La esquizofrenia de Pakistán

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Marc Saint-Upéry - Sputnik Mundo
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Los primeros meses del 2011 han sido muy desalentadores para los liberales laicos y los musulmanes moderados en Pakistán. El 4 de enero, Salman Taseer, gobernador de Punjab, cayó bajo las balas de uno de sus guardaespaldas.

Los primeros meses del 2011 han sido muy desalentadores para los liberales laicos y los musulmanes moderados en Pakistán. El 4 de enero, Salman Taseer, gobernador de Punjab, cayó bajo las balas de uno de sus guardaespaldas. Estaba haciendo campaña por la reforma de la ley pakistaní contra la blasfemia y defendiendo a una mujer cristiana analfabeta acusada por algunos vecinos musulmanes de irreverencia sacrílega contra el Profeta.

Dos meses más tarde, otro crítico de esta ley, el Ministro de las Minorías Shahbaz Bhatti, un cristiano, fue asesinado en Islamabad por cuatro sicarios. Una tercera defensora de la reforma, la diputada Sherry Rehman, ha sido declarada blanco legítimo por algunos clérigos y vive cautiva en su propia casa.

Aunque reconoce la valentía de los reformadores, Feisal Naqvi, un jurista de Lahore, cree que sus tácticas son equivocadas. El auge de la intolerancia religiosa en Pakistán obstaculiza cualquier tentativa directa de descriminalizar la blasfemia. “El gobierno no tiene incentivo racional para enmendar las leyes contra la blasfemia. Las minorías que suelen ser las principales víctimas no tienen poder político o social. Los liberales indignados son tan pocos que son políticamente irrelevantes,” sostiene Naqvi.

Ya que la mayoría de pakistaníes está muy convencida de la necesidad de castigar la blasfemia, no sirve atacar la ley abiertamente, explica Naqvi, pero se la puede cambiar indirectamente: “Los pakistaníes creen que los blasfemadores deberían ser ahorcados, pero también creen que las personas tienen derecho a un debido proceso, así como admitirán que el vigilantismo y la justicia privada no son una buena idea.” El debate debería ser reformulado en torno a la necesidad de proteger a los inocentes; los que emiten “fatwas” contra sus conciudadanos deberían ser enfrentados de inmediato e inculpados por instigar el homicidio.

Naqvi podrá ser acusado de capitular frente al mal, pero no se puede negar que entiende bastante bien cuál es la opinión mayoritaria de los pakistaníes. Una encuesta de agosto del 2010 efectuada por el Pew Research Center muestra que si bien no les gustan los talibanes (65% de rechazo, sólo 15% de aceptación) y censuran fuertemente lo atentados suicidas y otras formas de violencia contra los civiles en el nombre del Islam (80%), muchos pakistaníes comparten concepciones extremas en materia de legislación, religión y sociedad. Más del 80% apoyan la segregación de los sexos en los lugares de trabajo, la lapidación de los adúlteros, el castigo del látigo y la amputación de las manos de los ladrones. Cerca de los tres cuartos están a favor de la pena de muerte para los musulmanes que abandonen su religión.

Así que pese a su hostilidad a los yihadistas y su rechazo a los partidos religiosos (la alianza de los partidos islámicos, el MMA, ganó sólo 2,2% del voto en 2008, contra 11,3% en 2002), muchos Pakistaníes aprueban algunas de las políticas inhumanas abogadas por estos grupos. Su reticencia a cuestionar cualquier acto perpetrado en el nombre del Islam legitima a los molás radicales que no distinguen entre la palabra de Dios y sus propias ideas arbitrarias. Además, los políticos laicos corruptos no quieren ni tienen interés en desafiar abiertamente a estos fanáticos, mientras los generales aficionados al whisky siguen pensando que pueden ser muy útiles para disciplinar al populacho y servir de cómodo espantajo. Así negocia Pakistán con su protector estadounidense, observa Naqvi: “Dennos plata o los molás van a tomar el poder.”

Mohsin Hamid es el autor de una novela perturbadora, “El Fundamentalista reticente,” retrato de un musulmán pakistaní cosmopolita, de sus amargas experiencias en la Nueva York post 11 de septiembre y de su desencanto creciente hacia América y Occidente. Hamid piensa que toda la sociedad pakistaní está padeciendo una forma de lo que George Orwell llamaba “pensamiento doble”. En el Express Tribune de Karachi, describe tres variantes principales de esquizofrenia política: “Hay la posición de los defensores de la seguridad nacional: ‘América es nuestro enemigo; América debería darnos más ayuda’. La de los liberales privilegiados: ‘Todo el mundo debería tener los mismos derechos; nadie me pude obligar a compartir mi prosperidad con los pobres’. Y la de los clérigos ambiciosos: ‘La religión nos hace todos iguales; sólo yo decido lo que dice la religión’.”

En países clave de Oriente Medio y África del Norte, así como en Indonesia, el Islam político tiende cada vez más a converger con las demandas democráticas de la sociedad. Se está transformando lentamente en un equivalente de lo que la Democracia Cristiana –con un pasado a menudo fundamentalista y anti-modernista– llegó a ser a mediados del siglo XX en Europa. ¿Será Pakistán la triste excepción a esta regla?

Algunos miembros de la élite no quieren esperar la respuesta. Residencias secundarias en Dubai, apartamentos en Canadá, Inglaterra o Malasia, se vuelven muy atractivos. Los estudiantes pakistaníes en Estados Unidos reciben de sus padres pedidos urgentes de búsqueda de bienes raíces.

El doctor Pervez Hoodhboy, un respetado científico y activista social pakistaní menciona tres condiciones para frenar el auge de la intolerancia y evitar una catástrofe: el ejército debería mitigar su obsesión con India y empezar a considerar el extremismo local como una amenaza mortal, el gobierno de Zardari debería ser sustituido por uno menos corrupto y más eficiente, y Afganistán debería llegar a un cierto nivel de pacificación. Tres milagros que Alá no parece estar muy dispuesto a conceder.
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*Marc Saint-Upéry es periodista y analista político francés residente en Ecuador desde 1998. Escribe sobre filosofía política, relaciones internacionales y asuntos de desarrollo para varios medios de información en Francia y América Latina entre ellos, Le Monde Diplomatique y Nueva Sociedad. Es autor de la obra El Sueño de Bolívar: El Desafío de las izquierdas Sudamericanas.





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