En la zona muerta de Chernóbil quedan indicios de vida

© Foto : Igor KostinLa zona muerta de Chernóbil tiene indicios de que allí hay vida
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Hace 25 años, el 26 de abril de 1986, ocurrió el accidente en la Central nuclear de Chernóbil.

Hace 25 años, el 26 de abril de 1986, ocurrió el accidente en la Central nuclear de Chernóbil.

Hoy la zona de exclusión, o zona muerta, establecida inmediatamente tras la explosión en un radio de 30 km alrededor de la Central, muestra no pocos indicios de que a pesar de todo, allí hay vida.

Las ciudades de Chernóbil y Pripiat (a 3,5 km del lugar del accidente) no están absolutamente muertas. Con el motivo del 25 aniversario de la catástrofe, aquí frecuentan periodistas y agencias organizan excursiones para turistas.

No sólo la curiosidad, sino también la nostalgia impulsa a la gente a volver allí.

Alexei Breus trabajó de ingeniero en la Central nuclear de Chernóbil desde 1982 hasta 1986 y participó en las labores para  neutralizar las consecuencias los primeros días después de la explosión.

“Cuando me mandaron a Pripiat a trabajar en 1982, la ciudad no me gustó nada. Intenté irme de allí en seguida”, - cuenta Alexei. Pero al dejar el lugar odiado tras el accidente, volvió allí más de una vez.

“Vivo en Kíev hace un cuarto del siglo, pero visito Pripiat a menudo. Me atrae aquí una fuerza incomprensible”. El ex ingeniero añade que siempre empieza con una visita a su antiguo apartamento y luego pasea por las calles de Pripiat con sus viviendas abandonadas, torcidas y medio destruidas.

Claveles para el operario de la Central

En la misma casa se encuentra un piso donde siempre hay claveles frescos. Los trae aquí la madre del operario de la estación, Leonid Toptunov.
Toptunov participó en el experimento  realizado el 26 de abril por la noche en la Central para comprobar la capacidad del turbogenerador de producir energía eléctrica mínima para el funcionamiento de la planta en condiciones de emergencia.

“Toptunov fue acusado de pulsar el botón rojo de detención urgente del reactor que provocó la explosión, - cuenta Breus. – Cuando le vi más tarde aquella misma mañana, estaba muy pálido. Recibió radiación equivalente a 1200 rem (inglés: roentgen equivalent man), siendo 600 la dosis mortal”.

Leonid Toptunov, de 26 años, murió dos semanas después de la avería a consecuencia de la exposición a dosis mortales de radioactividad.

La ciudad quedó abandonada en un día para siempre

“Cuando el 26 de abril me estaba preparando para ir al trabajo, ni siquiera sospeché que había ocurrido algo. No hubo ningún ruido”, - sigue recordando Alexei Breus.

Horas más tarde, Breus junto con sus colegas trabajaba  neutralizando las consecuencias de la avería. En las primeras horas lo más importante fue suministrar agua para enfriar el reactor.

“Trabajé durante el primer turno en el reactor No. 4, y en el segundo y tercer turno, en los reactores No. 2 y 3. Cuando volví a casa, la ciudad ya estaba vacía”, - recuerda Breus.

Los 50 mil vecinos de Pripiat fueron evacuados de la ciudad ya en el segundo día después de la catástrofe. A Alexei le permitieron salir de la zona sólo a mediados de mayo de 1986. Desde entonces guarda un certificado que comprueba que fue sometido a procedimientos contra la exposición a niveles elevados de radiactividad.

“Nos ordenaron a tomar una ducha para limpiar la contaminación y luego midieron los niveles de la radioactividad, - cuenta Breus. – Antes de que saliera a Kíev, me concedieron un certificado de contenido curioso: “pasó medidas de  higienización, y puede encontrarse en los colectivos”. Para un hombre soviético  era la máxima felicidad.”

Hoy el nivel de radioactividad en Pripiat es de 40-60 micro roentgen la hora, siendo la norma 30.

Según especialistas, permanecer en el terreno contaminado un periodo limitado (una excursión no puede superar 8 horas), el visitante no perjudica su salud. Sin embargo, recomiendan evitar los lugares donde se registre un drástico aumento de radioactividad.

“Si medimos el musgo que creció sobre asfalto aquí, vemos que la radiación es de 1.500 micro roentgen a la hora, - muestra Alexei. – Es uno de los lugares más contaminados de la ciudad. Se recomienda evitar pisar el musgo: el polvo radioactivo, que se adhiere al calzado, puede exceder la norma y a la hora de salir de la zona tendrás problemas”.

La ciudad donde, como dice Alexei, “el átomo venció al hombre”, es una ilustración de la fuerza de naturaleza: los árboles siguen creciendo e incluso destruyendo con sus ramas las viejas construcciones de hormigón.

Kíev mira de reojo a los residentes ilegales de Pripiat

Hace 25 años, centenares de vecinos de la capital ucraniana estaban esperando recibir sus propios pisos en casas recién construidas por el Estado. Pero a esta casa le correspondió otra suerte.

Ya al día siguiente al desastre surgió el problema de alojamiento de casi 50 mil evacuados de Pripiat y el Gobierno les colocó en la casa a la que aspiraron algunos habitantes de Kíev.

