LOS DISTURBIOS SON TAN CONTAGIOSOS COMO LA GRIPE

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Janis Urbanovic, diputado al Parlamento letón, miembro del Consejo de Expertos de RIA Novosti.

Janis Urbanovic, diputado al Parlamento letón, miembro del Consejo de Expertos de RIA Novosti. Días contados quedan hasta las elecciones parlamentarias en Letonia y ya están definidas las principales posturas electorales: hechas públicas las ideas políticas y los materiales comprometedores, e invertido el dinero. En breve, se conocerán la reacción y el desenlace de los comicios.

 

En este momento, teniendo en cuenta la situacion creada, quisiera concentrar la atención no en la conducta de los amplios sectores del electorado, sino en el círculo sumamente influyente de empresarios y la élite intelectual que siempre desempeñaba papel determinante no sólo en la formación de coaliciones y esquemas, sino también en el futuro del país.

Tal círculo existe siempre y en todas partes: bajo los regímenes despóticos y totalitarios, y, naturalmente, en la sociedad democrática. Lamentablemente, a veces las figuras que forman parte de ese círculo, subestiman los problemas y peligros que amenazan al pueblo y al Estado. En este sentido, la élite letona no es una excepción de la regla. No se da prisa para renunciar al consenso formado a mediados de los años 90 que abrió a Letonia las puertas de la UE y la OTAN y ha creado la burguesía nacional viable habiendo permitido realizar rápidamente la privatización y desnacionalización.

Los partidos políticos, la prensa, el parlamento, los juzgados y el aparato de Estado han trabajado bastante bien, habiendo demostrado suficiente eficacia y utilidad. Por esta razón, muchos creen que así será siempre, que el sistema de organización de Letonia es invariante con respecto a la historia y funcionará eternamente.

Entretanto, en el mundo se operaron cambios cardinales, y la humanidad cayó en una situación sin precedentes.

A este respecto quiero recordar una serie de "revoluciones de color", ninguna de las cuales proporcionó los resultados apetecidos, pero demostró lo posible y fácil que es provocar los "disturbios manipulados" que, además, son tan contagiosos como la gripe. Estoy convencido de que el citado virus es responsable de los actuales acontecimientos en Hungría y, por consiguiente, las "revoluciones de color" se verán sustituidas por los disturbios de los cabezas rapados. Sus primeros resultados son desagradables en extremo y afectan los puntos más sensibles: el ranking crediticio y la confianza de los inversores. ¿Quién es el siguiente?

¿Dónde podrá producirse el siguiente estallido? ¿En Kishiniov? ¿En Bucarest? ¿En Varsovia? ¿O tal vez, en Riga? ¿Será capaz entonces de salvarnos la Policía de Seguridad o el Buró de Defensa Satversme? Pues, no será una manifestación de marginales ni el piquete de jubilados...

Y no hay que decir que en nuestro país esto es imposible. ¡Más que posible! Los sondeos sociológicos registran el descontento de la población motivado por los problemas más diversos: desde la marcha de la eurointegración hasta el relativo a las viviendas. El peligro principal radica en que nuestro sistema político no ofrece salida a ese descontento ni elimina sus causas. Actualmente, la política es como un ballet de los tiempos de Luis XIV, donde todo está previsto. Tales espectáculos son atractivos, pero están desligados de la realidad y nada tienen que ver con ella. ¿A qué conduce semejante política? Parte de la población ya prefirió "votar con los pies" abandonando la patria en busca de una suerte mejor. Otra parte se convierte en botín ligero de los demagogos y populistas: me refiero a Tiempos Nuevos, asociación política, al parecer, plenamente respetable. El éxito obtenido por su lider Repse en las anteriores elecciones parlamentarias es una señal de alarma, de la que es necesario sacar conclusiones tan serias como de los disturbios en Budapest.

Hay que imitar, al menos, la democracia, la participación del pueblo en la administración del Estado. De lo contrario, la apatía política y el descontento latente degenerarán en una explosión que afectará a todos, pero, en primer lugar, al negocio. Es poco probable que uno de los "capitanes" de la economía letona quiera ser rico y prospero en un país pobre. Todos ellos aspiran a vivir en un Estado afortunado. De ser así, han de reconsiderar a fondo la actitud hacia la política interior e instrumentar un nuevo rumbo político.

La política ha de ser estable, pero no puede ser muerta. La política puede y debe ser polivalente. Para conseguirlo, será preciso asegurar la rotación de políticos e ideas. Hoy muchos de ellos esperan conservar por siempre sus sillones en el parlamento, hasta el último aliento. En aras de ello, frenan toda idea viva y rechazan de un golpe todo lo nuevo y progresista.  En sus planes esa "guardia del estancamiento" ya formó una nueva coalición y un nuevo gabinete.

Actualmente, el gran negocio cifra muchas esperanzas en el "tapón de protección" compuesto de políticos dóciles que se dejan manejar. Soy realista y no llamo a asegurar a todos el libre acceso a la política, ni a practicar las purgas políticas generales. Sin embargo, estimo que los cambios han madurado ya hace mucho. Es necesario dar acceso al aire fresco al parlamento, al Gabinete de ministros y a los órganos de autogobierno local. Ya es hora de eximir del servicio a los políticos inútiles, asegurándoles una buena pensión. Y devolver a los ciudadanos de nuestro país la confianza en sus líderes, sus diputados y su Gobierno. En realidad, se trata del futuro de la democracia letona y de que el espíritu empresarial e iniciativas presidan no sólo el business, sino también la administración de la sociedad.  

 

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