Japón en zona catastrófica

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El potente terremoto y las catástrofes naturales ocurridas en Japón causaron a la economía japonesa un daño de un alcance indeterminado que pone en duda la capacidad de recuperación de este país.

El potente terremoto y las catástrofes naturales ocurridas en Japón causaron a la economía japonesa un daño de un alcance indeterminado que pone en duda la capacidad de recuperación de este país.

Un mes a merced de la naturaleza

Los daños materiales sobrepasan ya los 250.000 millones de dólares. Eso sin tener en cuenta la reparación de la red eléctrica y las compensaciones a los damnificados por la tragedia, extremos que podrían doblar la suma mencionada y situarla en cifras similares a la mitad del presupuesto nacional.
Las explotaciones agrícolas de la zona noroeste del país han dejado de existir de hecho y la flota pesquera de bajura está fuera de servicio por mucho tiempo. Por otra parte, la costa golpeada por el tsunami está cubierta por los escombros de las viviendas, automóviles rotos y  basura.

Existe otra situación que puede tener unas consecuencias impredecibles para la economía nipona. La parte noreste de Japón tiene una gran cantidad de empresas de accesorios para la industria automovilística. La catástrofe ha provocado que las exportaciones a Europa y EEUU hayan descendido bruscamente, y este sector no es una excepción. Hasta ahora a los mercados mencionados están llegando los envíos que se cargaron hace un mes.
Pero esta situación no durará mucho y el déficit ulterior se prolongará por medio año como mínimo, lo que, sin duda, afectará seriamente a la industria nipona del automóvil. En algunas fábricas japonesas emplazadas en EEUU ya ha comenzado el proceso de contracción de mercado y se están registrando pausas en la producción, mientras que los concesionarios han reducido el número de modelos a la venta.

La agricultura ha sufrido graves daños: más de 20 mil de hectáreas de terrenos de cultivo están totalmente contaminadas, y los productos de los campos situados a 200 km de la central de Fukushima son rechazados por la población.

Lo mismo ocurre con la pesca de las regiones cercanas. Los distribuidores japoneses de alimentación han dejado de hacer compras en las prefecturas lindantes con la zona del siniestro. Esto, de momento, está despertando sólo un tímido descontento, que está aumentando con la escasez de agua embotellada y los continuos cortes de electricidad. 

La naturaleza ha golpeado con dureza a la gente. Más de 27.000 personas han muerto, de las que unas se consideran como 15.000 desaparecidos. La operación llevada a cabo por los militares japoneses con el apoyo de sus colegas estadounidenses, permitió limpiar de cuerpos las aguas costeras, pero la mayor parte de ellos está atrapada en las escombreras inundadas en la costa.

Con frecuencia, los forenses civiles tienen problemas para soportar el espectáculo de los cuerpos en avanzado estado descomposición. Tampoco los militares soportan el estrés que supone el estar identificando, unos tras otros, los restos deformados, dispuestos en plásticos, sobre las mesas de colegios habilitados como hospitales de campaña.

En ocasiones incluso a ellos les fallan los nervios. En una habitación vecina se deshacen en llantos los familiares llegados para el reconocimiento del difunto.

Entre otras cosas, por este motivo, se tuvo que cancelar las ceremonias de fin de año en más de quinientos colegios y en varias decenas de universidades. Los representantes del Ministerio de Educación de Japón entregaron los diplomas a domicilio, en las casas que sobrevivieron a la catástrofe.

La tragedia de consecuencias más graves, el accidente en la central nuclear de Fukushima-1, se produjo en gran medida por la brusca subida del nivel de agua del mar (38 metros), que trajo como consecuencia la inundación de todo el sistema eléctrico de la central y el colapso del sistema de refrigeración de los reactores.

De los cuatro reactores afectados por el accidente, al menos en dos se fundieron parcialmente las barras de combustible, con la consiguiente fuga de sustancias radiactivas a la atmósfera.  El plutonio es un material pesado que no se evapora y, por lo tanto, no tiene capacidad para  dispersarse más allá del territorio cercano a la central. Otra cosa son los isótopos de cesio y de yodo que ya se han desplazado a regiones alejadas de Japón.  

Las maniobras del gobierno japonés

En la prensa japonesa no cesan las acusaciones, que ya se han convertido en tradición, contra la figura del primer ministro, a quien se le tacha de blandura y de falta de liderazgo. Sin embargo, no se menciona en ningún momento la difícil situación en la que se vio el joven gobierno del Partido Democrático de Japón al heredar el oxidado sistema burocrático del Partido Liberal Democrático que estuvo largo tiempo en el poder.

