La diplomacia atrevida de Nikita Jruschov

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La sesión de la Asamblea General de la ONU, el 12 de octubre de 1960, en Nueva York, entró en los anales de diplomacia mundial porque el entonces Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, Nikita Jruschov, trató de interrumpir el curso de los debates atacando a zapatazos la tribuna.

La sesión de la Asamblea General de la ONU, el 12 de octubre de 1960, en Nueva York, entró en los anales de diplomacia mundial porque el entonces Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, Nikita Jruschov, trató de interrumpir el curso de los debates atacando a zapatazos la tribuna.

La sesión, en la que participaron líderes de muchos países trató el tema de la independencia de antiguas colonias, y después de una arenga anticolonial pronunciada por el dirigente soviético, tomó la  palabra el jefe de la delegación de Filipinas,  antigua colonia de España y Estados Unidos.

A la delegación soviética le pareció insultante cuando el orador filipino se refirió a la «colonización» de los países de Europa del Este, que habían sido «privados del libre ejercicio de sus derechos civiles y políticos, al ser tragados por la Unión Soviética».

 Fue lógico que el jefe de Gobierno de la URSS no pudo  pasar por alto semejante declaración, y mucho menos contener su indignación, por lo que empezó a golpear con los puños en la mesa, y tras quitarse uno de sus zapatos, golpear con él su escaño.
 
Lo más cómico fue que en pos del secretario general, el sumiso ministro de Asuntos Exteriores soviético Andrei Gromiko,  tuvo también que quitarse el calzado y dar zapatazos en la mesa como su jefe.

Madre de Kuzmá convertida en arma nuclear secreta

Así de impulsiva fue toda la actividad internacional de Jruschov. Y aunque más tarde su hijo afirmara que los famosos zapatazos fue un recurso premeditado para llamar la atención, lo más  probable fue que el líder soviético actuó sin pensar en uno de sus tantos arrebatos característicos.

Siendo el único de los dirigentes soviéticos que con antelación nunca    repasaba sus discursos escritos, tenía dotes de orador intrépido que nunca se amedrantó en utilizar en expresiones fuertes y poco apropiadas en la diplomacia.
  Así nacieron sus numerosas frases célebres y anecdóticas que solían dejar cortados a los intérpretes y hacían quedar perplejo a todo el mundo.

Entre muchos ejemplos, es célebre la frase que le espetó al entonces vicepresidente estadounidense Richard Nixon cuando dijo que las propuestas de EEUU “apestan a la basura”, o cuando amenazó a  diplomáticos occidentales diciendo: “¡Les enterraremos a todos!”.

Pero la historia más famosa fue cuando Jruschov utilizó un dicho del uso popular ruso muy difícil de traducir que se usa para intimidar, algo parecido al dicho en español “mostrar el coco” usado con los niños.
Entonces, al desconocer el dicho ruso, los traductores hicieron una traducción literal y tradujeron: “¡Les mostraremos la madre de Kuzmá”.

Su frase causó conmoción debido a lo que todo el mundo pensó que la madre de Kuzmá, era el nombre código de un arma nuclear secreta con la que la URSS amenazaba a los EEUU.
 Otro ejemplo de su lenguaje extraordinario fue cuando comparó  Hungría con “rata muerta” en unas negociaciones celebradas durante su visita a los EEUU.

La biografía de Jruschov abunda de hechos anecdóticos y frases célebres, pero injusto calificarle como un payaso. Fue una figura de peso, llena de contradicciones, cuyas imperfecciones se compensaban con sus méritos.

Fue el último dirigente soviético que creyó con toda el alma en el triunfo del socialismo en todo el planeta, en la primacía de su régimen por encima del norteamericano, en que su generación lograría “vivir en el sistema comunista”. Esta fe sincera y apasionante quiso hacerla llegar a los “capitalistas e imperialistas”.

