Las mujeres toman la palabra: Chicas materiales o por qué vamos de compras

© Foto : Mikhail Kharlamov/Marie Claire RussiaSvetlana Kolchik
Svetlana Kolchik - Sputnik Mundo
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Entre la Navidad Ortodoxa y el Año Nuevo chino tomé una decisión sumamente importante en mi vida, según pensé, la de ayunar. Pero no iba a seguir los regulares ayunos ortodoxos (la Cuaresma?).

Entre la Navidad Ortodoxa y el Año Nuevo chino tomé una decisión sumamente importante en mi vida, según pensé, la de ayunar. Pero no iba a seguir los regulares ayunos ortodoxos (la Cuaresma?). Mi empeño era de naturaleza diferente aunque no menos desafiante. Decidí dejar de hacer compras, por un mes. El objetivo era abstenerme comprar cosas que no necesitaba mucho. O, como lo resultaría casi todo, dejar de comprar temporalmente las cosas que podían esperar. Ropa, maquillaje, regalos para novio, familiares y amigos y otros gozos. Esos deseos materialistas impulsivos, los que según pensaba yo, podría tratar de resistir o al menos poner en espera. ¿O no lo podría?

Durante las cuatro semanas de abstinencia intenté pensar y revelar por qué con frecuencia despilfarro dinero de manera obsesiva y si había maneras de gastar menos. El sólo pensar de un mes de celibato de compras hizo sentirme más libre, ilustrada y bien superior a todos los consumistas de hoy día. “Haz una pausa, disfruta de lo que tienes”, iba a ser mi mantra de cada día. Yo estaba esperando con impaciencia.

No es que sea una adicta a compras, de ningún modo. No pertenezco a esa casta elevada de Mujeres Auténticas que pueden sacrificarlo todo por la pedicura francesa para ser diosa de la belleza. Esas criaturas apasionadas (¿o adictas? vanas?) gastarían la mayor parte de su salario o ahorros en un nuevo par de zapatos Christian Louboutin o un abrigo Burberry y luego quedarían sin almuerzos durante semanas. Bien hecho, pero yo soy mucho más terrenal. No uso tarjetas de crédito y la última vez, hace ocho años, tomé prestado dinero para comprar mi apartamento.

No obstante, para mí ir de compras no es una simple afición, es un trabajo a tiempo parcial. Mejor dicho, el segundo trabajo favorito, que cautiva energía (¡y dinero!). Los últimos cinco años tuve la suerte de viajar al extranjero al menos una vez al mes y ahora sé que al hacer la maleta para un viaje tengo que dejarla medio vacía. Cuando estoy de viaje las compras siempre son la mayor prioridad y muchas veces están por encima de las cuestiones culturales, gastronómicas e incluso laborales.

En las calles comerciales de Londres, Nueva York, París o Roma me siento como un sabueso en la caza del oso, con instintos desenfrenados y sentidos alerta como si fuera mi última oportunidad de viajar al extranjero antes de que las fronteras de Rusia se cerraran de una vez por todas. ¿Soy paranoica? Puede ser, pero en todo caso me doy este gusto, la vida en la URSS ha dejado su huella. Además, tengo más tiempo libre para compras durante los viajes que en casa, y de cierto, los precios fuera de Rusia difieren extremadamente a favor de cualquier país extranjero incluido Japón.

¿Cabe mencionar mis frecuentes peregrinaciones a las tiendas de belleza, para comprar lápiz labial, sombra de ojos y perfume? Creo que es esencial para la salud femenina al igual que el ejercicio físico. Diría que es aún más esencial, un nuevo lápiz labial o fragancia es una instante subida de endorfina mientras que se requieren horas aburridas en el gimnasio para obtener resultados visibles. ¿Han oído algo sobre el llamado “índice pintalabios”? Numerosos estudios probaron que en la época de la crisis económica y otras situaciones difíciles las ventas de pintalabios caen ya que es uno de los modos más fáciles de hacernos a nosotras, mujeres, sentirnos mejor.

Llámenlo adicción o inseguridad, pero en general las compras son vitales para nosotras. “Necesito un constante subidón así que tengo que comprarme algo regularmente”, confesó mi colega de trabajo Anastassiya. Esta jovencita extremadamente guapa, de 24 años, podría vestirse drags y aparentar una diosa, no obstante, me gusta lo que dijo. Un subidón. Qué cierto es. Para la mujer abstenerse de compras sería lo mismo que para la serpiente dejar de desprenderse de la piel vieja o para la oruga no convertirse en la mariposa. Completamente innatural, es esto lo que quiero decir. Necesitamos cambiar constantemente, seguir con renovación y autoexpresión a través de nuestro aspecto.

“Un vestido nuevo promete vida nueva”, dijo Julia, de 32 años, buena amiga mía, una adicta a compras aparentemente recuperada, que hace unos años, antes de que cumpliera los 30 y la crisis económica quebrara su negocio y ocio, solía gastar en la ropa casi todas sus ganancias. Y eso qué cierto es.

Pues, claro está que fracasé. Mi ayuno apenas duró diez días. Ni siquiera fui al extranjero, una pequeña rebaja en nuestra oficina lo arruinó todo. Una colega mía, editora de la moda y fashionista avanzada para la que las compras es la más alta forma del arte se libraba de su amplia colección de bolsas de diseño. Me enamoré de una bolsa de mano Lanvin color borgoña...Un accesorio completamente inútil, pero no pude resistir. Y por qué tenía que resistir, pensé. Las compras son placenteras. Y la naturaleza femenina es más hedonista que la masculina. Mientras el hombre suele venir, ver y vencer, la mujer prefiere venir, ver y recibir. ¿Para qué suprimir las leyes de la naturaleza?

Pues ahora, al regresar de un nuevo viaje, cargada de tres nuevos vestidos, dos pares de zapatos junto con múltiples regalitos para las personas a las que cuido, siento que esta pequeña debilidad mía es la última a la que rechazaría.

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*Svetlana Kolchik es directora adjunta de la edición rusa de la revista Marie Claire. Se graduó de la Universidad Estatal de Moscú, facultad de Periodismo, y la Universidad de Columbia, Escuela de Estudios Avanzados de Periodismo, colaboró para el diario Argumenti I Fakti en Moscú y el USA Today en Washington, con RussiaProfile.org, ediciones rusas de Vogue, Forbes y otras.

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