El círculo vicioso en torno a Pakistán

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El pasado 11 de mayo, el presidente de Pakistán, Asif Alí Zardari, inició una visita oficial de tres días a Moscú y San Petersburgo.

El pasado 11 de mayo, el presidente de Pakistán, Asif Alí Zardari, inició una visita oficial de tres días a Moscú y San Petersburgo.

Las relaciones entre los dos países han cambiado de carácter y se activaron hace poco, y desde entonces, cualquier encuentro bilateral oficial es seguido con mucha atención.

El presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, y su homólogo pakistaní ya sostuvieron una reunión en el marco de la cumbre cuadrilátera (Rusia, Pakistán, Afganistán, Tayikistán), pero la presente cita tiene un interés especial, a la luz de la crisis entre Islamabad y su patrono principal, Washington.

Cuando el líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, fue hallado a 800 metros de la principal academia militar de Pakistán, EEUU acusó a su aliado de hipocresía. Islamabad rechazó esas  acusaciones y expresó indignación porque los comandos especiales estadounidenses actuaran en su territorio sin informar siquiera. Como resultado,  la aparente confianza mutua entre EEUU y Pakistán quedó sensiblemente debilitada y el país asiático hundido en  una crisis política. 

El interés de Moscú por sus relaciones con Islamabad es evidente. La situación en torno a Afganistán, de la cual depende toda Asia Central, es cada vez menos predecible: la estrategia estadounidense parece poco coherente, la situación dentro de Afganistán sigue inestable, y la posibilidad de coordinar esfuerzos con los vecinos es complicada.

La liquidación del terrorista No. 1 agravó esta incertidumbre. El presidente de EEUU, Barack Obama puede aprovecharla como un argumento a favor de la retirada de sus tropas del país: la tarea planeada hace 10 años está cumplida.
Es decir, que EEUU retire sus tropas (hay que decir que no todos comparten esta idea del presidente en Washington), y para seguir controlando y manejando el país se necesitará la cooperación con Pakistán, lo que ahora parece poco probable.

Además, las preferencias de Kabul son ambiguas. El presidente afgano Hamid Karzai más de una vez declaró que ya es hora de que los afganos asuman la responsabilidad por su país, y después de la eliminación de Bin Laden en Pakistán subrayó que eso comprueba que la amenaza terrorista no estaba concentrada en su país.

Pero esas declaraciones solamente reflejan una postura política. Mientras tanto, desde el punto de vista de seguridad, no se puede afirmar que el gobierno afgano esté en condiciones de mantener el orden sin la OTAN y sin EEUU.

Gran parte de la población teme que se repitan los acontecimientos entre los años 1992-1996 cuando Afganistán, al liberarse del ejército soviético y del gobierno prorruso de Najibullah se convirtió en el escenario de una guerra de todo el mundo contra todo el mundo (a propósito, con una gran participación pakistaní).

Lo temen más que una ocupación prolongada. Por eso la presencia de las tropas estadounidenses más larga pero menos numerosa (como lo quieren ver en Washington) provocará en Afganistán tanto inconformidad como cierto alivio.

Los países vecinos no quieren ver allí bases estadounidenses permanentes. Rusia, China, India, Irán abogan por la idea de que hay que apostar por las autoridades de Kabul y no por el ejército occidental.

La llegada de Zardari a Moscú, tras las consultas estratégicas chino-pakistaníes del fin de abril y la visita del ministro de Asuntos Exteriores de China a Rusia la semana pasada, tiene como fin promover esta idea que se define como “solución regional”.

Los expertos de Moscú proponen en el marco de dicha solución una participación más activa de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), una estructura más representativa y, potencialmente, más influyente de la región.

La OCS cumple 10 años y, como se supone, en el encuentro en Astaná (Kazajstán) en junio de 2011, que se celebrará con motivo del aniversario, los países anularán moratoria tácita impuesta a la entrada de nuevos países miembros impuesta en 2006.

De ser así, los candidatos más evidentes a entrar serán India y Pakistán (Irán, que también ya solicitó el permiso de adherirse a la organización, se descarta debido a las sanciones internacionales vigentes contra el país, lo que impide, según las normativas de la OCS, el acceso a ésta).

Pero teniendo en cuenta las relaciones entre los dos países, la cuestión de India y Pakistán en la OSC es muy delicada. Moscú preferiría ver Delhi como a un miembro plenipotenciario, pero Pekín no soporta esta idea. China apoya la candidatura de Islamabad, pero Moscú estará en contra de su entrada sin que entre India.

Se supone que la cuestión afgana puede servir de un tema que unirá a los miembros existentes y potenciales de la organización.  Los intereses de Delhi e Islamabad no coincidirán, claro está, pero el formato multilateral tiene el privilegio de atenuar discrepancias bilaterales con ayuda de factores externos. Tanto más que la agravación de relaciones entre Pakistán y EEUU, si continúa, hará que Islamabad busque diversificar sus  contactos.

Las complicadas colisiones de intereses de ejército, grupos religiosos  y étnicos, y líderes políticos en Pakistán requieren un trabajo escrupuloso para alcanzar un equilibrio.

Pero en Washington, al revés, se afianzan las posiciones de los que llaman a presionar Islamabad para hacerlo actuar decididamente contra los radicales. EEUU tiene razones para desconfiar del socio, es verdad. Pero su política desde el momento cuando el vice-secretario de Estado, Richard Armitage, amenazó al general Musharraf con  “bombardear Pakistán hasta hacerlo volver a la Edad de Piedra” si no colaboraba en la recién estrenada guerra en Afganistán, va socavando relaciones tradicionales y agravando la inestabilidad dentro el país.

Diversificando contactos, las autoridades pakistaníes intentan, entre otras cosas, reducir esta presión estadounidense, pero no pueden sino provocar su irritación. Washington, sin embargo, no propone ninguna solución alternativa. Parece un círculo vicioso que jamás ofrecerá una salida sin que los atrapados en él se decidan a cambiar de posturas radicalmente.

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* Fiodor Lukiánov, es director de la revista “Rusia en la política global”, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.




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