Mijaíl Gorbachov fue un reformador de dimensión mundial

© RIA Novosti . Waleriy Melnikov / Acceder al contenido multimediaMijaíl Gorbachov
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El pasado 2 de marzo, el primer y último presidente ejecutivo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Mijaíl Gorbachov, cumplió 80 años.

El pasado 2 de marzo, el primer y último presidente ejecutivo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Mijaíl Gorbachov, cumplió 80 años.

Su vida, errores y logros son bien conocidos por todo el mundo. Al igual que cualquier reformador, no conquistó el amor de los ciudadanos del estado que encabezó. Tanto más que sus reformas condijeron a la desintegración de aquel estado.

Sin embargo, desde una óptica más amplia, es estimado positivamente, sobre todo en Europa. En todo caso, entró en los anales de la historia como un hombre que cambió el mundo. Asimismo, cambió en un 100 por ciento su propio país. 

Navegando contra la inercia

Dos jalones de la carrera política de Gorbachov, quedarán para siempre gravados en la historia. Su ascenso a la cima del partido y la pérdida del poder. Pero no le recordarán por lo que hizo, sino por lo que decidió no hacer.

Cuando en abril de 1985 Mijaíl Gorbachov fue elegido Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), decidió no asimilarse a sus tres antecesores: Leonid Brézhnev y Konstantin Chernenko que se dejaron llevar por la corriente sin emprender nada, y tampoco quiso seguir los pasos de Yuri Andrópov, quien intentó hacer algo parecido a medidas paliativas.

Por el contrario, Gorbachov optó por reformas radicales, porque comprendió que los cambios eran imprescindibles.

Inicialmente, su espíritu reformador y decisivo no fue tan evidente. A algunos les pareció que Gorbachov intentaba impedir que soplaran los vientos del cambio, por lo que los intelectuales liberales le criticaron ferozmente.

Pero es que Gorbachov-reformador siempre tuvo en consideración la realidad política existente y la correlación de fuerzas en las altas capas del poder.

Porque el Secretario General no era un gobernador todopoderoso que podía hacer lo que se le antojó. Después de la severa dictadura de Stalin y del voluntarismo ilimitado de la época de Jruschov, la cúpula dirigente se garantizó la seguridad haciendo que el líder del partido no fuera nada más que el primero pero entre iguales.

En la práctica, la URSS la administró no un hombre sino un grupo de personas, más exactamente, el Buró Político del PCUS.

Dentro del dicho órgano existió toda una red de contrapesos, factores limitativos y diferentes agrupaciones.

Gorbachov varios años se vio obligado a maniobrar entre los escollos y eliminar paso por paso a sus oponentes, antiguos dogmáticos del partido que luchaban por escribir en el programa del PCUS sobre las evidentes e incuestionables ventajas del socialismo.
Al mismo tiempo, Gorbachov preparó un grupo que le apoyara en sus reformas audaces.

Nada obligó al Secretario General emprender reformas  económicas ni mucho menos políticas. En su situación hubiera sido mucho más fácil no emprender nada.

Tras alcanzar el cargo más alto del estado, aunque  con poderes limitados, no tenía que competir con ningún otro miembro del Buró Político. No necesitaba luchar contra rivales. Habría podido gozar de su posición sin esforzarse demasiado: la inercia era suficiente y el coeficiente de seguridad era alto.

El presidente y el partido comunista

Pero Gorbachov escogió otro camino. Insatisfecho con afianzar su posición en el Politburó, como jefe del partido e incluso ser  Presidente del Presídium del Soviet Supremo de la URSS, puesto equivalente a la jefatura de estado,  Gorbachov decidió crear este puesto de verdad y convertirse en el primer presidente de la Unión Soviética, para lo que reanimó, o más bien, construyó desde cero, la  pirámide de los Soviets volviéndoles su antiguo poderío en vez de las funciones decorativas de apéndices adjuntos al partido que sustentaba el poder real.

A la cabeza de este sistema estaba el Congreso de los Diputados del Pueblo de la Unión Soviética y el Soviet Supremo de la URSS. Gorbachov asumió el cargo del presidente de este último.

Paulatinamente Gorbachov edificó una alternativa y contrapeso a la vertical del partido que servía de eje para gobernar una sexta parte del mundo en aquel entonces, y lo hizo con dedicación.

Después de la tribuna del Congreso ocupó el lugar del presidente, no decorativo como antes, sino investido de poder real y legítimo al ser elegido por más de dos mil deputados muchos de los cuales, a su vez, habían sido elegidos por el pueblo, es decir no eran simplemente emisarios del partido, Comité Central o Politburó.

La verdad es que, de haber realizado unas elecciones nacionales, que habría ganado sin duda alguna, Gorbachov habría asegurado su legitimidad aún más. Pero una acción tan global le pareció innecesaria.

Ya no tiene sentido especular sobre qué habría ocurrido si lo hubiera hecho; la historia no admite suposiciones de este tipo.

Al llegar a ser presidente, Gorbachov se aseguró libertad para maniobrar. Algunos pueden afirmar que sólo se guiaba por el amor al poder. Pues, un político que no aspira al poder es una anomalía increíble. Pero lo importante es para qué estaba buscando ese poder. Era evidente que no lo necesitaba para su bienestar personal.

El riesgo a que se exponía era demasiado alto. Aunque  conservó el cargo de Secretario General, la vertical del partido la socavó. Tanto más que, por su iniciativa, el Congreso de los Diputados del Pueblo de la URSS privó el PCUS del estatus de la principal fuerza dirigente, anulando el artículo 6 de la Constitución de la URSS sobre la supremacía del partido.

Gorbachov metió el buque del estado soviético en un temporal y, como resultado, pereció como lo hace el capitán cuando el buque se va a pique. La URSS no pudo existir sin el PCUS que le servía de base. Claro que el primer y el último presidente de la Unión Soviética  no quería que el fin fuera así. Lo más probable es que ni se imaginaba adónde llevaría la Perestroika, al lanzar este proceso.

Abandonar el cargo con dignidad

Poniendo sus reformas en marcha, Gorbachov se propuso reparar el socialismo. Pero luego resultó que el sistema no podía ser reparado, y no quedó otro remedio que acabarlo. Así eran los factores objetivos que no dependían de las aspiraciones subjetivas del reformador. Gorbachov despertó procesos demasiado poderosos y peligrosos.

Sea como fuera, Gorbachov inició sus reformas por su propia voluntad e iniciativa.  Y de ello no se arrepiente hasta hoy, aunque sus reformas arruinaron su carrera política.

Hay que decir que logró concluirla con dignidad. Cuando Yeltsin, Kravchuk y Shushkévich le arrebataron lo que quedaba de la URSS (la verdad es que quedaba sólo en papeles y en la imaginación de algunos de los ciudadanos), Gorbachov no resistió.
Aunque habría podido, obrar al estilo de Gadafi, por ejemplo. Pero ni se lo planteó. No pensó provocar una guerra civil ni nada parecido.

Y esto es su mérito incondicional. Fue un político reformador, pero en ningún caso un revolucionario. Y merece que se lo agradezcan. Así como sus buenas intenciones.

Mijaíl Gorbachov combatió la censura. Gracias a sus esfuerzos, por lo tanto, los ciudadanos obtuvieron la libertad. Pero cómo emplearían esta libertad que les dio los políticos y el pueblo, esto no dependió de su voluntad.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDIRÁ OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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