La verdad sobre Kosovo y el Cáucaso le conviene tanto a Rusia como a Europa

© RIA Novosti . Iliya Pitalev / Acceder al contenido multimediaHashim Thaci
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El próximo 17 de enero, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (PACE) celebrará en París una reunión para abordar asuntos humanitarios relacionados con el conflicto militar ruso-georgiano, en agosto de 2008.

El próximo 17 de enero, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (PACE) celebrará en París una reunión para abordar asuntos humanitarios relacionados con el conflicto militar ruso-georgiano, en agosto de 2008.

En relación con esta reunión, el senador suizo Dick Marty, presidente de la comisión de derechos humanos de la PACE realizó el pasado mes de diciembre sendas visitas de trabajo a Moscú y a Tbilisi.

Para Marty, el objetivo de esas visitas fue redactar, en cooperación con los parlamentos de Rusia y Georgia, un documento base para los debates en la reunión de París.

El verano pasado, Marty redactó un informe sobre la situación de los derechos humanos en la zona del Cáucaso del Norte, es decir, en el territorio de Rusia.
Entonces, tuvo lugar una situación sin precedentes. Por primera vez en los 14 años de permanencia de Rusia en la PACE, la delegación rusa con ciertas enmiendas y correcciones apoyó el informe elaborado por la entidad europea.

Vale subrayar que Marty, fue el funcionario que publicó recientemente el sonado informe sobre el primer ministro de la secesionista República de Kosovo, Hashim Thaci, en el que se afirma que es, presuntamente un delincuente y líder de una banda criminal dedicada a la extracción y al comercio de órganos humanos, en primer lugar, riñones, así como al tráfico de blancas, de drogas y de armas.

Y que todos los políticos que, en el año 1999,  participaron en la toma de decisiones acerca del futuro de Kosovo como estado independiente supuestamente estaban al tanto de las actividades de Thaci.
 
Rusia también lo sabía

Desde la perspectiva rusa, en general la historia con Thaci y el año 1999 supera en importancia, los informes sobre Georgia y el Cáucaso, por la simple razón de que la guerra del Cáucaso en 2008, que acabó definitivamente la confianza de los rusos en los valores europeos, tienen raíz precisamente en la situación que se vivió en  Kosovo en 1999.

Si no se hubiera divulgado la enorme mentira sobre Kosovo, tramada por los europeos y los estadounidenses, los acontecimientos de agosto de 2008 y toda la situación interna en Rusia se habría interpretado de otra forma.

En el año 1999 el periodismo internacional en Rusia todavía no se hallaba en su actual estado de decrepitud. El impulso de la época de la glasnost no se había extinguido todavía y, junto con periodistas con muchos años de experiencia había otros más jóvenes y deseosos de superar a sus antecesores.

En la antigua Yugoslavia trabajaban de manera permanente o venían para hacer reportajes muchos comentaristas rusos especializados en temas internacionales.
Este servidor también estuvo allí y no tuvo razones para desconfiar de los corresponsales enviados a aquel país ya inexistente.
Los reportajes eran leídos y ampliamente discutidos, ya que todo el mundo parecía estar de acuerdo en la gran importancia del tema.
En términos generales, la opinión pública rusa estaba informada de lo que estaba pasando en Belgrado o en Pristina.

Sabíamos que el Ejército de Liberación de Kosovo (KLA) no era más que una agrupación criminal que durante largos años había coordinado la invasión de las tierras serbias de Kosovo por parte de los albaneses y que los intentos de Slobodan Milosevic de combatir aquella expansión, además de resultar infructuosos, eran constantemente bloqueados por Estados Unidos y por los países europeos.

Sabíamos que Hashim Thaci y otros dirigentes del KLA compraban armas con los ingresos obtenidos del tráfico de drogas y otras actividades criminales. Sabíamos también unas cuantas cosas más.

En el reciente informe redactado por Marty señaló con exactitud que los servicios secretos de Estados Unidos y de la Unión Europea se daban cuenta perfectamente de quién era Thaci en realidad; la opinión pública rusa, sin embargo, disponía ya en 1999 de datos precisos y en absoluto clasificados sobre el particular.

Aparte de ello, nos dábamos cuenta de que el público estadounidense y el europeo en su inmensa mayoría no estaba plenamente informado sobre la naturaleza del Ejército de Liberación de Kosovo y, por lo tanto, apoyaba a los albaneses y no a los serbios.
 En Rusia este hecho causaba estupor, porque en esos momentos en el país habían muchas ilusiones acerca de los medios de comunicación occidentales, supuestamente independientes de los que deberíamos aprender.

