Las débiles posibilidades de la estabilización política en Kirguizistán

© RIA Novosti . Valery Melnikov / Acceder al contenido multimediaRosa Otunbáyeva
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Al fin y al cabo, Kirguizistán comenzó 2011 con su parlamento y gobierno estructurado y funcionando.

Al fin y al cabo, Kirguizistán comenzó 2011 con su parlamento y gobierno estructurado y funcionando.

Por lo visto, las fuerzas políticas kirguises alcanzaron un compromiso al momento de configurar el gobierno y ahora, esa coalición en el poder tiene la posibilidad de mantenerse en ejercicio hasta los comicios presidenciales fijados para finales del presente año.

La nueva alianza agrupa a las élites políticas del norte y del sur del país, cuya  confrontación  desde hace tiempo ha desestabilizado la situación política interna en Kirguizistán.

Cualquier alteración del poder siempre estuvo acompañada de conflictos, a veces muy violentos, como el ocurrido en abril del año pasado.

El enfrentamiento entre el Norte y el Sur llegó a amenazar la integridad estatal  kirguisa, y ese riesgo de que el país quede dividido persiste hasta hoy día.

Durante la formación de la primera coalición en el parlamento, el partido del Sur quedó fuera del poder ejecutivo, lo que provocó una nueva ola de tensiones. Ahora, una vez restablecido el equilibrio de representación en el parlamento y el gobierno,  Kirguizistán tiene la oportunidad de alcanzar el consenso nacional.

Sin embargo, esto no quiere decir que para la coalición gobernante todo sea color de rosa. El país se ahoga en problemas, y está claro que mucho dependerá de las relaciones del nuevo gobierno  con sus socios extranjeros. En primer lugar, con Rusia, cuya ayuda permitirá a Kirguizistán permanecer a flote varios años ya. Esto es obvio para la mayoría de observadores.

En este caso no tiene sentido aplicar las categorías tradicionales de la escuela  política occidental. En efecto, Kirguizistán es una república parlamentaria pero con ciertas diferencias técnicas en comparación con otros países parlamentarios.

Pero esto no es lo fundamental. Lo que pasa es que Kirguizistán, como el resto de países en  Asia Central, la política expuesta a los ojos de observadores extranjeros, no tiene nada que ver con los procesos políticos internos que realmente ocurren en el país.

Estos procesos, así sean democráticos o no, depende de las relaciones entre los clanes y las etnias kirguisas y nunca de los debates parlamentarias, referéndums o elecciones.

Esos mecanismos políticos característicos de esta región desde el pasado, se hicieron mucho más arraigados tras la desintegración de la URSS.
Los procesos políticos entran en colisión con las normas de estilo occidental inculcadas en los países centroasiáticos de manera artificial.

En estas condiciones es muy difícil hacer previsiones sobre lo que puede ocurrir, por lo cual los estallidos sociales que ocurren de vez en cuando cogen por sorpresa a muchos observadores extranjeros.

Y mientras se recuperan del susto, esos expertos siguen ignorando la realidad de la región, intentando interpretar los acontecimientos desde su óptica tradicional euro-atlántica: “revolución-contrarrevolución”, “democracia-régimen autoritario”, y esto los confunde más así  mismos y a los demás.

Intencionalmente o no, la terminología de los politólogos occidentales hace perder el sentido real de lo que ocurre en Asia Central.

Esto se puede observar al analizar por ejemplo de los disturbios del junio pasado en la ciudad kirguisa de Osh que no pueden enmarcarse en la tradicional interpretación de los últimos eventos en el país como de “una revolución democrática del pueblo sublevado contra la tiranía del poder autoritario”.

No debe olvidarse de que la derrocada “dictadura” de Kurmanbek Bakíev llegó al poder no hace mucho como resultado de otra  “revolución democrática” que a su vez, derrocó, al “dictador” Askar Akáev.
Es evidente que la valoración que se hace a dichos sucesos tienen muy poco que ver con la realidad.

Para entender la esencia y las causas de los acontecimientos de Osh, hay que analizar en serio sus consecuencias y quién se aprovechó de ellas.

En primer lugar los enfrentamientos de Osh desviaron la atención de la población a la pregunta central del plebiscito de junio sobre la transición a la república parlamentaria y sobre la aprobación de poderes del presidente interino.

Los tiroteos de Osh sustituyeron la agenda del referéndum por cuestiones de seguridad haciendo pensar a la población que “si no votamos en el referéndum, este caos y desórdenes no terminará”.

Esa sustitución de prioridades determinó la victoria de las autoridades en el referéndum, que fue el único y principal factor para legitimar el nuevo poder que se colocó al mando a raíz de los enfrentamientos en Osh.

El segundo lugar, tras el referendo,  Kirguizistán pasó a considerarse una república parlamentaria. Es bien sabido, que esta idea fue propulsada sobre todo por EEUU, y la nueva versión de la constitución de Kirguizistán fue redactada con participación directa de expertos estadounidenses.

En tercer lugar, en esta etapa el lobby político y económico uzbeko, que aspiraba a aumentar su influencia en el país y aprovecharse de la situación inestable para afianzar su posición, quedó totalmente destruido.

El cuarto resultado es que a raíz de la violencia, en el sur del país tuvo lugar una nueva repartición de propiedad. No sólo la élite uzbeka quedó seriamente perjudicada, fueron repartidas las esferas de influencia entre los “viejos” y “nuevos” grupos de la élite kirguisa.

No cabe duda que ciertos grupos kirguises, aprovecharon  los enfrentamientos étnicos para ajustar las cuentas entre sí.

En quinto lugar, los enfrentamientos de Osh agudizaron y activaron en Kirguizistán las tendencias nacionalistas y radicales islamistas. Después del dramático año 2010, el nivel de estabilidad en Kirguizistán disminuyó drásticamente, al tiempo que aumentó la posibilidad de una desestabilización de la situación en cualquier momento.

Es decir, ahora es mucho más fácil provocar brotes de violencia en la sociedad y, a su vez, es más fácil manipular la situación política dentro del país en general, también desde el exterior.

Se puede seguir con el análisis. La violencia en Osh es como una estructura de muchos niveles, cada uno de los cuales resuelve  sus propios problemas. Aunque creyéramos a la versión oficial sobre el inicio espontáneo de los enfrentamientos, es evidente que de aquellos acontecimientos se beneficiaron todas las fuerzas interesadas.

Todo ello no puede tener que ver con “la lucha de democracia contra el mal mundial”.

Está claro que la situación del país sigue al borde de una catástrofe. Por ejemplo, puede verse desestabilizada por los rumores de que la presidenta en ejercicio Rosa Otunbáyeva se disponga a cancelar las elecciones presidenciales para prolongar sus propios poderes.

Esto puede provocar descontento incluso dentro de la coalición al poder, y por supuesto, lo provocará dentro de la oposición. Tampoco en este caso permanecerán callados los jugadores desde fuera.

El problema principal y más preocupante de Kirguizistán es que carece de políticos responsables y capaces de abstraerse de los intereses codiciosos y su propia simpatía con tal o cual grupo, para entender y formular  los actuales problemas nacionales del estado, los problemas del desarrollo de la sociedad en total, y no de la repartición de los escasos recursos de esta república asiática.

* Serguei Mijéev, director general del Centro de Coyuntura Política 

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDIRÁ OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI


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