¿Cómo ha de reaccionar el Kremlin al desafío lanzado por Mijaíl Saakashvili? Rusia está condenada a la confrontación con las actuales autoridades de Georgia. De ahí, al enfrentarse con tal adversario se puede emplear los métodos más duros. Lo fundamental es que sean "adecuados" (precisamente este término utilizó la semana pasada el ministro de Defensa, Sergei Ivanov).
Después de que en marzo pasado Rusia decretara la prohibición de importar vinos y agua mineral de Georgia, el arca pública de Georgia percibió 80 millones de dólares menos de lo que se esperaba. Otro punto flaco es la energía. Georgia de hecho depende plenamente de la importación del gas ruso: 1.800 millones de metros cúbicos al año. Ahora Moscú lo vende a $110 por mil metros cúbicos. Si mañana Moscú decide subir el precio o cortar los suministros, Georgia tendrá que buscar urgentemente fuentes alternativas. Gasprom en reiteradas ocasiones anunció el propósito de exportar gas a los países de la CEI a precios mundiales. Las centrales hidroeléctricas de Georgia generan suficiente energía solo en primavera, cuando en los ríos hay suficiente caudal.
Pero el principal instrumento de influencia son los migrantes laborales. Según apreciaciones del Servicio Federal de Migración, el año pasado, llegaron de Georgia a Rusia más de 320 mil personas. Sólo el 1% de este total cumplimentó todos los trámites reglamentarios. Al propio tiempo, la suma que transfieren a su patria los georgianos residentes en Rusia alcanza el 20% del PIB de Georgia.
"Las consecuencias del empeoramiento de las relaciones con Rusia serán muy notables para la economía de Georgia. De ello no cabe la menor duda -afirma Konstantín Kosachov, presidente del comité parlamentario para asuntos internacionales-. Pero espero que las cosas no lleguen a tal extremo. En un buen momento el pueblo de Georgia parará a sus dirigentes y les hará entrar en razón".
