A Israel no le amenaza una tercera Intifada en los próximos años

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Andrei Murtazin, RIA Novosti

El fracaso de las últimas negociaciones entre el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, y el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, coincidió con el 10º aniversario de la intifada Al-Aqsa.

El 28 de septiembre de 2000 empezó la rebelión armada de los árabes palestinos que vivían en el territorio de Cisjordania, en la Franja de Gaza, y en el propio Israel, también conocida como la segunda intifada.

Terminó tan sólo con la muerte del primer líder de la Organización para la Liberación Palestina, Yasir Arafat, en noviembre de 2004.

 Poco antes las fuerzas especiales israelíes asesinaron por misiles disparados a los ideólogos del Hamás en Gaza, el jeque Áhmed Yasín y Abdelaziz Al Rantissi.

Cabe mencionar que la primera rebelión palestina llamada la primera intifada, parecida a la guerrilla, estalló en 1987 y terminó, al contrario, por la victoria política de los árabes en 1994. Entonces, en Cisjordania y en Gaza surgió la Autoridad Nacional Palestina encabezada por Yasir Arafat.

Pero volvamos al año 2000. El 28 de septiembre, cuando el primer ministro de Israel fue líder del Partido  Laborista Avodá, Ehud Barak, el líder del bloque opositor de partidos de derecha Likud, su principal rival, Ariel Sharón subió al Monte del Templo, en Jerusalén, y entró junto con su cortejo en la zona árabe de la ciudad, donde se encuentra la tercera en importancia Mezquita de Al-Aqsa. Los árabes indignados empezaron a tirar piedras contra Sharón y su comitiva, a lo que la policía contestó con porras y gas lacrimógeno.

 Al día siguiente, después de la plegaria de viernes, se reanudaron los disturbios, provocados por jóvenes árabes. Los policías fueron atacados con piedras y cócteles molotov. La policía contestó con balas de goma. Cuatro árabes murieron.

En los días siguientes, la oleada de violencia abarcó casi todos los enclaves árabes de Cisjordania, y de Franja de Gaza, en parte. La policía palestina, creada por Arafat, se adhirió a los insurgentes. Los árabes se armaron no sólo de piedras, sino también de cócteles molotov y de armas de fuego, fusiles Kaláshnikov. Los israelíes fueron defendidos por el ejército regular.

No se puede afirmar que la intifada comenzó por un hecho único y concreto. A primera vista, la provocó Sharón, quien aspiraba a socavar la posición de su principal rival político para aquel entonces, primer ministro Barak. En su opinión, hacía demasiadas cesiones a los árabes: Barak retiró las tropas israelíes del sur de Líbano ocupado por Israel a raíz de la guerra de 1982, además, estaba negociando, por intermedio del entonces presidente estadounidense, con Yasir Arafat sobre la creación de un estado palestino independiente y  sobre el final proceso de paz entre Palestina e Israel.

La última ronda de aquellas negociaciones tuvo lugar en el año 2000 en Camp David, pero las partes no lograron llegar al consenso acerca de dos aspectos relevantes: el estatus de Jerusalén Oriental considerado por los árabes la futura capital del estado palestino, y el regreso de los refugiados palestinos expulsados de sus tierras tras las guerras árabe-israelíes.

Por otra parte, las autoridades palestinas también estaban interesadas en la intifada como medio de presión sobre Israel. Lo estaba, por ejemplo, Yasir Arafat, quien en seis años después de su regreso a la patria no logró, o no quiso, crear un estado independiente, lo estaban también unos líderes jóvenes palestinos de ánimos radicales, como el líder del partido Al-Fatah, Marwan Barghouti, que rechazaron todas las propuesta de los israelíes.

Pero, como es habitual en la historia de las guerras árabe-israelíes, los palestinos subestimaron las consecuencias de sus acciones: en 5 años de acciones bélicas murieron  3.000 árabes y 900 israelíes, la guerra le costó a Ehud Barak el puesto del primer ministro. Ariel Sharón, que le sustituyó en febrero de 2001, redujo a cero los esfuerzos pacíficos de su precedente, el proceso de paz iniciado en Madrid en 1991 quedó suspendido.

¿Cuáles son las consecuencias que vemos hoy? Ante todo, es la escisión de los palestinos en moderados y radicales. Entre los moderados figura también el jefe en ejercicio de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, quien carece del carisma, poder y dinero de Arafat. Al líder palestino no le queda nada más que esperar que EEUU,  principal mediador en el conflicto, ejerza una presión real sobre Israel.

 El propio Abbas está en contra de la confrontación armada con Israel. Al mismo tiempo, los partidarios de la guerra, radicales del Hamás, Yihad Islámica Palestina y otros grupos y movimientos están concentrados ahora en la Franja de Gaza, que se encuentra bajo un impenetrable bloqueo militar y económico impuesto por Israel.

Entre diciembre de 2008 y enero de 2009 las tropas israelíes realizaron golpes preventivos contra las principales fuerzas del Hamás. En el curso de la operación "Plomo Fundido" destruyeron las sedes principales del Movimiento para la Resistencia Islámica y muchos paramilitares suyos. Pero también hubo muchas víctimas entre población civil. Entonces Europa y Rusia censuraron Israel por la aplicación de fuerza inadecuada, pero Tel Aviv logró su objetivo, destruyó casi toda la estructura militar del Hamás en Gaza. El severo bloqueo de Israel cortó los canales de suministros ilegales de armas, y la lamentable situación económica obliga a los habitantes de Gaza a no pensar en la guerra sino en dónde encontrar que comer.

En estas condiciones Israel puede estar tranquilo: en los próximos años no habrá tercera intifada.

 

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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