La Rusia de hoy manifiesta un rechazo difícil de comprender hacia el proyecto europeísta, constata Vladímir Inozémtsev, director del Centro ruso de estudios sobre la sociedad postindustrial.
Los rusos miran a Europa con benevolencia mucho mayor que a EEUU o China, compran gustosamente productos hechos en la UE e interpretan el adjetivo "europeo" como virtual indicador de una calidad de vida superior. Al mismo tiempo, la imagen de Europa que prevalece en su conciencia es la de una asociación económicamente débil y políticamente inerte de países que preservan muy pocos atributos de soberanía nacional.
Dicha impresión, hasta cierto grado, se explica por la peculiar visión del mundo que tienen los rusos. Sienten nostalgia de la URSS y les cuesta trabajo asumir el éxito de la integración europea.
Por mucho que Rusia aspire al rango de superpotencia energética, le corresponde a escala global sólo el 2,4% de la población, el 2% del PIB y el 2,5% de la exportación. Por tanto, difícilmente podrá ser un centro autónomo de atracción. Al revés: está metida entre dos polos que han surgido tras el colapso de la Unión Soviética. Al oeste de Rusia está la Europa unida, con 493 millones de habitantes, un PIB regional de 14,3 billones de dólares y unas exportaciones que representan el 16,2% del volumen global. En el este se encuentra China, con una población de 1.300 millones, un PIB de 2,9 billones de dólares y un peso del 8,3% en las exportaciones globales. Hay que ser ciego para no ver la deriva de las antiguas repúblicas soviéticas hacia la UE (países del Báltico, Ucrania, Moldavia y Georgia) o hacia China (Kirguizistán y, en parte, Uzbekistán y Turkmenistán).
Tarde o temprano, Rusia tendrá que hacer su opción y lo más probable es que no sea a favor de China.
Aun siendo euroescépticos, los rusos votan por Europa con los rublos y con los pies. El 52% de las importaciones rusas y el 83% de las inversiones extranjeras acumuladas en Rusia proceden de los Estados de la UE. Y el 44% de los rusos que viajan al exterior escogen como países europeos como destino turístico. Los rusos todavía no entienden a Europa pero ya la aceptan.
