Sin entrar siquiera en el combate, las Fuerzas Armadas de Rusia pierden material bélico por valor de decenas de millones de dólares y ponen en peligro la seguridad de la población civil. El incendio que se produjo el 23 de mayo en un almacén de municiones del 6 Ejército aéreo, cerca de San Petersburgo, destruyó en cuestión de una hora los misiles aire-aire que formaban la dotación de todo un regimiento. Y era el vigésimo incidente de gran envergadura que tuvo lugar en los arsenales militares en estos últimos 16 años.
En el almacén había 450 misiles para los cazas interceptores Sukhoi-27, básicamente, diversas modalidades del proyectil tipo R-27. Expertos calculan el importe de los misiles destruidos entre 80 y 100 millones de dólares aunque el 60-70% del valor suele corresponder a las ojivas que se guardaban en otro depósito, de modo que el daño podría reducirse a 30-40 millones de dólares. La cifra exacta tendrá que definirla una comisión investigadora que ya se encuentra en el lugar.
Según algunas informaciones, dos misiles explotaron fuera del hangar donde se almacenaban: uno cayó supuestamente en un cementerio, y el otro, hasta causó un incendio en un bosque de al lado. Los vecinos de la zona cuentan que había dos más, uno de los cuales rompió los cables de una línea de transmisión y provocó apagones en la zona.
Independientemente de las conclusiones que saque la comisión oficial acerca de las causas del siniestro, en realidad hay una explicación única, y es la negligencia, señala Nezavisimaya Gazeta. Los incidentes de este tipo se producen en los almacenes militares casi todos los años sin que se haya comunicado al menos una vez que el sistema de alarma anti-incendios se activó, y que el sistema de extinción se puso en marcha o, por el contrario, falló.
Una fuente del Ministerio ruso de Defensa dice que en el país hay miles de almacenes de municiones militares, algunas de las cuales están sujetas a liquidación. Entre ellos figuran los depósitos de armas nucleares. Muchos almacenes se construyeron hace décadas y a una distancia prudente de las viviendas pero las propias ciudades y poblados se fueron acercando poco a poco a ellos, rodeándolos de carreteras, casas de campo y centros de veraneo. Entretanto, los almacenes siguen siendo los mismos: no hay extintores automáticos, ni siquiera cámaras de vigilancia a pesar de cuestan relativamente poco a día de hoy. Todo indica que el siniestro del viernes no ha sido el último.
