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OMC- El sector agrícola en las negociaciones

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La Habana, PL, para RIA Novosti. Por Hilda Puerta*.-  El pasado 20 de septiembre el representante norteamericano para la Agricultura en las negociaciones de la OMC anunció que su país aprobaba en principio el proyecto de acuerdo agrícola, siempre que sus compromisos fueran igualmente asumidos por los restantes miembros.

De este modo -aunque se trate sólo de un paso inicial- parecen tocar a su fin las largas y complejas negociaciones iniciadas seis años atrás, con lo que crecen las posibilidades de que se alcance un acuerdo concreto acerca de las disciplinas en el sector, de particular sensibilidad, tanto para los países pobres -por su elevada dependencia de estos productos- y también para los más desarrollados, que disfrutan de las ventajas derivadas no sólo de un mayor desarrollo científico, sino de la instrumentación de prácticas que han potenciado artificialmente su agricultura al tiempo que han distorsionado de manera injustificada el comercio internacional.

 

Se manifiestan así las injustas particularidades de la División Internacional de Trabajo, como reflejo de las relaciones mundiales de poder, según la cual, los países subdesarrollados en general se han especializado en la producción y exportación de productos primarios -agrícolas y de la minería- y los desarrollados en la elaboración de manufacturas y artículos de alta tecnología, pero también de materias primas y productos agrícolas, llegando a absorber el 62 por ciento del total que se comercializa a nivel mundial.

 

Ello conduce a que en las negociaciones se hayan expresado también todas estas contradicciones, manifestándose todos los problemas existentes en las diversas posturas de los diferentes interlocutores, esto es, de una parte, las naciones más desarrolladas, interesadas en las cuestiones del sector, con políticas particularmente proteccionistas y fuertes contradicciones entre sí, sobre todo, Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, señalando en buena medida el curso de las discusiones.

 

Como contraste, se encuentran los países más pobres, que requieren de un trato especial por la gravedad de su situación, cuestión que en la práctica se ha reducido a pequeñas excepciones en los compromisos adoptados y nada más.

 

Otro actor significativo es el llamado Grupo Cairns, integrado por 17 naciones, como coalición de importantes participantes en los mercados agropecuarios con pequeñas o nulas protecciones de sus respectivas agriculturas, que tratan de lograr una reducción sustancial de las medidas proteccionistas y las subvenciones.

 

Están presentes en las conversaciones, también, por supuesto, los restantes países, hasta alcanzar la cifra actual de 151 miembros.

 

Otro elemento de interés se refiere a las particularidades propias de este tipo de productos, básicamente de carácter perecedero y con una dependencia extrema de las condiciones climatológicas, a lo que se han agregado en los últimos tiempos nuevos factores que están incidiendo sobre su realidad de manera creciente.

 

Por una parte, después de que los precios mundiales se mantuvieran mostrando una tendencia decreciente a lo largo de los años, el notable incremento de la demanda asiática que ha tenido lugar en los últimos tiempos, ha producido un sensible aumento en los mismos, que se ha combinado con la distorsión producida por la inestabilidad monetaria.

 

Inciden también sobre los precios, la sensible reducción que se ha producido en los costos de transporte, comunicaciones y logística.

 

El panorama se ha complicado asimismo con el tema de los biocombustibles y las interrogantes acerca de su ética, los precios y la relación con la alimentación animal y humana, lo que se agrava con la constatación de que el peligro de cambio climático ha dejado de ser una posibilidad remota para convertirse en una triste realidad.

 

Ello condiciona un importante resurgimiento del asunto de la sostenibilidad en su sentido amplio, influyendo también el desarrollo de la innovación tecnológica en productos y procesos y muy en especial, todo lo relacionado con la química verde.

 

Pero sobre las posturas y decisiones de los principales gigantes agrícolas incide de manera muy especial la presión que ejercen los enormes costos de las políticas agrícolas instrumentadas, principalmente por Estados Unidos y la Unión Europea, tan onerosas y tan criticadas por los contribuyentes.

 

Esta realidad ha favorecido un cierto suavizamiento de sus respectivas posturas negociadoras, siempre que ello no implique una afectación frente a los competidores, tratando de lograr al mismo tiempo un mejor acceso para sus productos en los mercados externos.

 

Ello refuerza el argumento acerca de que en última instancia la pauta de las negociaciones la han venido trazando esas dos partes.

 

En general, las discusiones agrícolas durante esta ronda de negociaciones multilaterales han estado centradas en el logro de menores aranceles, reducciones importantes a las diferentes variantes de subvenciones a la exportación, y la disminución por parte de los países desarrollados en un 20 por ciento de las subvenciones internas a la producción que distorsionan el comercio.

 

Al respecto hay que considerar que los subsidios han sido definidos por la OMC como práctica desleal, lo que se contradice por completo con el hecho de que constituyen el pilar básico de las políticas agrícolas de los países desarrollados.

 

Al mismo tiempo, a lo largo de estos años de negociaciones han estado presentes maniobras de todo tipo, sobre todo por parte de las naciones más poderosas, como es el caso de la Reforma de la UE de 2003, que al desvincular las ayudas de la producción, logra cambiar el significado de los pagos directos a los efectos de la OMC y los mismos dejan de clasificarse como compartimiento o caja azul a caja verde.

 

Como balance puede plantearse que la situación actual de las negociaciones es alentadora, en tanto el acuerdo anunciado significa que Estados Unidos acepta reducir los subsidios en el sector agrícola a un margen entre 12 mil 800 y 16 mil 200 millones de dólares anuales, cuando hasta el momento rechazaba una disminución superior a los 23 mil millones, mientras que también aceptó rebajar las tarifas aduaneras agrícolas entre un 52 y 53.5 por ciento, cuestiones que fueron bien acogidas por la parte europea, como su principal contraparte.

 

Tampoco esto puede interpretarse como una situación ya resuelta, por el contrario, son múltiples los obstáculos que aún es necesario vencer, entre los que se destaca los engorros asociados a la caducidad del "fast track " norteamericano, que provoca una especie de círculo vicioso en las negociaciones ante las limitaciones del poder de decisión de Estados Unidos.

 

Ahora bien, en los indicios a favor de un acuerdo agrícola, está presente de manera muy especial el interés al respecto de los países desarrollados, con el fin de enfrentar en mejores condiciones los costos asociados a esta políticas en el plano interno, ante los graves déficit presupuestarios que padecen, como en el caso de Estados Unidos, lo que en definitiva resultará ventajoso para todos.

 

También después que se alcance un acuerdo -que será en definitiva una solución de compromisos- habrá que enfrentar riesgos y peligros, sobre todo en el caso de los países subdesarrollados, que verán erosionarse aquellas preferencias que disfrutan en mercados externos, perturbándose también sus propios sectores agrícolas por el incremento de la competencia externa.

 

Al mismo tiempo, hay que considerar que la cuestión de las exportaciones agrícolas y de la entrada a los mercados más importantes no se reduce en modo alguno a un problema de precios o de barreras comerciales, pues está presente también y de un modo especialmente importante, el gran reto de la competitividad en su sentido amplio, considerando aspectos de particular significación como calidad y mercadotecnia, así como el estricto cumplimiento de las cada vez mas férreas regulaciones técnicas y fitosanitarias de los mercados más desarrollados.

 

*Catedrática de la Universidad de La Habana. Colaboradora de Prensa Latina.

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