IRÁN NO RENUNCIARÁ AL ENRIQUECIMIENTO DE URANIO. ¿RENUNCIARÁN LOS SEIS PAÍSES A IMPONER SANCIONES?

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Piotr Goncharov, analista de RIA Novosti. A despecho de la resolución Nº 1696, hasta el 31 de agosto Irán no ha anunciado el cese de todos los trabajos de enriquecimiento de uranio.

Piotr Goncharov, analista de RIA Novosti. A despecho de la resolución Nº 1696, hasta el 31 de agosto Irán no ha anunciado el cese de todos los trabajos de enriquecimiento de uranio.

 

Lo corrobora incluso la declaración hecha por el presidente Ahmadineyad quien el 30 de agosto instó a los países europeos a abstenerse de aplicar sanciones.

Así las cosas, la semana que viene, los viceministros de Asuntos Exteriores de Rusia, Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, China y Alemania tendrán que redactar un proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de la ONU y de esta forma decidir el futuro de Irán.

En primer lugar, los seis países arriba mencionados deben decidir si la resolución estipulará sanciones o por enésima vez obligará a Irán a atender las recomendaciones de la AIEA.

De momento, en el Consejo de Seguridad de la ONU no se ha llegado a la tan esperad opinión común sobre el programa nuclear iraní. La situación es de veras paradójica. Rusia y China se oponen a las sanciones, mientras EE.UU. bajo ningunas circunstancias permitirá que a Irán se le autorice poner en marcha su programa nuclear.

Igual que antes, Moscú y Pekín están a la expectativa. Según manifestó Li Zhao Xing, ministro de Asuntos Exteriores el problema nuclear iraní ha de ser resuelto por vía diplomática. China, desde luego, insiste en que Irán cese su programa nuclear, pero al propio tiempo se opone a la aplicación de sanciones rígidas en caso de que las autoridades de Teherán rechacen las exigencias.

También Moscú, por boca del vicepresidente del Gobierno y ministro de Defensa Sergei Ivanov, sostiene que ahora es "como mínimo prematuro e irracional" hablar de sanciones contra Irán. "En todo caso, seguiremos abogando por el arreglo político, observándose estrictamente el régimen de no proliferación", comentó Ivanov.

Estados Unidos, por su parte, promete constituir una coalición antiiraní en caso de que Rusia y China se opongan a la resolución que estipula sanciones.

Esta situación genera un sinnúmero de preguntas. Por ejemplo, ¿cómo se puede abogar en todo caso por el arreglo político, suponiendo al mismo tiempo una estricta observancia del régimen de no proliferación? ¿Y si se trata de una situación en que se haga evidente que el programa nuclear de Irán inequívocamente busca diseñar arma nuclear?

Tampoco está claro con qué países Estados Unidos planea formar la alianza antiiraní. Europa de momento prefiere guardar silencio, limitándose a hacer llamamientos de carácter general a Irán.

No acabo de entender qué objetivo final persigue EE.UU. insistiendo en una inmediata aplicación de sanciones contra Irán.

A la luz de ello, son sintomáticos los reproches lanzados a Rusia y China por el republicano Peter Hoekstra, presidente del comité de inteligencia en la Cámara de Representantes del Congreso USA. Al manifestar que Rusia y China no se proponen exhortar a Irán a dar muestras de responsabilidad y no permitirán que EE.UU. imponga sanciones económicas contra este país, acto seguido Peter Hoekstra lamenta que "en caso de fracasar las sanciones, al presidente George Bush le sea difícil tomar la decisión de asestar golpe militar contra Irán".

Sin lugar a dudas, el congresista tiene razón al manifestar que "las sanciones económicas no surtirán ningún efecto, si Rusia, China y, tal vez, algunos de nuestros aliados (de EE.UU.) prestan apoyo económico a Irán".

De otro lado, es difícil que tales sanciones lleguen a ser realidad mientras sean consideradas por Washington como un primer paso para que en un futuro el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe una resolución que estipule "medidas coercitivas", a tenor del tan mentado 42º artículo de la Carta de la ONU. En contra de tales sanciones se pronunciarían Rusia, China, así como algunos aliados de EE.UU.

En la situación configurada, no pudiendo los seis países ponerse de acuerdo sobre el carácter y la esencia de las sanciones, el que indudablemente sale ganando es Irán. Teherán sigue hábilmente sembrando cizaña entre los miembros del sexteto que parecían haber empezado a adoptar una postura única. No es casual, cabe suponer, que a finales de agosto, delegaciones iraníes, vinculadas de una u otra forma al programa nuclear, visitaran Moscú, Pekín y Tokio. Tampoco es casual que literalmente estos días Teherán haya convocado el concurso para construir dos grupos generadores para centrales electronucleares, invitando también a países occidentales a participar en el mismo. Ha suavizado asimismo la retórica de los altos cargos oficiales de Teherán, en primer lugar de Ali Larijani, secretario del Consejo Supremo de seguridad nacional.

Cabe suponer que en Teherán se dan cuenta de que, a tenor del artículo 25 de la Carta de la ONU, "los miembros de la Organización aceptan acatar las resoluciones del Consejo de Seguridad y cumplirlas", sobre lo que, en particular, llamó la atención de Irán el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia. Para cumplir este artículo falta poco: el consenso de los seis países respecto a la futura suerte de Irán.

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