Moscú está luchando contra amenazas ficticias cuando se opone a la ampliación de la OTAN o al plan estadounidense del escudo antimisil en Europa. El auténtico peligro está en el aislamiento, opina el general mayor Vladímir Dvorkin, colaborador jefe del Instituto ruso de Economía Mundial y Relaciones Internacionales.
Rusia no debería preocuparse tanto por la presunta amenaza que emana de la OTAN o del escudo antimisil de EEUU en la Europa del Este, por lo menos, porque a largo plazo seguirá siendo una superpotencia nuclear. Haya o no paridad con EEUU en esta materia, Rusia mantendrá en un futuro previsible tanto potencial de represalia que a ningún loco se le va a ocurrir la idea de implicarse en un conflicto militar con ellas o siquiera amenazarle con un ataque. Decir que EEUU puede neutralizar con armas de alta precisión el arsenal nuclear estratégico de Rusia es un cuento para asustar a gente inexperta, tanto en Rusia como en el ultramar, pero no a los profesionales que son capaces de sacar conclusiones pertinentes tras calibrar las pérdidas reales en todas las etapas de una operación estratégica. El auténtico peligro a las fuerzas nucleares estratégicas de Rusia puede surgir en un futuro lejano, si EEUU y la OTAN proceden a implementar a gran escala, y sin la participación de Moscú, un programa de "guerras estelares".
Lo que sí debería ser un motivo para la inquietud son las consecuencias de una ruptura insuperable entre Rusia y Occidente, no sólo en el plano tecnológico.
Vladímir Putin tuvo toda la razón al observar en Bucarest que la OTAN no tiene un carácter democratizador. Pero sí lo tiene el Plan de Acción para el Ingreso porque los Estados pretendientes deben responder a una serie de condiciones democráticas que están previstas en los estatutos de la Alianza y muchas de las cuales son inexistentes en Rusia. Lo anterior se refiere, en particular, al control cívico sobre las Fuerzas Armadas, condición que obstruye el dudoso reparto de ingentes recursos financieros asignados a la compra de material bélico, preparación combativa, logística y programas de investigación y desarrollo. Las grandes reformas dentro del Ejército ruso, que se fingen desde hace muchos años y se dan por finalizadas con éxito en mentirosos reportes triunfalistas, también resultan inconcebibles sin un control eficiente por parte de la sociedad.
Solamente el control cívico y la independencia del sistema legislativo, judicial y de los medios de comunicación pueden reducir las corruptelas colosales en el sector de defensa y en la economía rusa en su conjunto, así como impulsar el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas que en Occidente se adelantan a las grandes corporaciones en materia de innovación. Es la única manera de frenar el galopante desfase tecnológico en lo que concierne al equipamiento de las Fuerzas Armadas en Rusia y en los países de la OTAN.
Lo anterior también se refiere en plena medida al problema de defensa antimisil. Rusia no debería limitarse a la presencia de militares suyos en las bases DAM que EEUU pretende instalar en Polonia y República Checa. Hay que insistir en la más amplia cooperación en todas las fases de la creación y la explotación del sistema DAM global. No tener miedo a la posible fuga de tecnologías sensibles desde Rusia, pues quedan bastante pocas, sino buscar la oportunidad de adquirir otras, occidentales.
Lo que realmente amenaza a Rusia es la perspectiva de verse aislada cuando todos los países limítrofes se hayan incorporado a la OTAN en una u otra forma, y cuando se haya construido un sistema global de defensa antimisil (DAM), sin la participación de Rusia, Este peligro puede hacerse realidad, si el Gobierno ruso y los politólogos que están a su servicio continúan instigando la histeria militar en vez de proceder a la democratización real del país, la construcción de un Ejército moderno y la búsqueda activa de una fórmula de compromiso en materia de DAM.
