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BRASIL: ALGO MÁS QUE DEFINICIONES

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Pasadas las primeras horas de la convocatoria a una segunda vuelta electoral para el próximo 29 de octubre, en Brasil, ante la imposibilidad de que ningún candidato alcanzara la mitad más uno de los sufragios, el presidente Luiz Inacio Lula da Silva y todo el espectro político de izquierda en esa nación tienen que hacer un análisis de lo ocurrido y que pasaría por la más honesta de las autocríticas.


Cierto es que el mandatario se mantuvo como favorito en las preferencias del electorado casi hasta el momento del disparo de arrancada y cierto es, también, que superó en más de 6 y medio millones de votos a su más cercano adversario, Geraldo Alckmin, del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB) con quien se medirá en la segunda vuelta.
Importante fue el hecho de que el Partido de los Trabajadores (PT), obtuviera mayoría en 16 de los 27 estados del país y ganara la disputadísima gobernación de Bahía para quedarse en esta primera vuelta con cuatro gobiernos estaduales. Alentador resulta el hecho de que el 65% de los electores del noroeste, donde radica la población más pobre del Brasil, le diera su voto como expresión de que a pesar de todas las campañas en su contra continúe considerándolo como la alternativa de un nuevo proyecto de nación y como prueba de que aún sin haber hecho todo lo prometido en el orden social sí hizo en cuatro años con sus programas Hambre Cero y Bolsa de Familia, mucho más de lo que nunca hicieron los gobiernos que lo precedieron.
Cierto es que Lula, como dijimos en un comentario anterior, no se ha lanzado de cabeza contra el modelo neoliberal, pero si consiguió equilibrar el país controlando la inflación la cual llegó a superar el 2000% en la década de los 90, detener la subida de los precios de la canasta básica lo que unido a una reevaluación del real, la moneda nacional, ha permitido a las familias rescatar su capacidad de consumo.
Todo esto y mucho más que no habría espacio en un comentario de prensa, serían razones suficientes para que holgadamente Lula hubiera resultado reelecto para un segundo mandato si como siempre sucede, el poder de la derecha no se hubiera concertado en una feroz campaña que más que contra el exlíder sindical está dirigida a desmantelar la izquierda brasileña.
Porque de eso se trata y es sobre ese punto que debe sustentarse la reflexión de lo sucedido en Brasil este 1ro de octubre último.
La izquierda brasileña que no es sólo el Partido de los Trabajadores sino otras agrupaciones de diversas denominaciones, los movimientos sociales, los Sin Tierra, las organizaciones ciudadanas y una buena parte de la intelectualidad, tiene que sumar fuerzas para llegar a un entendimiento táctico si no estratégico y cerrar filas frente al poder de los ricos, de los empresarios, de los grandes medios que los representan y hasta de los intereses foráneos que temen la consolidación de una opción que no sea la del gran capital, las transnacionales y el imperialismo.
Una opción en la que Brasil, con toda su fuerza se sume al Sur en esta nueva coyuntura histórica, signada por el unilateralismo y el desprecio a los llamados "oscuros rincones del Planeta" , eufemismo discriminatorio que utiliza el imperio contra nuestros pueblos.
Si alguna lección hay que sacar de la derecha, es de que por encima de sus diferencias cosméticas articulan un bloque monolítico cuando consideran que están en peligro sus intereses, esos que hoy corren en la misma dirección del modelo neoliberal y del servicio a Washington.
No puede olvidarse que esa misma derecha, no vacilaría, de alcanzar sus objetivos en las urnas el 29 próximo, en lanzarse con toda su fuerza represiva contra el movimiento popular y social y sus máximos líderes en una suerte de escarmiento. La historia continental tiene muchos ejemplos que ofrecer en ese sentido.
Toca ahora a la izquierda juntarse. Heloisa Helena, de probada militancia de izquierda, en representación del Partido Socialismo y Libertad se alzó con 6 575 350 sufragios; Cristovan Buarque por el Partido Democrático Trabalhista, también de izquierda acaparó para sí 2 538 829 votos. Ambos, exmilitantes del Partido de los Trabajadores, suman más de nueve millones de votos, suficientes para darle a Lula una buena ventaja de su adversario.
En sus manos y la de sus seguidores podría estar la victoria de la izquierda en esta segunda vuelta y no dar la razón a aquellos analistas que consideraron que fueron sus candidaturas las responsables de que Lula no alcanzará el 50 más uno de los sufragios que necesitaba para triunfar 1ro de octubre.
 Pero hay más, los días por venir podrían ser importantes para que la militancia revolucionaria y progresista brasileña desande los caminos que la condujo al lugar en que hoy se encuentra en el escenario político de esa nación, impensado 20 años atrás, y en un trabajo hombre a hombre rescate una buena parte de los más de 21 millones de brasileños que no acudieron a votar.
Los días por venir serán duros.
Si hasta aquí la derecha política, económica y mediática articuló una campaña de descrédito contra el PT y el Presidente en la que confundieron a no pocos y consiguieron sorpresivamente más votos de los esperado para su candidato, a partir de este momento sólo la unidad de la izquierda y la jerarquización en su discurso político de la obra realizada en estos cuatro años de mandato de Lula no sólo al interior del país sino  en el escenario internacional, podrían consolidar en las urnas lo que tantos años y tanta sangre ha costado al pueblo brasileño.
Por ese pueblo que aún espera confiado que sus dirigentes le haga justicia, la izquierda brasileña tendrá que reflexionar y coordinar acciones para este próximo combate. En sus manos está la victoria que no sería sola de Brasil sino de Latinoamérica toda.

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