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MACABRA INGENIOSIDAD DE LOS EMPONZOÑADORES CONTEMPORÁNEOS

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La muerte del ex oficial del FSB de Rusia, Alexander Litvinenko, hizo hablar el mundo entero, primero sobre el talio y luego sobre el polonio-210, y los métodos de obtener y usarlos.

Moscú, 2 de diciembre, RIA Novosti. La muerte del ex oficial del FSB de Rusia, Alexander Litvinenko, hizo hablar el mundo entero, primero sobre el talio y luego sobre el polonio-210,  y los métodos de obtener y usarlos.

 

Pero según señala Rossiiskaya Gazeta, estos dos elementos no figuran entre los más populares entre quienes se dedican a la macabra práctica de envenenamiento desde milenios.

El arsénico puede catalogarse entre los venenos más antiguos del planeta. Con su ayuda emponzoñaban a faraones egipcios hace milenios y más tarde lo utilizaban con ese mismo fin en las más diversas épocas históricas.

Entre los envenenamientos de la Rusia zarista, uno de los más famosos es, sin lugar a dudas, el realizado por el joven príncipe Felix Yusupov, quien logró matar a Grigori Rasputin en 1916. Al "mal genio" de la familia zarista le ofrecieron unos bizcochos que contenían cianuro potásico. Verdad que el veneno no le hizo mucho daño: Yusupov tuvo que darle después con un hachazo y luego ahogarlo en el Neva.

La Rusia Soviética tenía numerosos enemigos, y por ello los nacientes órganos punitivos de la república de los obreros y campesinos decidieron recurrir a los métodos practicados por los servicios secretos extranjeros. Uno de los líderes del "movimiento blanco", el general Piotr Wrangel, al residir como emigrado en Bélgica, falleció inesperadamente el 25 de abril de 1928, intoxicado con una sustancia desconocida.

En 1959, un agente secreto del KGB disparó una bala emponzoñada contra el líder de los nacionalistas ucranios Stepan Bandera. Las causas de la muerte de éste se ignorarían hasta hoy día, si el propio agente no las hubiese revelado, al entregarse por su propia voluntad a la policía alemana.

Una de las más conocidas operaciones llevadas a cabo por servicios secretos era la de liquidación en Londres en 1978 del disidente búlgaro Georgi Markov. Un desconocido tropezó con él "por causalidad" entre la muchedumbre en el aeropuerto, picándolo en la pierna con su paraguas. En la punta de ésta había ricina,  que es un veneno muy eficaz, pero se detecta fácilmente en el cuerpo de la víctima. Lo que no tardó en revelarse.

En la historia contemporánea, la serie de asesinatos resonantes realizados con la ayuda de venenos comenzó con la muerte del famoso banquero ruso Ivan Kivelidi. Unos desconocidos lo emponzoñaron, al aplicar una sustancia tóxica al auricular de su teléfono. La composición del veneno sigue ignorándose, sólo se sabe que era un agente tipo sarin (GB), que provoca parálisis nerviosa, tan tóxico que tras la primera llamada hecha por aquel teléfono perecieron tanto el propio banquero como su secretaria.

En septiembre del año pasado falleció Roman Tsepov, famoso empresario de San Petersburgo. La causa oficial de su muerte se ignora hasta hoy día. Los médicos sólo en los pasillos decían con cautela que podía tratarse de la intoxicación con un elemento radiactivo. La dosis de la radiación en el cuerpo del difunto era millón de veces más alta que la admisible.

Pero los emponzoñadores en la mayoría de los casos prefieren métodos más primitivos. Un ejemplo de ello - quizás el más conocido, pero no por ello más comprensible - es la intoxicación  al presidente de Ucrania, Yuschenko, realizada vía comida. Por lo menos él mismo así lo cree. Según médicos ucranios, era la dioxina, por la que su rostro quedó cubierto de úlceras.

Otra intoxicación resonante, que era obra de servicios secretos rusos, se produjo hace dos años en Chechenia. Con un veneno desconocido fue matado el famoso terrorista Hattab. Al invulnerable hasta entonces mercenario árabe le mandaron con un correo una carta enviada supuestamente por un jeque árabe, tratada con veneno. Éste empezó a funcionar al entrar en contacto con el sudor de las manos, luego de lo cual el terrorista se murió silenciosamente en dos días.

El primer ministro de Georgia, Zurab Zhvania, fue encontrado muerto en un apartamento de Tbilisi. Al comienzo nadie ni sospechó la participación de una mala voluntad en ese triste acontecimiento. Daba la impresión de que el primer ministro murió intoxicado con óxido carbónico, por no saber manejar la estufa irania. Pero el servicio de inteligencia de EE UU, al realizar su investigación independiente, llegó a la conclusión de que Zhvania fue matado por un método sofisticado.

Al primer ministro le echaron en el vino el pentacarbonil del hierro, sustancia que contiene componentes del gas carbónico y hierro. Hasta una diminuta gota de ese líquido basta para que en el organismo se libere el hierro y el gas carbónico empiece a ejercer su función tóxica. Y luego sólo queda encender la estufa, para camuflar el asesinato.

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