La reanimación en la Isla de la Libertad

© RIA Novosti . Oleg VyazmitinovHabana
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En medio de un mundo intranquilo, los comunistas cubanos celebraron en La Habana su XIV Congreso.

En medio de un mundo intranquilo, los comunistas cubanos celebraron en La Habana su XIV Congreso. 

De no estar el mundo absorto en los problemas más candentes, como los combates en Libia, las revoluciones en el mundo árabe y sus consecuencias para Europa, Fukushima y otros, los medios de información prestarían mayor atención al XIV Congreso del Partido Comunista de Cuba que sesionó entre el 16 y el 19 de este mes de abril.

Fue el primer congreso celebrado en los últimos 14 años y tan sólo el sexto desde la Revolución cubana. La comunidad cubana afincada en Miami lo está siguiendo con gran atención y hay quienes lo califican de crucial. Los más entusiastas comparan incluso el informe del presidente del Consejo de Estado Raúl Castro, sucesor de su hermano Fidel, con el discurso pronunciado por el líder soviético Nikita Kruschev en el XX Congreso del PCUS, que sirvió para denunciar el culto a la personalidad de Stalin.

Esta afirmación parece hasta cierto punto exagerada: Kruschev habló de un dictador muerto y, bien mirado, la importancia a nivel mundial de ambos acontecimientos no parece comparable. Sin embargo, este congreso cubano no pasó desapercibido.

Haciendo rejuvenecer a la dirección política

Raúl Castro habló de los errores cometidos por su hermano y por los dirigentes del país y de los deslices de la Revolución.

Todas las personas que mencionó están vivas, aunque Fidel se retiró en 2008 delegando la presidencia del Consejo de Estado en su hermano menor.

Se anunció que Cuba se reorientaría hacia una economía mixta, con un sector privado más amplio y mayores libertades económicas concedidas a la población.

Será una especie de mezcla de las reformas de Vietnam y las de China, pero a la cubana. El Partido y Estado de momento se reservan un papel primordial en el nuevo orden.

La edad de los dirigentes en Cuba es un parámetro relativo: Fidel Castro tiene en estos momentos 84 años, está enfermo y ni siquiera presenció el desfile dedicado al 50 Aniversario de la invasión de los mercenarios de la CIA en la Bahía de Cochinos el 17 de abril de 1961.

Su hermano menor, Raúl, tiene 80 años, y la edad media de los cargos políticos cubanos “más jóvenes” oscila entre los 60 y los 70 años. Tampoco es tanto para un político, pero es que en Cuba hay demasiados de estos ancianos-políticos.

Uno de los componentes de las reformas (los cambios suman 300 en total) será precisamente la limitación de la permanencia en el poder: Raúl propuso que la permanencia máxima en un cargo público no pueda superar dos mandatos de cinco años cada uno.

Uno de los enigmas del Congreso fue la elección del Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, puesto ocupado nominalmente por Fidel Castro y que ahora pasa a ejercer Raúl Castro.

En principio, el hecho de que en un Estado de partido único “los últimos mohicanos” empiecen a hablar en serio sobre su edad más que avanzada y la necesidad de rejuvenecimiento de la dirección política, no deja de suscitar ciertas dudas.

Por otro lado, es cierto que la situación en Cuba es tal que ya no es posible seguir sin que se tomen ciertas medidas. Tiene que haber cambios, pero es mejor que sean paulatinos, porque un cambio brusco y radical sería muy peligroso. Y es que las reformas que están sobre la mesa harán temblar todos los pilares de la sociedad cubana.

Cuba está a punto de iniciar un proceso que se conoce como la “supresión del Estado social”.

En Cuba, el salario medio es de unos 20 dólares al mes. No obstante, el Estado invierte prácticamente el triple de esa cantidad en el sistema de sanidad y educación, en productos alimenticios y de consumo, en el sistema de transporte y en subvenciones a las empresas estatales.

