En un reciente encuentro con varios politólogos occidentales, miembros del Club de Discusión Valday, el presidente Vladímir Putin ha hecho una declaración sensacional, de que las naciones asiáticas pasarán a representar un 30% en la estructura de las exportaciones rusas de hidrocarburos dentro de diez o quince años.
El economista Vladislav Inozemtsev, director del Centro de estudios sobre la sociedad postindustrial, afirma que la promesa del mandatario ruso es inviable.
El pasado año, Rusia vendió en el exterior 242 millones de toneladas del crudo y 186.000 millones de metros cúbicos del gas natural. A China y Japón les corresponde un 3% de esas exportaciones: 15 y 2,5 millones de toneladas del petróleo, respectivamente. Para lograr un nivel del 30%, sería necesario transportar hacia el Este, como mínimo, una cantidad anual de 60 millones de toneladas del crudo y 65 mil millones de metros cúbicos del gas, tarea que no es factible en plano técnico y cuestionable desde el punto de vista económico.
En primer lugar, porque más del 90% de las reservas exploradas del petróleo nacional se encuentran en el oeste de Siberia y en la zona europea de Rusia. Los cuatro yacimientos principales de la Siberia Oriental tienen reservas calculadas en torno a 500-600 millones de toneladas y no podrán producir más de 40 millones de toneladas anuales en 2015, según las estimaciones del Instituto de política energética. Cuando se hayan puesto en marcha los proyectos Sakhalin-1 y Sakhalin-2, habrá obviamente una redistribución de los suministros, pero el petróleo y el gas procedentes de esta zona han sido precontratados ya en un 70-80%.
En segundo término, existen algunos problemas de organización. La exportación de hidrocarburos en Rusia suele percibirse ante todo en un contexto político, por lo cual esa asignatura se reserva a las empresas públicas, las cuales son poco eficaces, mientras que todas las iniciativas privadas se ven bloqueadas como ha pasado, por ejemplo, en el caso de Yukos, que sugería construir una tubería hacia Dazin, o con la propuesta de tender un oleoducto desde Siberia Occidental a Murmansk, defendida por Lukoil, Sibneft, TNK y Yukos.
De esta manera, la cantidad máxima que Rusia podría destinar para los mercados asiáticos en 2020 es de 40 millones de toneladas del crudo y 30 ó 40 mil millones de metros cúbicos del gas natural, o sea, un 15% del volumen total de la exportación.
Y encima, el rendimiento económico de este plan parece cuestionable: se trata de proyectos orientados al desarrollo de una red de tuberías que deja al productor vinculado a ciertos mercados de venta, reduce la flexibilidad de los suministros y permite a los clientes dictar los precios.
