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El Tribunal Internacional de La Haya y el dilema de la independencia de Kosovo

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Andrei Fediashin, RIA Novosti

Por designios divinos, maquinaciones infernales u otros fenómenos paranormales, el 17 de febrero une de una forma increíblemente coincidente a dos mellizos ilegítimos y no reconocidos: Kosovo y Abjasia.

Hoy se cumplen dos años desde la fecha en que las autoridades albanesas proclamaron de forma unilateral la independencia de la provincia llamada Kosovo y Metohija respecto a Serbia.

Y exactamente hace 200 años, el 17 de febrero de 1810, el Principado de Abjasia se integró voluntariamente en el Imperio Ruso, aunque para este hecho existen diversas interpretaciones en la volátil ciencia histórica rusa. Entre las cuales hay una que sostiene que no fue Abjasia la que se integró, sino la dinastía gobernante en aquel momento, lo que obligó a casi la mitad de la población а abandonar el país. Pero la otra mitad se quedó, por eso la versión sobre la integración voluntaria tiene total derecho a ser considerada.

En cualquier caso, el presidente abjasio, Serguei Bagapsh, que estuvo en Moscú de visita oficial del 16 al 18 de febrero, y su homólogo ruso, Dmitri Medvédev, encontraron motivos para brindar con motivo del bicentenario de la incorporación de Abjasia a Rusia. La república caucásica expresó su disposición a gestionar la red rusa de ferrocarriles (RZD) en esta zona. Rusia no tuvo nada en contra.

Sin embargo, en Kosovo los festejos están siendo deslucidos por el proceso judicial que está teniendo lugar desde el año pasado en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), principal órgano judicial de las Naciones Unidas con sede en La Haya, y en el que se está dilucidando el problema de la legalidad de la proclamación unilateral de la independencia de Kosovo por el gobierno albanokosovar, tras la respectiva demanda de Serbia (apoyada por 77 países de la ONU, 74 países se abstuvieron y 6 países votaron en contra). La CIJ emitirá su veredicto a finales de primavera o en verano de este año.

La sentencia judicial no tendrá una fuerza vinculante, sino meramente consultiva, pero eso ya es suficiente para mantener en ascuas a quien está implicado en este asunto: los partidarios de la independencia de Kosovo, los contrarios a ella y un grupo de repúblicas, no reconocidas por la mayoría de la comunidad internacional, en el que están la misma Kosovo, Abjasia y Osetia del Sur.

En el improbable caso de que la Corte Internacional de Justicia legitime la secesión kosovar, decenas de movimientos, agrupaciones y territorios encontrarían fundamento jurídico e inspiración para luchar por el reconocimiento de su independencia. Si la CIJ califica de ilegítimo el paso dado por las autoridades albanesas -  cosa tampoco probable,  el problema de Kosovo continuará en el limbo, y los movimientos independentistas del mundo, al perder confianza en la protección de la ONU, encontrarán un motivo más para luchar por el reconocimiento de sus territorios.

Evidentemente, hay problemas más globales e importantes, relacionados con el funcionamiento de las Naciones Unidas, pero los especialistas en Derecho Internacional temen que un paso en falso en este asunto, un posible reconocimiento de la legitimidad de la independencia kosovar por parte de la Corte Internacional de La Haya, ponga en tela de juicio la propia capacidad de la ONU para llevar a cabo misiones de paz.

Los países con problemas de separatismo que necesitan de la mediación de la ONU, podrían empezar a rechazar sus misiones de mantenimiento de la paz, tras el ejemplo de Kosovo, donde en un primer momento, los cascos azules llegaron para mediar en el conflicto y, posteriormente, el objeto de su misión declaró su independencia.

Así las cosas, los jueces en La Haya están inmersos en un dilema de una trascendencia enorme, que exige  demasiados sacrificios y supone grandes pérdidas y que, por lo tanto, es muy posible que les obligue a tomar una decisión a medias tintas. Podrían plantear la posibilidad teórica de proclamar independencia, pero acusar al Gobierno kosovar de incorrecciones en la forma de hacerlo; mientras que se les podría dar la razón a los serbios, pero solo en parte. En definitiva, jugar a un juego de ambigüedades.

En términos de jurisprudencia, el conformismo se denomina amplitud de interpretaciones.

Hay dos teorías de Estado en el Derecho Internacional: la declarativa y la constitutiva. Ambas teorías pueden igualmente aplicarse a Kosovo, Abjasia y Osetia del Sur.

Los partidarios de la teoría declarativa creen que la existencia del Estado se determina por un territorio definido, una población permanente, una autoridad política y por mantener relaciones con otros Estados. Por el contrario, la teoría constitutiva define que un Estado existe únicamente cuando es reconocido como tal por otros Estados (al menos por uno). A propósito, esta última teoría fue a la que hizo referencia el presidente ruso, Dmitri Medvédev, respecto a Abjasia y Osetia del Sur. Por supuesto que esto no significa que el presidente sea un seguidor de la misma

- ¡Dios no lo quiera!-. Solo fue un ejemplo.

El Derecho Internacional no es un acelerador de partículas, ni tampoco es cirugía a corazón abierto. Por eso no necesita una exactitud atómica ni el filo de los escalpelos. El Derecho Internacional tiene muchas herramientas de las que se puede eligir la más idónea, en virtud de la coyuntura geopolítica (histórica, diplomática, militar, económica, de contencioso territorial, etc.). Sirve, por tanto, para desentrañar situaciones ambiguas.

El único problema es que Kosovo o Abjasia también pueden interpretar libremente las sentencias de la Corte Internacional de la Haya.

Además, hay muchos más lugares conflictivos de este tipo en el mundo: no han sido reconocidos (o reconocidos sólo por algunos Estados o por uno solo) Kosovo (reconocido por 65 países de los 192 miembros de la ONU), Abjasia y Osetia del Sur (reconocidas por Rusia, Nicaragua, Venezuela y la República de Nauru). Recordemos también a Taiwán, Alto Karabaj (de mayoría poblacional armenia, que declaró su independencia de Azerbaiyán), Puntlandia (entidad autoproclamada en el noroeste de Somalia), la autoproclamada República Turca del Norte de Chipre, Armenia (no reconocida por Pakistán). Autoridad Nacional Palestina, Israel (no reconocido por 20 países islámicos), Corea del Sur (no reconocida por Corea del Norte) y Corea del Norte (no reconocida por Corea del Sur), la República Democrática Árabe Saharauí (el Sahara Occidental). La República Checa y Eslovaquia todavía no han sido reconocidas por Liechtenstein y viceversa, a raíz de la confiscación de algunos bienes de la familia principesca de Liechtenstein por estos países.

La cantidad de movimientos separatistas y radicales que hay en el mundo es enorme. Europa ocupa el primer lugar con 25 grupos, abarcando casi todo el continente desde Albania hasta Alemania, Bélgica, España y Portugal. Africa, con 24 movimientos, ocupa el segundo lugar; Asia, con 20, el tercero. Hay 21 agrupaciones en total, en la América Central, del Norte y del Sur. Hasta en las islas del Caribe pertenecientes a EEUU hay quien quiere separarse de la metrópoli. Y todos ellos están esperando la decisión de La Haya.

La opinión del autor  puede  no coincidir obligatoriamente con la de RIA Novosti

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