Este planteamiento se refleja en la compañía eléctrica Tokio Denryoku, que gestiona la central de Fukushima 1. Esta compañía  era una de las empresas más ricas del país y muy buscada por los altos funcionarios para el amakudari, a saber, ocupar cargos importantes, con grandes sueldos y sin mucha responsabilidad. Hoy esta práctica se considera corrupta. Tras el accidente, el presidente de la compañía sólo hizo declaraciones a los periodistas en una ocasión, el 13 de marzo, pero no logró articular nada inteligible, tras lo cual  enfermó por “agotamiento”.  

Los días de Tokio Denryoku en su actual estructura están contados. Es muy probable que sea nacionalizada por razones económicas (bancarrota como resultado de no poder asumir las colosales compensaciones a los damnificados por la avería), y administrativas (directiva incapaz de luchar con eficacia con las consecuencias de la tragedia). También se contempla la opción de una gestión compartida entre el sector público y el privado.
El gabinete de Naoto Kan se encuentra en una situación desesperada. En estos momentos nadie está en condiciones de pronosticar qué va a pasar con la destruida central nuclear. Por otra parte, el apático comportamiento de los funcionarios públicos, que no saben qué hacer ni qué decir, sólo rebaja el prestigio del gobierno. 

En medio de todas estas prolongadas discusiones llegan más datos sobre la lenta, pero inexorable, expansión de la radiación por el agua y el aire. El gobierno carece de apoyo de los partidos políticos, mientras que de todas partes al primer ministro y a su equipo les llueven las críticas por la ineficacia y lentitud de movimientos. Además, en muchas acusaciones directas se señala la visita de Kan como el motivo del retraso en los trabajos de reparación que motivaron la explosión de hidrógeno en uno de los reactores.  

Numerosos analistas japoneses coinciden en que el primer ministro se verá obligado a dimitir durante este verano. Sin embargo, en los niveles inferiores e independientes de la elite gubernamental la situación es mejor.

Un sistema de reacción rápida

Es esta situación extraordinaria de fuerza mayor es donde se han manifestado más claramente la idiosincrasia del carácter japonés y su secular sistema de valores. Ante todo, la población estaba muy bien entrenada para reaccionar correctamente ante un terremoto. En los lugares adonde no llegó el tsunami, las víctimas fueron muy escasas y casuales. Los servicios técnicos actuaron con eficacia y detuvieron inmediatamente el funcionamiento de los trenes, metros, ascensores y otras maquinarias de gran tamaña.

En cuanto pasó el peligro, se revisó debidamente todo para evitar problemas. El servicio de carreteras procedió rápidamente a reparar los tramos dañados por los movimientos sísmicos. Por su parte, las empresas de electricidad y de aguas se encargaron de revisar el estado de sus líneas de suministro. 

Pero la tarea primordial fue evacuar a más de 160.000 personas que se habían quedado sin techo o residían en las inmediaciones de la central, facilitarles camas, comida y asistencia médica. Después, hubo que buscar los cuerpos de los fallecidos y darles sepultura, para lo cual se recurrió a la  ayuda de más de cien mil soldados desplazados a la parte noreste de la isla.

Durante la organización del traslado de las tropas, se produjeron fuertes discusiones, ya que el alto mando militar censuraba categóricamente el desplazamiento de tal cantidad de efectivos sin disponer de análisis previo por parte de sus expertos. El gobierno, que también considera a los militares como meros burócratas, ignoró estas protestas. 

La disyuntiva nacional: fukkiu o fukko

De todas formas, la nación japonesa dio muestras de unión y solidaridad tras el terremoto. En todos los discursos públicos, artículos y programas de televisión comenzaron a aparecer mensajes sobre la "fuerza japonesa", "el rápido restablecimiento después de la destrucción". En este sentido, se produjo una  disputa sobre este último concepto, ya que en japonés existen dos términos: fukko, o restauración en su estado original y fukkiu, restauración en sentido de renovación.

El último es el que mejor se adapta a la coyuntura japonesa, pero hay partidarios de la primera opción. Estas palabras han estado repitiéndose como una oración durante este último mes. De alguna forma suben la moral de la población y dan seguridad en el día de mañana. En la prensa y la televisión sólo se muestran rostros sonrientes y, en último caso, serios. La gente triste se dosifica cuidadosamente.