“Kíev nos acogió con disgusto: nos vieron como a gente sucia y contaminada que privó de viviendas a aquellos que las  esperaron durante años, - cuenta una de las evacuadas, Valentina Ovchínnikova. – Cortaban las vías para que no pudiéramos acercarnos a las casas. Pero, ¿acaso llegamos aquí por nuestra voluntad? Claro que no, necesitábamos un lugar para vivir. Lo perdimos todo…”

Todo lo que ostentaba un hombre soviético: vasija, alfombras, muebles, electrodomésticos, todo quedó para siempre en las casas abandonadas. Se pudo coger sólo lo más necesario.

“Lloré sin parar, sin entender, ni ver nada. Me dolía mucho dejarlo todo”, - cuenta Valentina.

Valentina llevó sólo las fotos de familia y no tiene ni idea de lo que pasó con sus cosas. Jamás se decidió a volver a su tierra natal.

Además, está prohibido penetrar en la zona de exclusión sin permiso especial que debe ser verificado en un puesto de control.

En comparación con Pripiat, adonde los turistas y periodistas vienen para ver una “ciudad muerta”, Chernóbil parece llevar una vida activa.

Nadie renuncia a tomar té en casas de vecinos hospitalarios de Chernóbil

Más de mil vecinos de Chernóbil y pueblos cercanos no pudieron acostumbrarse a sus casas nuevas y volvieron a su tierra natal sin autorización.
Fue posible los primeros días después del accidente. En 1990 introdujeron salvoconductos temporales  para los que necesitaran entrar en la zona de exclusión y desalojamiento obligatorio.

“Cuando volví a casa, todo estaba destruido, ni siquiera había ventanas. Tuve que restablecerlo todo por mis propias manos, - cuenta Valentina Kovalenko, de 73 años, quien volvió a Chernóbil un mes después de la catástrofe.

El amor por la ciudad natal venció el miedo a la radiación, dice Valentina. En verano de 1986 ella ya recogió la cosecha en su huerto.

“Bebíamos agua, comíamos bayas, patata y todo lo que estábamos cultivando, - cuenta con sonrisa. – Primero, traía mi cosecha a la capital para que me midieran la radioactividad, y siempre me decían que incluso podía venderla”.

Actualmente en la “zona muerta” viven aproximadamente 200 residentes sin autorización. Acogen a los turistas con mucha hospitalidad.

Valentina, por ejemplo, siempre invita a tomar té con bocadillos en su casa. Cuando pregunto si es una prueba de valentía, contesta, asombrada, que nadie ha renunciado a tomar té con ella. “El que tenga miedo, que no venga”,  – dice.

Cada grupo de turistas tiene un guía en Chernóbil, quien sin falta avisará que aquí no se puede fumar,  tocar, ni comer nada. Pero cada uno es responsable por su propia salud por y toma decisiones sí mismo.

El nivel de contaminación lo miden en los patios de los residentes locales regularmente, también miden el de verduras, frutas y bayas cultivadas aquí. En la administración de la zona dicen que cada residente está recibiendo cierta dosis de radiación.

Equivale aproximadamente a un rem al año, contra la norma de 0,5 rem para la gente común y 2 rem para los empleados de la Central.

Pero para estos residentes que volvieron aquí a pesar de todo, que casi todos son gente de edad avanzada, la radiación es menos peligrosa que una nueva mudanza, creen en la administración.

 Por eso, a pesar de la prohibición oficial de vivir en la zona, la gente que volvió aquí hace 25 años ya es reconocida de facto y nunca será obligada a abandonar sus casas.

Los residentes ilegales salvaron la iglesia de la ciudad

Cada domingo Valentina Kovalenko va a la iglesia. Se encuentra cerca de su casa.

“Me pidieron ayudar porque no hay quien venda velas”, - explica.

La iglesia de San Iliá de Chernóbil fue construida a finales del siglo XIX y cerrada tras la avería en la Central. Cuando las casas de la zona de exclusión fueron saqueaban por  merodeadores, los residentes  ilegales protegieron la iglesia.

“La gente se quedaba a pernoctar ante las puertas de la iglesia” – cuenta la esposa del superior de la iglesia.

La Iglesia fue reabierta a principios de los 1990 para que la gente que trabajó en la Central pudiera venir a rezar allí. Las llaves del templo las guardaron los responsables elegidos entre los residentes locales.

Al ver que la antigua iglesia se encontraba en desolación, el padre Nikolay y su mujer, Liubov, no pudieron abandonarla.

“Visitábamos nuestra casa en Chernóbil regularmente y veíamos que la Iglesia de San Iliá cada año se encontraba en peores condiciones. El padre Nikolay, quien estudiaba entonces en un seminario, se dirigió a la eparquía para que encontraran a un superior para la iglesia, pero nadie quería ir a Chernóbil. Entonces el Señor le bendijo para ello”, – cuenta la madre Liubov.

Desde que la familia del padre Nikolay se alojó en una casita cerca de la iglesia, aquí ofician misas cada domingo y en días festivos. El 26 de abril y el 9 de mayo centenares de feligreses acuden a la misa. Estos días la ciudad de Chernóbil la visitan sus residentes antiguos.

Después del accidente en la Central nuclear de Chernóbil, 116 mil personas fueron evacuadas de la zona contaminada. En primer lugar, desalojaron a los residentes de Pripiat, la ciudad más cercana a la Central. Luego fueron evacuados vecinos de otras 187 localidades.

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