En su primer año, Yanukóvich logró estabilizar Ucrania

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El pasado 25 de febrero, el actual presidente de Ucrania, Víctor Yanukóvich, cumplió el primer año de mandato.

El pasado 25 de febrero, el actual presidente de Ucrania, Víctor Yanukóvich, cumplió el primer año de mandato.

Este primer año resultó notable no tanto por los cambios operados dentro del país, sino por la drástica transformación de la actitud hacia Ucrania por parte de la comunidad internacional.

Hace tan sólo un año y medio Rusia, la Unión Europea (UE) y EEUU estaban seguros de que los temas relacionados a Ucrania, como el problema de energía y el destino de la Flota rusa del Mar Negro, provocarían a medio plazo una crisis aguda (sin descartar el empleo de la fuerza armada).

Los acontecimientos en Kíev fueron seguidos por toda la prensa internacional, porque todo lo que pasaba en Ucrania se interpretaba a través del prisma de la competencia geopolítica entre Moscú y las capitales occidentales.

Sin embargo, hoy Ucrania raras veces figura en los noticieros. A veces, aparecen noticias sobre los periodistas descontentos con la presión de las autoridades.

Continúa la larga historia de la  prosecución contra la ex primer ministra Yulia Timoshenko y algunos de sus allegados, acompañada por comentarios esporádicos de políticos europeos a su favor. De vez en cuando, se oye el eco de las disputas sobre cómo interpretar la historia, llevadas entre el este y oeste del país.

Se hacen algunas advertencias del colapse económico, pero resulta que carecen de fundamento. Las disputas acerca del tránsito de gas tanto con Moscú como con Bruselas terminaron. Ni siquiera la cancelación de reforma constitucional gracias a la cual el presidente recobró sus poderes y fue prorrogado el mandato de los poderes legislativo y ejecutivo, provocaron reacción alguna desde fuera.  La  transacción ruso-ucraniana de abril pasado, según la cual el descuento en el precio del gas ruso para Ucrania se cambió por la prolongación de la estancia de la Flota rusa del Mar Negro en la ciudad de  Sebastopol no figuró en las noticias más que unos días.

A pesar de los pronósticos, tampoco tuvo relevancia el supuesto debate sobre la expansión rusa a la economía ucraniana, que al final,  se limitó a un par de declaraciones del primer ministro ruso Vladímir Putin y respuestas ambiguas por parte de Kíev.

Ucrania se convirtió en una periferia política. En parte, esto se debe a circunstancias objetivas: la crisis financiera de 2008 alteró por completo el sistema de prioridades de los principales actores. Al ocuparse de problemas internos, EEUU y la UE dejaron de prestar tanta atención a algunas cuestiones externas como antes. La salida de la recesión no hizo volver  a los intereses de los tiempos anteriores a la crisis, al contrario, acarreó un crecimiento rápido de nuevos desafíos: desde el auge aun más fuerte de China y Asia en general  hasta las revoluciones del Oriente Próximo con un resultado inesperado.

En este nuevo contexto, los conflictos que hace poco parecían cruciales y críticos ya no lo parecen. Casi todo el espacio postsoviético quedó en el segundo plano en el ránking de las prioridades.

Por lo tanto, en cuanto el Occidente dejó de ejercer un control tan riguroso sobre la situación ucraniana, Rusia también abandonó su presión habitual.

Eso sí, Ucrania iba cambiando junto con todo el mundo: la presidencia de Víctor Yúschenko y Yulia Timoshenko fue una época de convulsiones incesantes, tanto para la política interior, como para la exterior.

En parte, esta aspiración a cambios fue una consecuencia lógica de los últimos años de mandato de Leonid Kuchma, caracterizados por el estancamiento y las restricciones a las libertades. Pero en un mayor grado fue resultado de la incompetencia de las autoridades para diseñar una estrategia de cambios consciente y una aproximación a reformas coordinada.

