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RUSIA: VODKA, MATRIOSHKA, BALALAICA... Y AHORA, TAMBIÉN POLONIO. ROSSIYSKAYA GACETA

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Todo parece indicar que la tríada ‘vodka-matrioshka-balalaica', dominante muchas veces en las reflexiones de un extranjero sobre Rusia, va a incorporar ahora un elemento más, el polonio, por poco adecuada que sea la mezcla resultante, constata Vitaly Ivanov, subdirector del Centro ruso de coyuntura política.

 

Los rusos deberían agradecer esta circunstancia a la prensa occidental, que pasa por ser la más objetiva y la mejor informada. Articulando el descontento de las élites locales con la Rusia contemporánea, con sus ambiciones crecidas y su aspiración de autonomía máxima y lugar propio a escala global, los medios de comunicación occidentales se han lanzado con avidez hacia el historial clínico y la muerte del ex oficial de seguridad Alexander Litvinenko. El pobre no acababa de fallecer aún pero la prensa ya indicaba a los asesinos. La única discusión que tiene cabida al respecto es entre los que incriminan dicha muerte directamente a Putin y aquellos que responsabilizan a la ‘guardia pretoriana cerca de su trono'. Una vez publicada la noticia de que Litvinenko había sido envenenado con polonio 210, empezó un verdadero pandemónium. ¡Los ‘asesinos del Kremlin' llevan a Europa el temible isótopo radiactivo para contaminarlo todo! ¡Qué barbaridad! ¡Ni siquiera Sadam o Bin Laden se habían atrevido a tanto!

Muy pocos se interesan por las pruebas reales que han sido descubiertas por los detectives de Scotland Yard. Tampoco quieren saber, si lo ocurrido ha sido un asesinato efectivamente. Todo parece más claro que el agua. Entonces ¿por qué no se oyen comentarios por parte del Gobierno británico y se admite que la Fiscalía, a la cual se ha traspasado ya la carpeta con los materiales de la investigación policial, no va a presentar probablemente ninguna acusación? Si no hay evidencias sólidas, es comprensible por qué las autoridades guardan mutismo o se limitan a filtrar información anónima. Ya se sabe que la prensa no responde por nada.

La histeria puede propagarse con la misma facilidad que el polonio, sobre todo, cuando se fomenta constantemente. Resulta muy emblemático en este sentido el caso del suizo Luzius Wildhaber, ex presidente del Tribunal Europeo para los Derechos Humanos. El señor realizó una visita a Rusia en octubre pasado y, a su regreso, se sintió mal. Los médicos descubrieron que Wildhaber tenía sepsis causada por estafilococo, lo sometieron a un curso de tratamiento y lo curaron. Transcurrieron varias semanas y el antiguo juez, sobreexcitado por tanto alboroto en torno al ‘caso Litvinenko', decidió entretener a la prensa con el cuento de que a él también habían intentado envenenarle, supuestamente, en plan de venganza por los veredictos que había emitido en relación con Rusia. Ya no quedan papeles con los resultados de aquellos análisis; los médicos confiesan haber descubierto únicamente estafilococo; y el propio Wildhaber tampoco quiere presentar una denuncia ante la Policía. Se da cuenta de que no tendría sentido alguno. Pero sí se ha armado todo un escándalo.

Tal y como van las cosas, cualquier funcionario de cierto nivel que se sienta mal del estómago después de haber visitado Rusia o comido con algunos rusos, va a fastidiar luego a los médicos con las exigencias de que hallen en su organismo rastros de polonio, ricina o, cuando menos, dioxina.

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