Estos refugiados japoneses no son los refugiados al uso habitual y común en las películas y los documentales. Japón ha desplegado una gran campaña de recaudación de fondos para los damnificados. Las donaciones llegan de todas partes: de particulares, de empresas e incluso de organismos de administración pública (los parlamentarios han decidido donar una tercera parte de su salario durante medio año). Estas personas cuentan con las consultas gratuitas de abogados, y el gobierno japonés está construyendo para ellas viviendas temporales diseñadas para dos ó tres años.

El espíritu colectivo de Japón se ha revelado en todo su esplendor: nadie fue abandonado a su suerte, todos fueron dotados de lo más necesario para sobrevivir. Incluso los ancianos y minusválidos fueron evacuados de las zonas afectadas y están siendo debidamente atendidos. Se han registrado contadísimos casos de merodeo, en los que se implica a extranjeros, como en 1923, cuando grupos étnicos de coreanos fueron acusados de los incendios, robos y envenenamientos de pozos y acuíferos.  

Los medios de comunicación y la dirección del país han optado por difundir entre la población ideas sobre la superioridad japonesa, aunque en esta ocasión, y a diferencia de los años previos a la II Guerra Mundial, se ha cuidado de no hacer referencia sobre quién. Se ha intentado que la gente sienta su excepcionalidad, pero cuidando el no hacer ninguna referencia al supuesto origen divino de la nación.

Estamos ya en otros tiempos. La inquebrantable unión de Japón se ha puesto por encima de todo, teoría que no casa con la propuesta rusa de acogida temporal para un cierto contingente de refugiados o de niños japoneses de las zonas afectadas. Abandonar el país en estos momentos sería considerado como una especie de acto de traición. En todas partes uno escucha frases como «¡Aguanta, Japón!» «Somos fuertes», «¡Lo lograremos!» (sin ninguna ayuda).

¿Amanecer u ocaso?

El problema que subyace a todo esto estriba en saber si todavía arde en los japoneses la llama del sacrificio y abnegación que les permitió en el relativamente corto espacio de veinte años levantar el país de las cenizas de la II Guerra Mundial y colocarlo en uno de los primeros lugares del mundo.

En este sentido, muchos sociólogos japoneses dudan de que la actual juventud japonesa sea capaz de trabajar desinteresadamente durante varias semanas para su país. No la ven lista para tolerar en silencio un descenso en su nivel de vida.

Esta es la cuestión clave, si a Japón le queda algo de aquel enorme potencial anímico que hizo posible los logros titánicos de hace sesenta años. El país necesita de una dirección firme y estratégica para no caer en el ocaso, que ahora no se descarta.

Nadie está hablando del fin de Japón, que tiene suficientes recursos para  sobrevivir a medio o largo plazo. Sin embargo, el crecimiento del país sí que está en entredicho: la disyuntiva está entre un largo estancamiento o un rápido progreso apoyado en que la destrucción habrá hecho una labor de limpieza y preparación del terreno para la aplicación de las nuevas tecnologías.           
La nueva idea de Japón

Casi todos los países del mundo ofrecieron su ayuda a Japón. El presidente ruso, Dmitri Medvédev, fue, probablemente, el primero en llamar por teléfono al primer ministro japonés para mostrar su apoyo y darle ánimos.  Un grupo de socorristas perteneciente al Ministerio ruso de Situaciones de Emergencia estuvo trabajando durante más de una semana entre los escombros de la ciudad de Sendai, como siempre con valor y arrojo, dejando atónitos a los japoneses con las luces giratorias y las estruendosas sirenas de sus coches, nunca vistas por estos parajes.

Rusia debía haber aprovechado la ocasión para reforzar su imagen positiva y, además de los grupos de salvamento y rescate, no habría estado de más enviar también fuentes de energía. China entendió esto inmediatamente y, con menos recursos energéticos que nosotros, envió a fondo perdido un barco con veinte mil toneladas de gasolina y gasóleo. En cualquier caso, las conversaciones sobre el suministro de gas y petróleo rusos ya están en marcha. 

De todas formas, no todo son desgracias. Tras el terremoto y el tsunami, Rusia ha comenzado a verse con mejores ojos en Japón. Las ayudas y el sincero consuelo han jugado su papel pero, además, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso no evacuó a su legación diplomática, postura que los japoneses valoraron muy en alto.

Estas ocasiones hay que aprovecharlas al máximo para crear en la sociedad nipona una imagen positiva de Rusia, la imagen de buen vecino y amigo fiel, siempre listo a echar una mano.  Es una suerte que la actual postura de nuestro gobierno les demuestra a los japoneses que los rusos ya no son aquellos invasores con mentalidad imperialista del pasado. Un cliché que durante muchos años ha estado, y está, vigente en Japón.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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