La decisión de EE.UU. de crear el tercer sector de su defensa antibalística (ABM) en Europa marca una nueva etapa en la carrera armamentista a escala mundial.
Como es sabido, EE.UU. decidió emplazar un potente radar en la República Checa y diez antimisiles en silos, en Polonia. El jueves pasado, Vladimir Putin manifestó que Rusia adoptaría "medidas de respuesta asimétricas y sumamente eficaces". Ya ahora disponemos de un magnífico sistema de defensa antibalística y de armamentos capaces de penetrar sistemas de defensa antibalística", dijo el primer mandatario, refiriéndose antes que nada al nuevo misil Topol-M. Pronto Rusia dispondrá de armas de nueva generación que podrán burlar cualesquiera sistemas de defensa antibalística, tanto actuales como futuros.
La esencia de estas nuevas armas consiste en que el actual sistema ABM norteamericano está calculado para batir misiles balísticos, es decir, vehículos que siguen una trayectoria previamente asignada, mientras la nueva arma rusa tendrá velocidad hipersónica, pudiendo cambiar drásticamente la altura y el vector del vuelo. Esta arma, basada en los nuevos principios, puede portar armas nucleares, reduciendo a cero la necesidad de la defensa antibalística norteamericana. Al comentar los planes de EE.UU. de estacionar en Europa del Este elementos del sistema ABM, el Comandante de la Fuerza Aérea de Rusia, Vladimir Mijailov, manifestó que no es otra cosa que derroche de dinero. Así las cosas, ¿para qué lo hace Washington?
Existen varias respuestas a este interrogante. Primero, los primeros diez vehículos no serán los últimos. Puede tratarse tan sólo del comienzo de creación de un multiescalonado sistema ABM en Europa que sería reforzado no sólo a costa de nuevos elementos con bases en mar y espacio, sino también a costa de nuevas bases en otros países. Según algunos datos, esperan su turno Hungría y Eslovenia. Posteriormente, los elementos del sistema ABM de EE.UU. seguirían proliferándose hasta alcanzar Asia-Pacífico. No puede descartarse que Washington abrigue los designios de colocar semejantes complejos (radar-misiles) por todo el perímetro del territorio ruso.
Segundo, en vez de antimisiles, en los silos de Polonia, tras algunos reajustes técnicos, podrían instalarse misiles balísticos de ataque, en minutos contados capaces de alcanzar el territorio de Rusia.
Tercero, el emplazamiento de elementos de la defensa antibalística norteamericana en Europa invalidaría la planeada creación del sistema europeo de defensa antibalística táctica (del teatro de operaciones). Washington ya les propuso a los europeos crear juntos el sistema ABM, lo que quedó refrendado en el correspondiente acuerdo suscrito en octubre pasado en Riga en la cumbre de la Alianza Noratlántica. Cabe indicar que EE.UU. ni siquiera prestan atención a la diferencia de enfoques: los norteamericanos pretenden protegerse contra los misiles balísticos intercontinentales; los europeos, contra los de crucero y alcance medio.
A decir verdad, existe otra hipótesis, muy sencilla y que deja sin efecto los demás pronósticos. Según opina el general Vladimir Shamanov, asesor del ministro de Defensa de Rusia, "se trata de un puro bluff, mediante el cual Washington pretende tantear la reacción de los dirigentes de Rusia". Algo parecido ocurrió con la Iniciativa de Defensa Estratégica cuando los dirigentes soviéticos dieron crédito a unos cuentos hueros, sumergiendo el país en la vorágine de colosales dispendios militares. Es cierto, de otro lado, que el Buró Político no disponía de armas basadas en nuevos principios físicos.
