El motor de la economía rusa se encuentra fuera del territorio nacional, señala en su editorial de hoy Nezavisimaya Gazeta.
Es un motor que no se controla desde Moscú, pues depende de los vaivenes del capital extranjero y los precios mundiales del petróleo, escribe el periódico al constatar que la economía rusa lleva ocho meses en declive que ronda un 10% anual mientras que otras naciones, como China, India, Egipto, Irán y Pakistán mantienen tasas positivas del crecimiento económico.
A pesar de las retumbantes declaraciones, Rusia carece de plena soberanía económica. No es en Moscú donde se determinan las directrices de su desarrollo económico, el tamaño del presupuesto público o el volumen de las inversiones. Los funcionarios no paran de resaltar que es necesario reducir la dependencia del Estado ruso con respecto a la coyuntura petrolera pero el asunto no pasa del plano verbal desde hace diez años. Es más: el país ha vuelto a depender de los créditos externos, además de los petrodólares.
El diario afirma que en Rusia hay suficientes oportunidades para preservar el crecimiento de la economía incluso cuando se cierran los mercados de capital y bajan los precios del crudo. La experiencia de India y China demuestra que la demanda interna sin cubrir contribuye a mantener operativo el motor de la economía nacional y salvaguardar de este modo plena soberanía económica.
Las restricciones de carácter demográfico parecen importantes sólo a primera vista. Decenas de millones de ciudadanos económicamente activos en la Comunidad de Estados Independientes (CEI) representan para Rusia el mismo potencial laboral que India y China reciben gracias a los recursos internos, y EEUU o la Unión Europea, gracias al flujo de inmigrantes.
