La resolución emitida por el Tribunal de Apelaciones en Irak, mediante la cual el ex presidente Sadam Husein debe ser ejecutado dentro del plazo de treinta días, ha dividido el mundo occidental en dos bandos opuestos. EE.UU. aplaude la sentencia de muerte contra el antiguo dictador iraquí mientras que varias naciones europeas la califican como un error capaz de complicar aún más la situación en Irak.
‘Después de terminada la Guerra Fría, Occidente se puso a desarrollar la idea de los Juicios de Nuremberg de manera totalmente forzosa - opina Alexander Rahr, del Consejo Alemán para la Política Exterior -. Es como si a los ganadores se les reservara el derecho de ejecutar a los perdedores. Así ha sucedido con el ex dirigente serbio Slobodan Milosevic, a quien el Tribunal de La Haya denegó la oportunidad de someterse al debido tratamiento médico; y ahora es la sentencia de muerte en relación con Sadam Husein, o el juicio que se está preparando contra el ex dictador camboyano Pol Pot. Occidente aspira a presentarse en el siglo XXI como un vencedor de las tiranías, entendiendo por tales cualquier régimen de corte autoritario. No hay duda de que Husein ha sido un déspota y un asesino pero su ejecución, ovacionada por Occidente, es algo absurdo y que podría dar origen a un mayor distanciamiento entre el mundo islámico y la civilización occidental. El peligro consiste en que otros dictadores, como el norcoreano Kim Jong-Il, por ejemplo, empiezan a darse cuenta de que su futura retirada equivaldría a una sentencia de muerte. Y es por ello por lo que prefieren aferrarse tanto al sillón'.
El jefe del Comité de asuntos internacionales en el Senado ruso, Mijaíl Margelov, piensa que la ejecución de Husein ‘no podrá aportar la paz a Irak ni contribuirá a la solución de las tareas que se plantean ante las tropas norteamericanas en este país... Los problemas van a subsistir aunque Sadam ya no esté presente, y es porque se ha prendido fuego a toda la región del Medio Oriente'.
