EEUU ha lanzado una nueva ofensiva diplomática para reducir la influencia de Rusia en los países asiáticos de la CEI. La Administración de George W. Bush crea a tales efectos el cargo de embajador especial para asuntos energéticos cuya misión clave será neutralizar a Rusia en los intentos de controlar el suministro del petróleo y el gas desde el Asia Central. Asimismo, el nuevo embajador promoverá los intereses de grandes empresas estadounidenses del sector energético en Latinoamérica y otros continentes.
"El Asia Central ha sido objeto de pugna geopolítica entre las grandes potencias a lo largo de dos siglos por lo menos, y no es de extrañar que EEUU y Rusia estén intentando reforzar su influencia en esta región", señaló Natalia Léschenko, analista de la corporación londinense Global Insight.
"Las ingentes reservas del gas y los metales no ferrosos ofrecen a los inversores un potencial considerable. Ambos protagonistas de esta lucha persiguen objetivos claros: afianzar el control sobre las rutas del suministro de energía en el Gran Asia, reforzar la seguridad, prevenir el tráfico de armas y drogas, etc.", agregó.
Las repúblicas centroasiáticas de la antigua URSS, según la experta, "finalmente han dejado de percibir a sí mismas como satélites de Rusia" y procuran implementar una política más autónoma, de vectores múltiples, sacando las ventajas de la cooperación con China, EEUU, Europa y Rusia y aprovechando en lo posible los intereses de estos centros del poder. El líder kazajo Nursultán Nazarbáiev quiere que Kazajstán y los países del Asia Central tengan autonomía como centro político, en vez de aliarse incondicionalmente con algún Estado. El nuevo embajador estadounidense será, por tanto, bienvenido pero en ningún caso será para ellos un asesor clave o una especie de "cardenal gris".
Andrei Grozin, colaborador del Instituto ruso para los países de la CEI, piensa que EEUU y Rusia van desarrollando en el Asia Central "un juego geopolítico interminable". Hoy en día, el péndulo se ha inclinado hacia Rusia, entre otras cosas, porque Moscú colabora sólo con las élites gobernantes, no con la oposición, a diferencia de Washington. Dirigentes centroasiáticos creen peligrosa la política estadounidense, habida cuenta de que podría desestabilizar la situación o hasta provocar una "revolución de color".
