por parte de Japón al hecho de que Rusia obstruye las inversiones niponas en los sectores del petróleo, el gas y el carbón. A diferencia de la industria automotriz rusa, en la cual se están desarrollando con éxito varios proyectos con participación de capital nipón, a los japoneses les frenan en lo que más les interesa: invertir en el desarrollo de yacimientos en la Siberia del Este y el Extremo Oriente de Rusia. ‘Es que no falta la gente dispuesta a hacer inversiones en ese sector, aparte de los japoneses quienes no han firmado hasta la fecha un tratado de paz con Rusia' - explica Sobianin, dando a entender que la parte nipona ha montado la reciente provocación con el objetivo de presionar sobre la cancillería rusa y aprovechar la amenaza de un deterioro de las relaciones para que los diplomáticos obliguen a otros departamentos a mantener una actitud más leal con respecto a los posibles proyectos conjuntos en el sector primario.
El viceministro de Agricultura ruso Vladímir Izmailov, quien supervisa la industria pesquera, no está de acuerdo con tal hipótesis. Este funcionario cree que a Japón no le interesa agravar las relaciones con Rusia en materia de pesca, puesto que los pescadores nipones se benefician de privilegios notables a la hora de realizar la captura en la zona económica rusa y no aceptarán una escalada del conflicto.
