Las mujeres toman la palabra: Sexo, Manual para el Usuario

© Foto : Mikhail Kharlamov/Marie Claire RussiaSvetlana Kolchik
Svetlana Kolchik - Sputnik Mundo
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El pasado domingo por la noche, varias mujeres de treinta y pico se reunieron en una famosa tienda erótica en el sur de Manhattan para asistir a un evento extraordinario, un seminario de 2,5 horas de duración y 35 dólares la entrada, intitulado “El Arte del Sexo Oral”.

El pasado domingo por la noche, varias mujeres de treinta y pico se reunieron en una famosa tienda erótica en el sur de Manhattan para asistir a un evento extraordinario, un seminario de 2,5 horas de duración y 35 dólares la entrada, intitulado “El Arte del Sexo Oral”.

Las instructoras, dos jovencitas de ropa muy casual, una de ellas, con un enorme falo de silicona sujetado en su cintura y varios dispositivos en la mano (anillos para penes, mini-vibradores, estimuladores de próstata, lubricantes, una extraña masa de goma denominada “manga de masturbación” y un largo etcétera) revelaron los matices de la tentación oral, al tanto que las asistentes  tomaban apuntes meticulosos y hacían esmeradas prácticas en bananas cubiertas con condones con olor a menta.

Yo también estaba sentada ahí, en la fila trasera, algo perpleja, con mi banana en la mano apenas pudiendo contener la sonrisa. Tenía una excusa para pasar por alto las prácticas pues estaba presente no como estudiante sino como reportera.

Fue una de las historias que cubrí el pasado fin de semana en mi viaje a Nueva York, el proyecto Babeland, una próspera empresa con 17 años en el mercado, que vende con éxito vibradores de diseño (los ejemplares más caros, con oro y diamantes, cuestan hasta 2.700 dólares), juguetes para adultos y todo tipo de accesorios, así como libros y vídeos eróticos, a través de Internet y en sus tiendas de Nueva York y Seattle.
 Asimismo, Babeland organiza seminarios de técnicas y prácticas sexuales, las entradas a las cuales se agotan con anticipación. Las visitantes son mayormente mujeres con profesión y casadas, que se supone, tienen experiencia sexual.

En realidad, cuando pregunté a las chicas durante la clase de “El Arte del Sexo Oral” (al menos la mitad de ellas resultaron casadas) si habían aprendido algo nuevo, la mayoría respondió con una sonrisa,  “no mucho”.
“Por lo menos el seminario comprobó lo que llevamos practicando”, confesó una mujer de 37 años, durante más 10 años en matrimonio y con hijos.

Al otro lado del Atlántico, en el país que hace un par de décadas existía oficialmente un tabú sobre todo lo relacionado con el sexo, ahora se ofrecen aun mucho menos discretos programas dedicados a la sexualidad femenina.
 La renombrada Academia de Vida Privada con sede en Moscú y San Petersburgo ofrece una clase de tres horas una vez a la semana de “Seducción Oral Garganta Profunda” por unos 80 dólares. Las plazas se reservan con meses de anticipación.

 Fundada hace una década por una de las escritoras mejor vendidas en Rusia, empresaria inclinada por sicología, la escuela con sede en San Peteresburgo ofrece clases dedicadas a los temas tipo cómo casarse, cómo planear la vida sexual de acuerdo con el calendario lunar, cómo activar los chakras y cómo adquirir el hábito de tener orgasmos super intensos.

En Moscú y muchas otras ciudades de Rusia decenas o incluso centenares de empresas similares organizan numerosos programas de entrenamiento para las mujeres. Muchas de esas empresas ofrecen seminarios fuera de la oficina de dos a diez días que prometen resultados milagrosos y hasta cambiar la vida, “conviértete en diosa”, “llega a ser geisha”, “descubre una felicidad absoluta” y “convierte a tu marido en un millonario”.

No soy santurrona, nada de eso. Es que simplemente quiero que Moscú tenga tiendas parecidas a Babeland, igual de modernas, acogedoras, informativas, amigables a las mujeres, divertidas y cómodas. Pero me parece un poco absurdo que un asunto tan privado, individual y según creo, sumamente intuitivo, como las relaciones sexuales, se haga objeto de estudio público. El hecho de revelar los últimos secretos de intimidad deja poco espacio para el misterio y la fantasía.

¿Acaso las mujeres somos tan inseguras que nos vemos obligadas a competir con las estrellas del porno como máquinas robotizadas de sexo?
¿Será que perdimos el hábito de comunicación y experimento espontáneos, en la privacidad del dormitorio con la pareja?
¿Y acaso es posible llegar a ser o sentirse una diosa en el sexo tras un seminario de dos o tres días?

Creo que no puedo juzgar con severidad. Es propio de la naturaleza femenina  pedir ayuda en momentos de necesidad y estar abierta al aprendizaje. Además, si surgen problemas en las relaciones, las mujeres tendemos a culparnos a nosotras mismas.

A lo mejor para las habitantes solitarias en las metrópolis es un modo de conocer a nuevas personas o simplemente discutir con desconocidos los temas de los cuales nos costaría hablar con nuestros conocidos. Quizás sea que vivimos en la era de comida rápida y soluciones rápidas en la vida, por lo que simplemente la oferta tiene su respectiva demanda.

Conozco a chicas que asisten a esos programas con más frecuencia que ir de compras y lo disfrutan como si fuese una adicción, aunque su vida sigue igual. Me he encontrado con unas que afirman que su vida cambió para siempre tras asistir a un adiestramiento similar, conozco también a otras que se quejan de que fue un simple despilfarro de dinero.

Yo misma asistí a ciertos seminarios, dedicados tanto a la sexualidad como al desarrollo personal en general, mayormente por cuestiones de trabajo. Unos fueron interesantes, otros ridículos o incluso peligrosos, y muy pocos resultaron útiles.

Respecto al seminario con bananas en Nueva York, yo personalmente apenas he descubierto algo nuevo, y no creo que un par de movimientos que antes ignoraba, cambiarían drásticamente mi vida sexual.

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*Svetlana Kolchik
es directora adjunta de la edición rusa de la revista Marie Claire. Se graduó de la Universidad Estatal de Moscú, facultad de Periodismo, y la Universidad de Columbia, Escuela de Estudios Avanzados de Periodismo, colaboró para el diario Argumenti I Fakti en Moscú y el USA Today en Washington, con RussiaProfile.org, ediciones rusas de Vogue, Forbes y otras.    

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