El problema de Kosovo llegará a ser, según parece, la piedra de obstáculo en las relaciones que mantienen Rusia y Occidente. En el mundo occidental muchos creen que después de la guerra de los Balcanes desencadenada en 1999 por la OTAN, Rusia ya no puede tener intereses geopolíticos en esa zona.
Particularmente se cree que Rusia, en realidad, no defiende los intereses de Serbia sino que está negociando los conflictos étnicos y territoriales congelados en el espacio postsoviético.
Hasta ahora casi nadie ha prestado atención a las advertencias de Rusia de que el 'precedente de Kosovo' podría ser aprovechado a la hora de solucionar conflictos en otros lugares. Las declaraciones de Vladimir Putin en Munich han hecho bajar de las nubes a muchos políticos occidentales. El presidente ruso ha establecido una nueva 'línea roja' que Occidente no debe cruzar si no quiere enfadar al Kremlin y provocar su violenta reacción.
La Unión Europea ha estado pensando que podría dedicarse por sí sola a mantener la paz en el espacio postsoviético; incluso, que podría empezar a solucionar los conflictos étnicos en Abjasia, Osetia del Sur, Alto Karabaj y Transnistria. Puede ser que en EE UU alguien pensaba lanzar operaciones de paz en Georgia y en Transnistria con ayuda de la OTAN.
Pero parece que la geopolítica ya va cambiando en Europa. En primer término porque está presente el factor del petróleo y gas. La Unión Europea siente como nunca su dependencia energética de Rusia. Los estrategas europeos preferirán abstenerse de obrar a su antojo en el espacio postsoviético si quieren estables suministros del petróleo y gas. Es probable que Occidente se haga con la suya y Kosovo obtenga la independencia. Pero Rusia ganará tiempo para resolver en interés propio los conflictos étnicos y territoriales en el espacio postsoviético.