Al mismo tiempo, intentó coexistir en paz con esos capitalistas e imperialistas. Trató de establecer relaciones de buena vecindad con los líderes del occidente y se ofendía en serio si aquéllos se negaban a estrechar su mano.

Jruschov aglutinó en sí rasgos contrapuestos,  a la vez fue  ingenuo y astuto, a veces mostró una sabiduría sorprendente, pero también dejó lugar a tonterías absolutas.

Luchando por los países del tercer mundo

El incidente de zapato en la ONU fue una travesura inocente en comparación con otras situaciones ocurridas en la política exterior adelantada por Jruschov.
A pesar de su fe desaforada, tenía bien claro que la rápida victoria de socialismo en países como Gran Bretaña o  EEUU era poco probable. Por eso centró su atención en los llamados países tercermundistas, empujándolos hacia el camino socialista.

Sin embargo, no todos los líderes escogieron sinceramente  aquel camino. Cuba y Fidel Castro fueron más bien una excepción a la regla. Muchos líderes de las ex-colonias permanecieron políticamente indiferentes, comportándose de manera insolente y fortaleciendo su poder con la ayuda económica y material bélico soviéticos.
 Un ejemplo clásico de ello fue el presidente de Egipto, Gamal Abdel Nasser, quien incluso fue condecorado con la Orden de Héroe de la Unión Soviética.

El resultado de aquellos intentos de Jruschov, que les irritó mucho a los líderes occidentales contrarios  a perder su influencia en las ex-colonias con sus recursos y ubicación estratégica, fue la frenética guerra fría, cuyas manifestaciones a veces fueron extremadamente violentas y sangrientas.
 Y el responsable por desencadenar aquella guerra fue Jruschov. Estalin nunca se interesó por el tercer mundo, no aspiró a extender la revolución mundial, contentándose con Europa Oriental y la zona de influencia en Asia, frutos de la Segunda Guerra Mundial.

Comedia propagandística y chantaje

Pero esto no es todo. Jruschov se convirtió en el agente exclusivo  de una política internacional muy peligrosa. Desarrollo una comedia propagandística nuclear continua e imprudente ante Occidente, una exageración desmesurada del potencial nuclear y bélico de la URSS. Jruschov chantajeó a América y Europa Occidental con amenaza nuclear y lo hacía a propósito. A veces parecía una broma.

 Una vez en Moscú estuvo de visita el senador estadounidense Humphrey quien le gusto mucho a Jruschov. El líder soviético le preguntó al senador, dónde había nacido, y, al enterarse de que fue la ciudad de Minneapolis, se acercó al mapa y marcó la ciudad con lápiz rojo. “Para no olvidarme de dejar esta ciudad intacta cuando despeguen nuestros cohetes” - le explicó Jruschov a su pasmado huésped.

Aunque Jruschov, según sus allegados, no quería la guerra, jugó  con  fuego. Sus políticas desembocaron en la Crisis de los Misiles en Cuba lo que puso al mundo al borde de guerra nuclear total.
Jruschov tuvo la sensatez de ceder, pero tampoco fue necesario llegar a esas alturas. Sin embargo, de lo contrario no habría sido Jruschov.

El autor de uno de los mejores libros sobre este eminente y controvertido político, el histórico estadounidense William Taubman decía, que para Jruschov “el mundo externo constituía tanto una amenaza, como una tentación irresistible de dominación mundial”.

Sin embargo, también hay que reconocer los méritos de Nikita Serguéevich Jruschov.
 Gracias a su actividad política internacional frenética la cortina de hierro se hizo más transparente. La Unión Soviética abrió sus puertas al mundo externo. El país respiró a pleno pulmón después de la época de Estalin, cuando quedó convertido en una mezcla de fortaleza asediada y campo de concentración enorme.
Hasta los tremendos errores de política internacional sirvieron de lección para su sucesor. Y, probablemente, si no hubiera sido por Jruschov, el alivio de la tensión internacional habría llegado mucho más tarde. Y eso,  ya es la dialéctica de la historia.
     
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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