La reforma cubana en el escenario internacional

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Marc Saint-Upéry - Sputnik Mundo
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El gobierno cubano acaba de publicar un documento de 32 páginas titulado “Lineamientos de política económica y social”.

El gobierno cubano acaba de publicar un documento de 32 páginas titulado “Lineamientos de política económica y social”. Esta carta muy somera de la reforma económica confirma el rumbo de cambio moderado auspiciado por Raúl Castro pero se caracteriza por la vaguedad eufemística de sus formulaciones. Por supuesto, será aprobada en forme unánime por el próximo congreso del Partido Comunista cubano en abril de 2011 (el precedente tuvo lugar en el 1997).

Los Lineamientos no dejan ninguna duda sobre el fracaso del sistema de planificación centralizada. También señalan que la extrema fragilidad de la economía cubana está en parte debida a su dependencia de los altibajos del mercado mundial; sin embargo, no ofrecen el menor comentario serio sobre la crisis financiera o los nuevos desarrollos de la política internacional. No hay ningún análisis sobre el escenario global, ni siquiera una de estas vituperaciones “marxistas” estereotipadas contra los horrores del capitalismo y del imperialismo a la que los ideólogos de cuño soviético nos han acostumbrado.

De hecho, las palabras capitalismo e imperialismo –y los adjetivos correspondientes– nunca están mencionados en los Lineamientos, mientras la palabra “socialismo” aparece sólo tres veces, una de ellas para insistir que no hay que confundirlo con el igualitarismo. El único “ismo” que está copiosamente comentado es “turismo”.

¿Cómo perciben los sectores reformistas de la élite cubana las oportunidades de su país en el contexto global y regional? Si bien las experiencias china y sobre todo vietnamita dan alguna indicación sobre la posible evolución de la economía, hay tres interlocutores verdaderamente importantes para el régimen cubano: Brasil, la Unión Europea (España en particular) y Estados Unidos.

No mencioné a Venezuela. Los servicios de inteligencia cubanos están omnipresentes en la “hermana” república caribeña. Son perfectamente concientes del rumbo errático del régimen venezolano, del carácter impredecible de su líder y de la cuestionable sustentabilidad de sus políticas. También están muy enterados de la corrupción, la impericia y el profundo oportunismo de la nueva clase rentista que ocupa el poder en Caracas. Sospechan que su compromiso con el “socialismo” y la amistad cubana-venezolana no es nada firme.

Los miembros de la alta oficialidad cubana tienen a menudo una auténtica experiencia del combate –en condiciones a veces heroicas, como en Angola. También poseen talentos administrativos comprobados, sobre todo en el sector turístico. No le tienen mucha estima a sus rechonchos colegas venezolanos, que carecen de ambos y cuyos negocios huelen a corrupción. A caballo regalado, no se le mira el diente, así que la ayuda y el petróleo de Chávez están más que bienvenidos, pero los cubanos saben que no pueden ser la base de una recuperación durable de la isla.

La elección de Dilma Roussef el mes pasado fue un enorme alivio para La Habana. No hacen falta pomposas declaraciones de solidaridad ideológica para entender el valor del discreto apoyo de Brasil. El país de Lula es la locomotora económica y diplomática de la integración regional en America Latina, a la que los cubanos quieren participar con sus propios criterios. Quieren también beneficiarse del capital y de las aptitudes de los inversores brasileños, fuente esperada de capacitación y recursos para el sector privado emergente en Cuba.

Pese a ciertos obstáculos y retrasos, la liberación de decenas de presos políticos, con la mediación de la jerarquía católica cubana –implícitamente reconocida como interlocutor político válido–, señala cierta voluntad de descongelar las relaciones con la Unión Europea. Madrid es el principal actor y facilitador en este escenario cambiante.

Del otro lado del estrecho de Florida, el panorama no es tan alentador. Obama había tomado medidas para flexibilizar el embargo y eliminado algunas de las restricciones impuestas por Bush a la visitas y las remesas de los cubanos-americanos. La nueva mayoría republicana en la Cámara de los Representante abogará por un endurecimiento de la actitud de Washington. Con tantos problemas domésticos e internacionales, la Casa Blanca no deseará enfrentar a los halcones conservadores sobre Cuba, un tema de menor importancia económica y geoestratégica pese al fervor ideológico que suscita.

La presidencia de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara debería ser ocupada por Ileana Ros-Lehtinen, una republicana de Florida que encarna lo peor de la vieja guardia del exilio cubano. Llamó públicamente a asesinar a Fidel Castro y se opone ferozmente a cualquier iniciativa de diálogo o negociación por el ala moderada de la comunidad cubana de Miami.

El fanatismo de Ros-Lehtinen va en contra de la actitud más abierta de la nueva clase media educada del exilio. Los reformadores cubanos contaban sobre esta nueva generación para tratar de replicar en un escala menor lo que lograron los comunistas chinos: movilizar el talento y los recursos de sus compatriotas de ultramar para revolucionar su sistema productivo.

El resultado de las elecciones de noviembre en Estados Unidos no es sólo una mala noticia para Raúl Castro. Perjudica a todos los ciudadanos cubanos y a sus familias en la isla y en Florida, sin importar sus opiniones sobre el régimen y sus confusas iniciativas de reforma.

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*Marc Saint-Upéry es periodista y analista político francés residente en Ecuador desde 1998. Escribe sobre filosofía política, relaciones internacionales y asuntos de desarrollo para varios medios de información en Francia y América Latina entre ellos, Le Monde Diplomatique y Nueva Sociedad. Es autor de la obra El Sueño de Bolívar: El Desafío de las izquierdas Sudamericanas.

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