Para un observador externo, la campaña electoral en Rusia resulta sumamente interesante aunque las malas lenguas digan que no tiene elementos algunos de rivalidad. Sí que la hay, y es una competencia feroz a pesar de que no guarda relación alguna con la parte visible del diapasón político.
El hecho de que Rusia Unida irá en diciembre a las urnas con un nombre único a la cabeza de su lista electoral, el de Vladímir Putin, reduce prácticamente a cero las manifestaciones públicas de la rivalidad política. Es muy probable que en la próxima Duma entren sólo Rusia Unida y una minoría comunista.
El programa electoral del partido gobernante se titula "Plan de Putin". Hace una semana, eran necesarias algunas aclaraciones al respecto. Ahora no: Putin encabeza la lista y él mismo podrá explicarlo, si le da la gana.
Con todo, la intriga de estas elecciones no se limita a la brillante actuación del actual mandatario ruso. Paralelamente a una campaña virtual, en público, se va desarrollando otra, bajo la alfombra, cuyos síntomas son un drástico incremento de la pugna entre diversos cuerpos de seguridad y los arrestos de funcionarios de alto nivel, acusados de corrupción.
En septiembre fueron detenidos varios funcionarios de la Cámara de Cuentas, por presuntos sobornos. En el caso figuraban algunos agentes del FSB, el servicio federal de seguridad. Esta semana ha estallado otro escándalo, en el cual están implicados altos representantes de FSKN, la agencia antidrogas de Rusia. Oficiales del FSB detuvieron al teniente general Alexander Bulbov, jefe de Logística Operativa de FSKN, así como al antiguo subjefe de Seguridad Interna de dicha agencia, Yuri Gueval, y a dos agentes más. Se les incriminan la aceptación de un soborno por cuantía importante y el abuso de autoridad con el fin de intervenir conversaciones telefónicas.
Ambos episodios encuadran poco en la campaña oficial contra la corrupción y, en opinión de expertos, representan una nueva ronda preelectoral en la lucha entre diversos grupos pretorianos. El resultado de las elecciones, al fin de cuentas, es la retirada de unos y la llegada de otros al poder. Y aunque permanezca el primer ejecutivo, la correlación interna de fuerzas va a cambiar con toda seguridad. El entorno de Putin está receloso de que haya cambios en el engranaje administrativo, con el traslado del centro de toma de decisiones y el sacrificio de algunas personas por motivos tácticos.
Se está librando una lucha sin cuartel por la influencia, por una posición más ventajosa, por el privilegio de ser insustituible. En cuanto a los simples ciudadanos que vayan a las urnas en diciembre, o a la hora de las elecciones presidenciales de marzo próximo, ni se van a enterar probablemente de lo que haya estado en el juego, ni de quiénes hayan sido los verdaderos ganadores.