Cuando comenzaron los bombardeos de Yugoslavia por las fuerzas de la OTAN el 24 de marzo de 1999, todo quedó más que claro.
Sólo los más ingenuos siguieron haciéndose ilusiones respecto a los europeos y en Rusia empezó una etapa de desconfianza intensa y difícil de erradicar hacia los discursos o los actos que llegaban de “Occidente”.

Si por lo menos una de las partes hubiera iniciado acciones bélicas contra la otra, la situación hubiera sido  diferente. Sin embargo, se trató de una profunda y evidente mentira.
Y la opinión pública tiende a repudiar la mentira, mucho más que la agresión.
 
Según las leyes de tiempos de guerra

El período de desconfianza mutua e insuperable entre Rusia y los países occidentales duró casi diez años, desde los bombardeos de Yugoslavia en 1999 hasta los muy parecidos acontecimientos (desde el punto de vista moral e informativo) del verano de 2008.

Entonces resultó que la misma opinión pública estadounidense y europea simplemente no pudieron creer que las tropas georgianas hubieran atacado la ciudad de Tsjinvali en plena noche.
Todavía hay personas que no creen estos hechos irrefutables hasta el día de hoy, aunque ciertos informes con ciertas dosis de verdad ya han sido publicados redactados y se han sacado las conclusiones pertinentes.

No obstante, nadie ha pronunciado todavía en voz alta y clara aquello que un círculo limitado de europeos conoce desde hace tiempo: que el presidente de Georgia Mijail Saakashvili es un agresor. Tampoco era de esperar otra cosa, si tanto se ha tardado en revelarse  a la opinión pública que Hashim Thaci es un criminal.

Y, a propósito, todavía no se ha hecho notar ninguna repercusión del informe de Marty, es como si hubiera pasado desapercibido.
Haciendo un resumen de aquel período (cosa que es ahora posible ya que, después de los sucesos de agosto de 2008, rusos y europeos llegaron a la conclusión de que no se podía seguir así y había al menos que hablar las cosas), se puede hacer constar que a ambos lados de las antiguas fronteras de la URSS creció una generación entera de personas, nutrida por el instinto de la desconfianza “hacia los forasteros”.

Los políticos rusos siguen teniendo presente tanto la mentira de 1999 como la de 2008 y reaccionan de una manera natural: ya que la mentira es un arma en la guerra y en ambos casos ha habido guerras, lo dicho por los europeos hay que tomarlo con cautela.
 Son las leyes de los tiempos de guerra, incluso si lo dicho es verdad o tiene parte de verdad.

La cooperación política ruso-europea, a diferencia de la económica, se ha convertido en un baile de máscaras que esconde muchos recelos.
 O, como mínimo, un miedo ante los electores a los que, durante todos estos años, se les hizo creer que Hashim Thaci y Mijail Saakashvili eran unos santos y los rusos unos villanos. Y es que los electores no entenderían este cambio de prioridades.

Y, a partir de aquel mismo 1999, cayeron en el ostracismo político todos los políticos rusos que simpatizaban completa o parcialmente con los valores estadounidenses o los europeos o tenían convicciones parecidas en algo a las “occidentales”. Es decir, la estructura interna de la política rusa quedó distorsionada, alcanzándose un cierto equilibrio de dos puntos de vista: los nacionalistas “ilustrados” y los “salvajes”, sin que haya espacio para nadie más.
 
Los políticos lo tienen más fácil que los electores

Algunos políticos europeos y estadounidenses importantes llevan intentando mejorar la situación más o menos desde invierno de 2008-2009, pero existe el problema de siempre: los políticos desde hace tiempo sabían que Thaci era un criminal, que Yugoslavia fue destruida de una manera muy sucia, y que se ha incitado a algunos regímenes títeres, como el de Ucrania y el de Georgia, a que provoquen a Moscú para cambiar el régimen existente.

A los políticos siempre les es más fácil llegar entre ellos a una fórmula de compromiso, por el hecho de estar mejor informados. Pero, ¿qué hacer con la opinión pública que siempre camina con bastante retraso?

El informe de Marty sobre Kosovo es uno de los pasos necesarios, porque lo que se requiere es simplemente la verdad.
Las organizaciones como la PACE parecen tener en Europa un peso mínimo: es como si fuera una especie de conferencia científica parlamentaria formada por representantes de los parlamentos nacionales, cuyas actividades suelen tener resultados poco relevantes.

El Consejo de Europa no deja de ser esto, sólo un Consejo. Sin embargo, este tipo de tribunas son muy útiles para divulgar entre los europeos la verdad. La verdad sobre Kosovo y sobre la situación humanitaria en la zona del conflicto de agosto de 2008.
 
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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