Raúl Castro anunció, pues, que las subvenciones a las empresas industriales se irán reduciendo, se suprimirá el sistema de racionamiento de productos alimenticios y de consumo (a excepción de los habitantes más necesitados) y se ampliará el sector del pequeño comercio privado.
En la actualidad el Estado cubano da empleo directo al 85% de la población activa cubana. Según estimaciones de los economistas cubanos, la reducción de las subvenciones tendrá como resultado entre 1 millón y 1.5 millones de parados.

Para una isla con un total de 11.5 millones de habitantes es una cifra más que considerable. La única esperanza es que consigan empleo en el sector de las pequeñas y medianas empresas privadas que irá desarrollándose. Este paso es el que recuerda precisamente las reformas llevadas a cabo en Vietnam a finales de los 80 y 90 del siglo pasado.

Es evidente que los cambios en la dirección política de Cuba no se producirán de la noche a la mañana: Raúl fijó para la realización de las reformas un plazo de 5 años. Los “camaradas mayores” no muestran especial  entusiasmo con los cambios previstos, sobre todo, en lo relativo a su lado social. La pregunta, no obstante, no es ¿merece la pena?, sino ¿cuándo serán capaces los dirigentes cubanos de hacerlo? y ¿podrán conseguir sus propósitos?

Los vientos de las “revoluciones árabes” han llegado también a Cuba y aunque la Isla de la Libertad no es ni mucho menos el país más pobre del Caribe (en comparación, por ejemplo, con la degradación social observable en sitios como Haití) todo el mundo tiene claro que no se puede seguir viviendo de esta manera.

Cuba necesitaría ni más ni menos que transformar por completo la economía nacional, reescribiendo el contrato social vigente hasta ahora. Ni falta que hace señalar que los antiguos dirigentes no podrán quedarse en el poder, porque carecen de los recursos para amoldarse al nuevo orden económico de mercado. Así que las reformas de la economía han de ir acompañas por las políticas. El régimen, dicho sea de paso, ya ha puesto en libertad a todos los conocidos como “disidentes”.

Habría que ver, por supuesto, si se trata simplemente de rejuvenecer el socialismo cubano o de iniciar la transición hacia un modelo político, ideológico y estatal completamente diferente. En cualquier caso, las reformas propuestas por Raúl Castro, no parecen ser meramente declarativas.

Sin ayuda de EEUU las reformas apenas avanzarán

Es interesante señalar que el éxito de las reformas propuestas dependerá sólo en parte de los cubanos y de sus autoridades. Cuba no es un país pobre, pero sus ingresos provienen fundamentalmente de la exportación de azúcar y níquel, además de otros minerales. Los precios de estas materias primas, sin embargo, están sometidos a grandes vaivenes en los mercados internacionales.

Cuba tiene unas enormes posibilidades como destino turístico, pero para desarrollar el turismo haría falta invertir en infraestructuras y construir hoteles. Las prospecciones realizadas en la costa de la isla han encontrado yacimientos de gas y petróleo, pero todavía no en cantidades importantes, por lo que no ha sido posible comenzar su extracción.

No cabe duda de que, en la nueva situación, jugará un papel determinante EEUU, que mantiene contra Cuba un embargo comercial impuesto hace 50 años. Es cierto que ya están en la isla haciendo negocios los canadienses y los alemanes; pero todo el mundo es perfectamente consciente de que, sin la participación del gran vecino del norte, sin sus inversiones, sus turistas, sus compras, etc., será difícil que la economía cubana despegue.

Y en EEUU hay un grupo de presión muy importante que no tiene especial interés en la recuperación económica de Cuba y en la renovación y reforzamiento de los actuales dirigentes de la isla.

Se trata de la emigración cubana, en la que también ha crecido toda una nueva generación. Muchos de los que no se han integrado plenamente en Miami tendrían todo el interés en que hubiera una revolución de signo democrático en Cuba para retornar triunfalmente para participar en el reparto del poder y de las riquezas de la isla.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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