A finales de esta semana, en Serbia se celebrará la segunda vuelta de los comicios presidenciales. En Belgrado siguen luchando las fuerzas prooccidentales y los partidarios de una "vía especial". El desenlace de esta lucha es muy importante no sólo para Serbia sino para toda Europa. En esta situación, la Unión Europea tiene una posibilidad única de admitir en su seno a Serbia respetando su integridad territorial en alusión a Kosovo.
Rusia no dispone de suficientes palancas de influencia. Desde ya hace tiempo anunció su postura rígida en relación con Kosovo, sin que tenga algo más que añadir. También mencionó la cooperación económica, pero al fin y al cabo le pagó a Tadic una suma ínfima de $ 400 millones por el control sobre una compañía energética tasada en $ 2.000 millones como mínimo. La membresía en la Unión Europea ofrece ventajas económicas (en 2007, la UE prestó ayuda estructural a Bulgaria y Rumania por importe de 2 mil 850 millones de euro) y políticas.
Caso de que Serbia pase a integrar la UE sin que se reconozca la independencia de Kosovo, los derechos de los albanokosovares serían avalados por las leyes europeas en materia de política regional y por toda la legislación de la UE relativa a la observancia de los derechos humanos. Kosovo podría adquirir un estatus homologable al de Cataluña.
Tampoco se descarta que los albanokosovares suavicen su postura, si encaran esta disyuntiva: seguir siendo parte de un país europeo o sentir en carne propia la independencia formal que obtuvieron, digamos, Palestina o Timor del Este.
Bruselas tan sólo tiene que dar un primer paso hacia la solución de los problemas que afronta la zona calificada por Winston Churchill de "blando vientre" de Europa. Y realmente tiene que dar este paso, siquiera porque en los últimos años este "blando vientre" se convirtió en un enclave de la Unión Europea.
Vladislav Inozémtsev, director del Centro de Estudios de la Sociedad Postindustrial