Las autoridades intentaron compensar los fracasos en el campo de administración por una tensión ideológica. Un intento de cambiar rápidamente la identidad nacional de un país de composición tan diversa como Ucrania, y de indisponerla contra Rusia solo pudo conducir a la escalada de la tensión interna.

Se sumaron a ello las guerras personales entre los ex partidarios.

En aquel período después de la revolución naranja Ucrania no dejó de estar en el centro de la atención internacional. Es lógico: los intereses norteamericanos y europeos estaban conectados con esta parte del mundo. Además, es que Yúschenko entendía que instigando el enfrentamiento con Moscú lograba mantener la atención de los socios occidentales. Es verdad que la política rusa de aquel entonces no pudo calificarse de impecable, pero Kíev se esforzó por recargar los tintes. Yúschenko creía en serio que cuanto más lejos estuviera Moscú de Kíev, en esa medida mejorarían las perspectivas de Ucrania.

Pero se llevó un chasco. Las interminables querellas dentro del poder ucraniano y la probabilidad de conflictos entre Rusia y Ucrania fastidiaron a los socios extranjeros y a la propia población ucraniana. El que ahora no se metan en la política de Ucrania es, en gran medida, el resultado de los 5 años de gobernación de Yúschenko.

Por eso Yanukóvich logró en un año poner bajo control casi todo el sistema político del país sin afrontar ninguna oposición, tanto dentro como fuera del país.

El elegante canje de flota por gas permitió solucionar dos problemas importantes en las relaciones entre Moscú y Kíev sin perder nada ninguna de las partes (Rusia le regaló a Ucrania el dinero que nunca le habrían pagado y Ucrania le permitió a Rusia mantener su flota en el territorio ucraniano, lo que no le afecta de ninguna manera) y tranquilizar a las fuerzas externas desinteresadas en que aparezcan nuevos focos de tensión.

En un año de su presidencia Víctor Yanukóvich logró consolidar el poder, minimizar la tensión y empezó a cambiar la imagen del país, volviendo a ganar confianza. Es decir,  creó todas las condiciones para la implementación de una estrategia política y económica coherente.

 Pero queda todavía elaborarla porque no es nada clara. Hasta ahora todos sus esfuerzos fueron destinados a estabilizar la situación. Podemos decir que Yanukóvich todo el año cosechó los frutos del gobierno de Yúschenko: lamentables para éste, pero ventajosos para su sucesor.

A Yanukóvich todavía le queda suficiente tiempo pero la práctica demuestra que la “luna de miel” de cualquier gobierno es bastante corta.

No se puede aprovechar la desilusión del pueblo por su antecesor y permanecer con de brazos cruzados.

Y la falta de oposición, que a principios parece muy cómoda, tiene también sus desventajas. No hay con quien compartir las decisiones desagradables ni de quien aprovecharse como cabeza de turco.

En el espacio post soviético hay muchos regímenes  donde el concepto de oposición no existe de por si, pero es poco probable que Ucrania llegue a convertirse en uno de ellos, ya que tiene una sociedad muy distinta. Además, tarde o temprano los regímenes mencionados se verán en un callejón sin salida, pagando  con zozobras económicas y sociales el largo periodo de estancamiento.

En el plano geopolítico, la ausencia de competencia exterior que iba rompiendo el país en dos resulta indudablemente beneficiosa. Pero Ucrania tendrá que escoger  una postura clara de una vez para todas. Mientras tanto, se encuentra en una posición intermedia, distanciándose tanto de Rusia (a pesar de lo que dicen sus oponentes, Yanukóvich no piensa vender la soberanía a Kremlin) y de la UE que tampoco está muy interesada en Kíev hoy en día.

Este balance no puede durar mucho tiempo, Ucrania tendrá que moverse. El movimiento en una dirección sólo, como mostró el ejemplo de Yúschenko, no hace más que agravar los problemas.

Hay que saber maniobrar, lo que requiere flexibilidad y la habilidad para anticipar posibles circunstancias. Si el actual mandatario posee estas cualidades, pues ya es hora de mostrarlas.

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* Fiodor Lukiánov, es director de la revista “Rusia en la política global”, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.

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