El plan de rescate de la crisis griega será clave para el futuro de la Unión Europea

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El 1 de marzo de 2010, los ministros de Hacienda de los países de la UE se han reunido para analizar los problemas económicos de Grecia que han provocado la devaluación de euro y generado ciertos rumores sobre una posible disolución de la UE

Vlad Grinkévich, RIA Novosti

El 1 de marzo de 2010, los ministros de Hacienda de los países de la UE se han reunido para analizar los problemas económicos de Grecia que han provocado la devaluación de euro y generado ciertos rumores sobre una posible disolución de la Unión Europea.

Los debates en torno al rescate de Grecia de su colapso económico han puesto al descubierto desavenencias entre los países de la eurozona. Algunas de las diferencias ya son evidentes y se debaten ampliamente, pero otras aún no han terminado de surgir y solo se hablará de ellas en un futuro próximo, cuando salten a la palestra.

Recordemos que el origen de la debilidad del euro fue la crítica situación en el país heleno. En 2009, el déficit presupuestario de Grecia fue de un 12,7% y su deuda pública sobrepasó los 300.000 millones de euros. También salió a la luz pública que el ingreso de los griegos en la UE se vio facilitado por la ayuda financiera de un gran banco internacional, que logró ajustar las  estadísticas económicas hasta satisfacer las normas de la UE (déficit presupuestario menor del 3% del PIB y deuda pública menor del 60% del PIB).

Y esto no es todo, la raíz de estos problemas se observa también en Portugal, España e Italia. La deuda acumulada y conjunta de estos países ante la banca podría superar los 1,3 billones de euros.

La coyuntura es extremadamente compleja y nadie sabe qué hacer. Las principales locomotoras de la economía europea: Francia y Alemania, no están dispuestas a que sus contribuyentes carguen con problemas ajenos. En Grecia, sólo la reducción del sueldo de los funcionarios en un 10 por ciento, unida a una congelación salarial general ya ha provocado huelgas y disturbios callejeros. Las autoridades ya no se atreven a ir más allá en sus medidas de austeridad económica.

Según acreditados expertos internacionales, como Nouriel Rubini, profesor de economía de la Universidad de Nueva Cork, el financiero George Soros y  directivos del banco Societe Generale, la Unión Europea está condenada a la desintegración y cualquier ayuda a Grecia sólo atrasará lo inminente.

Parece claro que con declaraciones del tipo: el euro podría no sobrevivir a la crisis, se persiguen unos objetivos concretos y egoístas. Durante las últimas semanas, los fondos de cobertura de riesgos (hedge funds) se están aplicando de firme para reducir la cotización de la moneda europea. 

En este punto, vienen a la memoria las maniobras financieras de George Soros, quién en 1992 ganó aproximadamente mil millones de dólares con la fluctuación a la baja de la cotización de la libra esterlina. El resultado fue que la moneda británica perdió un 75 % de su valor y el Banco de Inglaterra se vio obligado a abandonar su participación en la política de fijación de los tipos de cambio de las monedas europeas durante un tiempo. 

En el caso de euro, el ataque de los especuladores financieros sólo es un problema más que añadir a los preocupantes procesos económicos que se operan en la Europa unida.

Parte de los apuros europeos se hacen patentes al más mínimo análisis. La extensión de la UE hacia el Este tuvo un carácter político y no económico. Tras el ingreso en la UE de los países del antiguo bloque socialista, la Unión sufrió un incremento de un 40% en sus miembros, de un 35% en su población, pero sólo de un 5% en su PIB. El desequilibrio es incuestionable, más del 50% de la riqueza de la Europa unida se genera en Alemania, Francia, el Reino Unido y las regiones industrializadas de Italia.

Los candidatos de Europa del Este nunca ocultaron sus esperanzas de que la Vieja Europa financiara la modernización de sus industrias, les ayudara a resolver sus problemas de desempleo, etc. Antes de la crisis, los mecenas europeos estaban conformes con lo mencionado, pero hoy en día, las perspectivas de pagar deudas ajenas y dar trabajo a gente de otros países en menoscabo de la suya, cada vez les parecen menos y menos atractivas.

Además, Europa tiene otros retos a los que enfrentarse: por ejemplo, el envejecimiento de la población constituye un auténtico desafío económico, ya que la carga financiera de la partida social (pensiones, subsidios, etc.) aumenta cada año, inexorablemente. A mediados del pasado siglo, en Alemania, a un jubilado le correspondían siete personas económicamente activas. Actualmente, sólo dos.

El intento de solucionar el candente problema demográfico con inmigrantes provenientes de Asia y África tampoco ha tenido mucho éxito. Según un informe presentado en la Cámara de los Comunes británica en el 2008, los ingresos producidos por el trabajo de los inmigrantes son equiparables al  pago de muchos subsidios, a la carga adicional del sector público y al alza de precios de la vivienda provocados por llegada de este colectivo. Todos estos factores afectan a las condiciones de vida de la población autóctona y agravan las tensiones sociales.

La teoría dice que la economía de mercado y la libre competencia son los principales pilares económicos de la Europa unida. Pero si se establecen y garantizan precios fijos a la producción de los granjeros europeos, toda esta teoría de la libertad de mercado y libertad de precios se cae por su propio peso. El gasto de la UE en apoyar a sus agricultores y granjeros es enorme: hasta una mitad de su presupuesto se destina a los subsidios para estos sectores.

La situación económica, social y política de los países de la UE es heterogénea, incluso sin tomar en cuenta Grecia, Portugal y España. Según las investigaciones realizadas a inicios de los años 2000, antes de la crisis, las condiciones para el desarrollo de la actividad empresarial y los métodos de control del mercado laboral en el norte de Europa, es decir,  en Finlandia, Suecia, Dinamarca y Noruega, son mucho más favorables que en el sur y en el centro de Europa. La productividad de trabajo en estos países es igual que en EEUU, mientras que en el total de la UE es un 15 ó 30% menor que en los Estados Unidos. Además, el nivel de corrupción en el norte de Europa es inferior que en el sur y en el centro del continente.

La diversidad de los países de la eurozona dificulta la realización de unas reformas estructurales eficaces, a juzgar por todo, imprescindibles para la UE. De otra parte, las medidas drásticas se adoptarán sólo en caso de un fuerte agravamiento de la situación. Así las cosas, la crisis actual en Grecia bien podría acabar por resultar un catalizador de la transformación de la Unión Europea en algo diferente y no de su desintegración.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDIRÁ OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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