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OSETIA DEL SUR Y KOSOVO: SIMILITUD NINGUNA

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Alexei Makarkin, Director General adjunto del Centro de Ingeniería Política, RIA Novosti. Rusia arreció su postura respecto al problema de Osetia del Sur.

Alexei Makarkin, Director General adjunto del Centro de Ingeniería Política, RIA Novosti. Rusia arreció su postura respecto al problema de Osetia del Sur. No se trata de la negativa a reconocer la integridad territorial de Georgia, pero en las actuales declaraciones oficiales se hace constar el hecho de que esa integridad no es de facto una “realidad política”.

   En principio, se trata tan sólo de reconocer el hecho consabido: desde hace quince años el poder central de Georgia dejó de controlar el territorio de Osetia del Sur que formalmente le pertenece, lo mismo que el de Abjasia. Pero la sola mención de ello por el Ministerio de Exteriores de Rusia suscitó indignación de Tbilisi ya acostumbrada a acusar a Rusia de su deseo de anexar Osetia del Sur, habiéndola incorporado a Osetia del Norte que forma parte de Rusia.

   En realidad, a este respecto la culpa recae, ante todo, sobre la dirección georgiana de principios de los 90. Precisamente Tbilisi tomó la decisión fatal de prohibir el uso de la lengua osetia en la documentación oficial que se lleva  a cabo en el territorio de Osetia del Sur. Entonces los osetas exigieron  elevar el estatus de su territorio: de república  autónoma a la república en la composición de Georgia. En respuesta,  las  autoridades  georgianas suprimieron en general  la autonomía. Los acontecimientos sucesivos son harto conocidos: tras haber declarado que no existen garantías algunas de conservar y desarrollar la identidad cultural nacional de su pueblo en la composición de Georgia, las autoridades osetias anunciaron su independencia con respecto a Tbilisi.

   Ahora las autoridades  georgianas ofrecen un compromiso basado en la restablecimiento del estatus autónomo de Osetia del Sur postulando en sus declaraciones amistad entre los pueblos. Pero el tiempo ya pasó para no volver. Nadie podrá convencer a los osetas de que si no dentro de cinco años, sino pasados 20 ó 30 años, Georgia no atentaría de nuevo a los derechos de su pueblo.

   Hay sobradas razones para tales recelos. Ya en 1991, al defender en el juzgado a Torez Kulumbékov, un líder del movimiento nacional de Osetia del Sur, el conocido abogado ruso, Yuri Schmidt, que en modo alguno es partidario de la idea imperial rusa, se refirió a que al principio la Georgia de entonces adelantó las consignas más democráticas cantando loas a los derechos de las naciones y a los derechos y libertades fundamentales del hombre. Pero “poco a poco la idea de los derechos de la nación georgiana precisamente comenzó a prevalecer”, dijo.

    Tal era el diagnóstico del abogado dictado a las relaciones georgiano-osetias hace 15 años. Pero nadie garantizará que algo semejante no suceda en el futuro si ahora los osetas aceptan compromiso con los georgianos.

   Existen antecedentes cuando los pueblos “se divorciaron” en base al derecho a la autodeterminación. Se separaron los checos y los eslovacos formando dos Estados que ahora mantienen cooperación normal en el marco de la Unión Europea. Sin altercados, en base al referéndum, acaban de separarse Serbia y Montenegro. A estas alturas Occidente ejerce fuerte presión a Serbia para obligarla a efectuar el referéndum sobre la autodeterminación de Kosovo, cuyo desenlace es evidente para todos. Al mismo tiempo, Occidente no acepta separación de Georgia de los territorios, la experiencia histórica de cuyos pueblos no tiene similitud alguna con los albanokosovares.

   Surge una situación paradójica: hace varios años EEUU y los países de la UE sometieron a acerbas críticas a Slobodan Milosevic porque éste, al ser discutido el problema kosovar, apeló a la historia y no a la realidad. Dicho en otros términos,  recordó que para los serbios Kosovo tiene significación histórica como  fuente de su cultura nacional, como territorio, con el que están vinculados muchos acontecimientos importantes para su pueblo. Entonces, Occidente tachaba este enfoque no sólo de anticuado, sino también de contradictorio a los derechos de los habitantes de esta tierra, es decir, los albaneses. A Milosevic se le echaba la culpa de resucitar la idea de la Gran Serbia negando a la población albanesa de Kosovo el derecho al desarrollo independiente.

   ¿Habrá similitud entre Osetia del Sur y Kosovo?  Ninguna. En ambos casos los pueblos buscan ejercer el derecho a la autodeterminación. Por consiguiente,  discutiendo el problema territorial los serbios no pueden apelar a las tradiciones históricas, lo que se les permite hacer a los georgianos afirmando estos  últimos que se trata de sus “tierras ancestrales”.

   Pero al tomar en cuenta la componente histórica del conflicto, bien se sabe que los osetas no conquistaban a nadie, a diferencia de los musulmanes, cuya aparición en los Balcanes estaba relacionada con la sangrienta extensión otomana. Ya en la Edad Media los feudales georgianos instalaron a los campesinos osetios en la tierra de la actual Osetia del Sur apreciándolos como agricultores laboriosos. Las fuentes históricas testimonian que con el tiempo los osetas rescataron (y no conquistaron ni expropiaron de alguna forma) las tierras cultivadas por ellos. Es más, el territorio de Osetia del Sur pasó a formar parte de Rusia un cuarto de siglo antes que lo hizo Georgia, según reza la interpelación de Osetia del Sur cursada al Tribunal Constitucional de Rusia. Así pues, tanto el presente como el pretérito corroboran el derecho del pueblo osetio a elegir su propia vía de desarrollo.

   No es casual que el jefe de Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, invitara a Georgia realizar un referéndum en Osetia del Sur sobre la autodeterminación recordando que el “problema de la autodeterminación” forma parte del Derecho Internacional. Este derecho se ejerce mediante declaración de la voluntad”. En efecto, sería muy difícil explicar al pueblo osetio por qué se busca privarlo de ese derecho, a diferencia de los kosovares.

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