Las mujeres toman la palabra: Moscú, por qué es única e inspiradora

© Foto : Mikhail Kharlamov/Marie Claire RussiaSvetlana Kolchik
Svetlana Kolchik - Sputnik Mundo
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“¿Quiere usted que se lo envolvemos para regalo?”, me preguntó con sonrisa la chica del departamento de cosmética, sus ojos brillaban y las mejillas estaban rozagantes.

“¿Quiere usted que se lo envolvemos para regalo?”, me preguntó con sonrisa la chica del departamento de cosmética, sus ojos brillaban y las mejillas estaban rozagantes. Estábamos en una de las mayores boutiques de productos de belleza en el centro de Moscú que funciona 24 horas al día 7 días a la semana. Eran alrededor de las dos de la madrugada y llovía a cántaros.

Al meter en la bolsa una cajita artificiosamente empaquetada de artículos Chanel (de pronto se me ocurrió que tenía que comprar un regalo para un evento que iba a asistir la mañana siguiente), me pregunté si alguna ciudad en el mundo podría ofrecer tantas oportunidades para compras y diversión. A propósito, yo no era la única en que buscaba perfumes y pintalabios en plena noche, había otros clientes también.

No obstante, Moscú es objeto de quejas, sobre todo y con mayor frecuencia por parte de los moscovitas. El clima desagradable, mucho tráfico, fuertes tensiones nerviosas, precios por las nubes, falta de la infraestructura turística, el gris predominante en todo: edificios, paisaje, ropa etc.

Algunos de estos críticos califican esta ciudad de “imposible para vivir ”, especialmente en comparación con París, Londres, Berlín y otras ciudades grandes con un nivel de vida más alto. Y es curioso que estos críticos sigan viviendo aquí en Moscú y disfrutando de las numerosas posibilidades que ofrece.

Y yo creo que no tienen razón. Hay muchas cosas que convierten a Moscú en un lugar espectacular, maravilloso y único.

Es una ciudad que jamás duerme, y no sólo en verano cuando las noches son tan claras como los días (sí que también tenemos las noches blancas, pero con menos luz que en San Petersburgo), sino que durante todo el año. En plena noche se puede ir a una tienda para comprar muebles, adquirir un frigorífico o un televisor en una de las muchas tiendas de electrodomésticos que funcionan día y noche, comprar comida en uno de los infinitos supermercados de noche (en mi barrio hay al menos cinco de éstos) o tiendas mayoristas, ir a un centro de bronceado, recibir un masaje o hacer un facial, asistir a una clase de yoga o hacerse la manicura en uno de los salones de belleza. Hasta que según he notado, los dependientes son mucho más amables y más relajados por la noche como si el estrés se disipe con el anochecer.

Es una ciudad de contrastes extraordinarios. ¿En qué otro lugar del mundo se verá un nuevo Bugatti Veyron de 2 millones de dólares junto a un viejo Volga vintage negro o un Lada averiado? (Llamamos este modelo de Lada de 1972 “kopeika”, así se denomina en ruso la moneda del menor valor.)  Y por fin, sólo en Moscú se puede levantar la mano para parar un auto y regatear con el conductor que te lleve donde quieras y es posible que te salga aun más barato que el taxi.

Es una ciudad de paisajes arquitectónicos más raros y curiosos. Así, en un barrio de Moscú se puede encontrar un edificio estalinista de fábrica soviética, parecido a una prisión y convertido en una galería de arte, una bonita mansión que data del siglo XIX y una iglesia barroca. Y un mes después algo totalmente diferente, tipo un rascacielos, podrá intercalarse a esta mezcolanza, junto con nuevos restaurantes, cafeterías y tiendas.

Es una ciudad con uno de los metropolitanos más bonitos del mundo y con pasajeros de metro más peculiares también. A diferencia de los usuarios de transporte público de otras ciudades grandes, los moscovitas a veces son extremadamente curiosos, hasta examinadores, y no importa lo cansados que estén. Nada de privacidad: miramos y examinamos unos a otros con una intensidad cinematográfica.

“En Moscú se puede vivir una aventura amorosa en los cinco minutos que dura el viaje en tren o el recorrido por la escalera mecánica”, dijo Ivan Kurinnoy, uno de los célebres fotógrafos moscovitas que trabaja para las mejores revistas ilustradas.

Puedo seguir sin parar mi lista de rasgos únicos que posee Moscú. Por ejemplo, las chicas que siempre se visten a la última, incuso si hace 30º grados bajo cero en la calle. Y los perros callejeros, bien acomodados en Moscú, que saben viajar en todo tipo de transporte, incluso en metro, y cruzan sin temor las calles más concurridas. Y los numerosos restorancitos donde se puede probar los platos típicos de la cocina georgiana, azerí, iraní y otras, que representan una buena alternativa a los restaurantes citadinos de lujo absurdo.

No obstante, tardé años en reconciliarme con mi ciudad. Viví en Nueva York y Washington y al regresar hace ocho años a la capital rusa, me costó mucho sintonizar con la vibración de Moscú, ruidosa, caótica y completamente impredecible. Pero poco a poco aprendí a aceptar las cosas que no podía cambiar (el tiempo, por ejemplo) y agradecer la multitud de oportunidades para el trabajo y la vida personal que ofrece esta generosa cuidad. Me enamoro de Moscú cada mes de mayo, cuando todo se vuelve verde y fresco, y en verano cuando la ciudad se hace calurosa y vacía.

Pero sobre todo aprendí a disfrutar de la manera con la que cambia esta ciudad. Moscú se transforma constantemente, a veces dramáticamente, a veces en una noche, su ritmo jamás disminuye mientras la economía se estabiliza. 

Cierto es que no puedo seguir todos sus cambios, pero creo que su energía es increíblemente estimuladora.

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*Svetlana Kolchik es directora adjunta de la edición rusa de la revista Marie Claire. Se graduó de la Universidad Estatal de Moscú, facultad de Periodismo, y la Universidad de Columbia, Escuela de Estudios Avanzados de Periodismo, colaboró para el diario Argumenti I Fakti en Moscú y el USA Today en Washington, con RussiaProfile.org, ediciones rusas de Vogue, Forbes y otras.

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