Por segunda semana consecutiva, los policías detienen a jóvenes de aspecto sospechoso en las estaciones del Metro y en las calles de Moscú. Los llevan a comisarías donde les sacan fotos y huellas dactilares, además de obligarles a que declaren por escrito, si militan o no en algún grupo nacionalista.
Estas redadas suponen una respuesta al creciente número de agresiones xenófobas por parte de diversas bandas juveniles. Sus víctimas más frecuentes son nacionales de países transcaucásicos y del Asia Central.
El repertorio habitual de las medidas de prevención surtía poco efecto en esta materia, así que la Policía se decantó por crear patrullas especiales que incluyen a los agentes de paisano y a los miembros de milicias para el mantenimiento del orden público. Por "sospechosos" estas patrullas entienden a los jóvenes de aspecto parecido al de un típico militante neonazi: cabeza rapada, vestuario de color negro al estilo del uniforme y botas pesadas con suela gruesa.
La vigente Ley rusa de la Policía impide a los agentes llevar a una persona a la comisaría para tomarle fotos y huellas dactilares a menos que se haya presentado una acusación formal o se hayan explicado las causas de la detención, recordó Oleg Nóvikov, defensor de derechos humanos de la ONG rusa "Veredicto Social". Eso sí, las normativas legales permiten invitarle a uno a la comisaría, para conversar. Cuando una persona acepta seguir a los agentes a título voluntario, escribe una explicación en la comisaría y se deja fotografiar y dactilografiar voluntariamente, todo el legal, dijo Nóvikov.
En cuanto a los agresores reales que atacan a extranjeros, muchas veces tienen un aspecto muy diferente al de cabezas rapadas. "Cualquiera optaría por un camuflaje, si fuese hacia algo criminal, así que esta operación tendrá cero efecto", agregó.