Al menos tres personas, entre ellas un niño de ocho años, murieron y 144 resultaron heridas por una doble explosión ocurrida la víspera durante un maratón internacional en Boston.
Los hechos tuvieron lugar poco antes de las 15:00 hora local, cuando dos bombas caseras estallaron con un intervalo de 12 segundos junto a la línea de meta entre las filas del público que seguía el evento deportivo. Según la policía, se trata de un “ataque coordinado y perfectamente planificado” que se convirtió en el primer acto terrorista en EEUU tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
“Que nadie se equivoque: llegaremos hasta el fondo de este asunto. Averiguaremos quién y por qué lo ha hecho y cualquier responsable individual o grupo sentirá todo el peso de la justicia”, aseguró el presidente Barack Obama en un mensaje a la nación, al tiempo que instó a “no llegar a conclusiones antes de tener todos los hechos”.
Según las autoridades, 17 de los heridos en la doble explosión se encuentran en estado crítico. Entre los hospitalizados hay varios niños con heridas de diversa consideración, el menor de ellos tiene apenas dos años.
En la carrera de Boston participaban 19 ciudadanos rusos. En el momento del atentado, 16 de ellos ya habían cruzado la meta y los restantes tres aún estaban corriendo el maratón. Según las primeras informaciones de las que dispone el consulado ruso en Nueva York, ninguno de ellos figura en las listas de muertos y heridos. Dos empleados de la misión se desplazaron a Boston para conocer la suerte de sus compatriotas y prestarles ayuda en caso necesario.
Entretanto, las primeras pesquisas apuntan a que las dos bombas fueron activadas por control remoto mediante un teléfono móvil. Unos tres cuartos de hora después del atentado, las redes de telefonía móvil fueron bloqueadas para evitar posible detonación de otros artefactos explosivos. En las inmediaciones del lugar de los hechos se localizaron cinco bombas sin detonar que fueron desactivadas por la Policía.
La doble explosión de Boston obligó a redoblar las medidas de seguridad en otras ciudades estadounidenses, como Washington, Nueva York o Los Ángeles, ante el temor de que pudiera ser el primero de una cadena de ataques en todo el territorio nacional. La presencia policial se ha reforzado en los alrededores de lugares de afluencia masiva y de instituciones gubernamentales, como la Casa Blanca o el Pentágono.
