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¿DICTADOR O MÁRTIR? SADAM HUSSEIN ANTE LA HISTORIA

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El tribunal de apelaciones confirmó la sentencia de muerte de Sadam Hussein y parece que se ejecutará en un lapso no mayor de treinta días. Cabe la pregunta ¿qué busca Bush con esta muerte? ¿Crear un mártir? ¿Lograr que el pueblo iraquí olvide las afrentas que recibió del dictador? ¿Consagrarlo ante la historia? El perfil político de Sadam arroja sombras y luces por igual. 
Sadam Hussein contaba  con el cuarto ejército del mundo en cantidad y calidad. Dedicó las vastas riquezas de su país a comprar cañones en lugar de leche, libretas y lápices para sus niños. Las enormes sumas, provenientes del petróleo, fueron empleadas en aviones de guerra,  artillería y tanques y pudieron haber sido aprovechadas en escuelas y hospitales, en medicamentos, en laboratorios y universidades, en centros de investigación superior, en fundaciones culturales. Sadam gastó en pólvora y acero lo que pudo haber empleado en salud y saber, en mejorar las condiciones de vida de su maltrecho pueblo. Gaseó a las minorías kurdas del norte del país. Invadió Irán y Kuwait en su  afán expansionista tras acuerdos con Rumsfeld y la camarilla fascista de la Casa Blanca, durante el primer presidente Bush.                                                                             

Sadam Hussein ha sido un factor de desunión en el universo islámico. En lugar de apoyar un estrechamiento de las naciones árabes, de buscar una hermandad acentuada entre  culturas análogas,  dio pie a un  expansionismo territorial que sembró  rupturas y guerras entre allegados. Su ataque a Irán originó una estéril guerra que duró ocho años.  Su invasión de Kuwait fue el principio de la Guerra del Golfo en la cual perdió a cien mil soldados y la mayor parte de su equipamiento militar. El prestigio del mundo árabe sufrió un serio baldón.                                                               

Tras la invasión  a Kuwait, la Liga Árabe condenó su acción.  Egipto y Siria aportaron contingentes de soldados  a la coalición contra Irak organizada por Estados Unidos; Paquistán, Marruecos y Bangladesh también enviaron tropas, aunque en menor número.  Turquía cerró el oleoducto que lleva el petróleo iraquí al Mediterráneo.  La estrategia de Sadam condujo a la desunión de los gobiernos árabes.                             

Sin embargo, los pueblos islámicos desataron su júbilo ante un dirigente de su misma confesión que se atrevía a enfrentar a la nación más poderosa del mundo. Los musulmanes proclamaron a  Hussein como un nuevo héroe del Islam,  incluso en muchos círculos que censuraban su autoritarismo,  se consideró que su acción despertaba la resistencia  al gran enemigo del mundo árabe: los Estados Unidos.                                           

Irak fue un protectorado británico hasta que se permitió al rey Faisal ocupar el trono en 1921 para encabezar una monarquía constitucional. Gran Bretaña invadió Irak en abril de 1940, derrocó al gabinete pro germano y al regente, que gobernaba en nombre del Rey,  y se aseguró  el  apoyo de Irak durante el conflicto.  En 1948 los disturbios populares contra un tratado con los británicos, que les prorrogaba sus antiguas bases militares, alimentaron los sentimientos patrióticos y antimperialistas de los militares. Los motines se repitieron cuatro años más tarde  y el rey Faisal II ascendió al control del poder habiendo alcanzado la mayoría de edad. No lo retuvo por mucho tiempo, en 1958 un golpe de Estado lo derrocó.                                          

Los Oficiales Libres, dirigidos por Karim Kassem, declararon la república y al islamismo, la religión oficial. La liberación de los presos políticos y el retorno de los exiliados, la nueva constitución, el advenimiento del multipartidismo le conquistó el favor popular al nuevo régimen. Pero Kassem se fue aislando políticamente y en 1963 fue depuesto y ejecutado. El Partido Baas tomó el poder,   mezcló elementos socialistas y nacionalistas en su ideología y favoreció una apertura pro soviética. La idea de un socialismo arábigo prosperó en aquellos años.
  Sadam Hussein conspiró contra Karim Kassem  y a la caída de este regresó a Irak y  en 1969 fue designado Vicepresidente del Consejo de la Revolución y en julio de 1979 asumió la Presidencia de la República y el cargo de Secretario General del Partido. Al año siguiente bombardeó la refinería de Abadan y comenzó la guerra contra Irán.
Sadam Hussein frustró las posibilidades progresistas de una potencial revolución social en el mundo árabe pero no pudo impedir el  actual despertar islámico que se debe a dos fenómenos: el fin del universo colonial, ocurrido después de la Conferencia de Bandung en 1956, y la valorización del uso del petróleo como principal energético de la dinámica industrial. Muchos años de servidumbre política dejó en los países árabes una sed muy viva de autonomía.
Kemal Ataturk, Gamal Abdel Nasser, Ahmed Ben Bella, Ayatola Jomeini, Mohammed Mosadegh han sido algunos de los profetas del despertar islámico que reclama la modernización de sus procedimientos económicos mientras profundiza en las raíces religiosas. Los fundamentalistas parecen haber encontrado la manera de ahondar en su identidad por vía de la espiritualidad.  Sadam no supo comprenderlo y ahora paga con su vida su más grande error político.

 

Lisandro Otero

www.cubadebate.cu

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