La orientación hacia Europa ofrece a Moldavia mejores oportunidades que la mediación de Moscú para preservarse como Estado único, escribe hoy el diario ruso Kommersant.
Aunque la repetición del escrutinio desvele ciertas irregularidades y abusos en el transcurso de las recientes elecciones parlamentarias, Moldavia seguirá siendo para la Unión Europea un modelo de la democracia y el liberalismo. Observadores internacionales certifican que los comunistas moldavos revalidaron en las urnas su posición de partido gobernante, y aunque no hubiese tal confirmación, tampoco debería extrañarnos el que la izquierda tenga popularidad en un país pobre. Las autoridades de Moldavia se abstuvieron de usar fuerza desmesurada para contener a las hordas de vándalos durante los recientes disturbios en Chisinau, y es algo que Europa va a reconocer como un mérito de Vladímir Voronin, presidente saliente de este país y líder del Partido Comunista.
Moldavia, por su parte, debe de entender que sólo Bruselas tiene en su haber suficientes instrumentos políticos y financieros para influir en Bucarest y llamarle a la moderación. La habitual lentitud con que la UE reacciona a las crisis en su periferia no deja ver por ahora hasta qué punto querrá aprovechar tales herramientas pero una cosa es evidente: no tiene iguales en este campo diplomáticos.
La "opción europea", por tanto, se transforma para Moldavia en un medio para cumplir tareas pragmáticas y concretas. Cuanto más coopere con Bruselas, más oportunidades tendrá para garantizar la intangibilidad de sus fronteras occidentales. No pasa lo mismo en el caso de la colaboración con Moscú, pues no le garantiza la solución del problema de Transnistria. A largo plazo, aunque sea en plano puramente teórico por ahora, se le presenta la perspectiva de integrarse en el espacio económico y legal europeo directamente, es decir, no a través de Rumania. Lo cual permite preservar todos los privilegios que implica en rango de élite gobernante en un Estado pequeño pero independiente.
Por muy precarios que parezcan desde fuera el Estado y la identidad de Moldavia, esta nación se acerca ya al vigésimo aniversario de la independencia. Ha formado una jerarquía autónoma y una burocracia propia, para la cual no tiene sentido alguno el cumplimiento de las órdenes recibidas desde Bucarest. Igual que para el presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, la perspectiva de transformarse en un gobernador ruso en Minsk.
