Estados Unidos decide poner la cara en las conversaciones sobre el Ártico

© Foto : Ross J. Salawitch, University of Maryland Estados Unidos decide poner la cara en las conversaciones sobre el Ártico
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La reciente reunión del Consejo Ártico, celebrada en la ciudad groenlandesa de Nuuk, por una razón inexplicable recibió el nombre de la “Cumbre de Groenlandia”, aunque en el Foro no participaron líderes de los Estados de la zona, sino tan sólo ministros de Asuntos Exteriores.

La reciente reunión del Consejo Ártico, celebrada en la ciudad groenlandesa de Nuuk, por una razón inexplicable recibió el nombre de la “Cumbre de Groenlandia”, aunque en el Foro no participaron líderes de los Estados de la zona, sino tan sólo ministros de Asuntos Exteriores.

Sin embargo, dicha conferencia puede considerarse crucial: por primera vez en los últimos 10 años al Foro acudió la Secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton y el Secretario del Interior de EEUU, Kenneth Salazar, encargado de las reservas naturales del país.

Hasta este momento, EEUU como máximo participaba en ese tipo de reuniones a nivel de  viceministros o secretarios adjuntos, según la nomeclatura oficial estadounidense.

El pasado lunes 16 de mayo Clinton informó al presidente Barack Obama sobre sus impresiones del Foro.

Así que EEUU, y es lo más importante, confirmó de manera oficial su interés en el tema de la delimitación de las tierras árticas.
 
La “Constitución marítima”

El Consejo Ártico, creado en 1996 por iniciativa de Finlandia y considerado la organización regional más importante del Ártico, está integrado por Dinamarca, Finlandia, Islandia, Canadá, Noruega, Rusia, Suecia y EEUU. Sin embargo, el Consejo es todavía más representativo porque también hay que tener presente a Reino Unido, Francia, Alemania, Holanda, Polonia, España, China, Italia y Corea del Sur que cuentan con el estatus de “observadores árticos”.

Hace un par de años, al hacer Canadá de país anfitrión de la reunión de los “Cinco del Ártico”, es decir, Rusia, Estados Unidos, Canadá, Dinamarca y Noruega, se llevó una reprimenda de la Secretario del Estado.

Clinton manifestó que no estaba bien reunirse en una círculo reducido, sin invitar a conferencias tan importantes a los representantes de Islandia, Suecia ni Finlandia ni de los pueblos aborígenes.

El ministro de Exteriores ruso, Serguei Lávrov, tuvo que dar explicaciones, señalando que los “Cinco” no hacían ninguna competencia al Consejo Ártico, sino que representaban un mecanismo informal y complementario.

Además de la participación en el Foro de la Secretario de Estado, lo que concede a la reunión el estatus de un importante evento internacional en su campo, son importantes también algunas declaraciones de Hillary Clinton, que comunicó que Washington procederá a unirse por fin a la Convención sobre el Derecho del Mar de 1982. El documento representa una especie de “Constitución marítima”, un  potente  mecanismo internacional que regula todos los aspectos relativos al espacio oceánico y a su fondo.

Estados Unidos firmó, pero no ratificó la Convención, lo que le priva de manera automática del derecho de reclamar su parte de la plataforma continental del Ártico. La Convención entró en vigor en 1994 y se unieron a ella 161 países, incluida Rusia. En 2013 nuestro país presentará su solicitud oficial para reclamar su parte del territorio.

El principal impedimento de la ratificación del documento es la postura del Congreso de Estados Unidos, que se resiste a someter la soberanía de EEUU a las normativas de la ONU; la Casa Blanca, sin embargo, apoya la ratificación del documento. Hace poco el portal WikiLeaks publicó una nueva dosis de la correspondencia diplomática secreta de Estados Unidos.

Hay un telegrama curioso enviado por la Embajada de EEUU en Copenhague al Departamento de Estado. El entonces ministro de Exteriores de Dinamarca, Per Stig Muller, les aconsejó a los diplomáticos norteamericanos que ratificaran la Convención lo antes posible, porque de lo contrario “nos repartiremos las tierras árticas sin vosotros”.

No habría mostrado esta preocupación por los intereses norteamericanos de haber sabido que en el mismo telegrama los diplomáticos norteamericanos le recomendaban al Departamento del Estado que apoyara la independencia de Groenlandia, que está bajo el protectorado de Dinamarca, de manera que “sin Dinamarca de por medio” les fuera más fácil defender sus intereses económicos y militares en Groenlandia.
 
Sano egoísmo nacional

Todos los países de la zona se han animado por la delimitación de las tierras árticas, al saberse la inmensidad de sus reservas de hidrocarburos y otras riquezas naturales.

De acuerdo con las estimaciones del Departamento de Estudios Geológicos de EEUU, la plataforma continental del Ártico puede contener más de la cuarta parte de todas las reservas de petróleo y gas no descubiertos del mundo. Podría tratarse de volúmenes que harían palidecer las reservas de Arabia Saudí, por ejemplo.

A primeros de mayo la petrolera británica Cairn, tras recibir la pertinente autorización, envió a las costas de Groenlandia la plataforma perforadora Leiv Eriksson y el buque perforador Ocean Rig Corcovado, precisamente esta empresa descubrió el año pasado significativas reservas de petróleo en la plataforma continental de Groenlandia.

La petrolera europea más grande del mundo, Shell, acaba de presentar en Estados Unidos la solicitud del inicio de extracción de petróleo en la zona del norte del mar de Beaufort en los años 2012 y 2013.

Con el precio de petróleo de unos 114 dólares por barril las inversiones necesarias para este tipo de extracción parecen bien justificadas.

Por supuesto, dichas reservas todavía tienen que ser localizadas y extraídas. Sin embargo, con el actual ritmo de los procesos del cambio climático y, teniendo en cuenta que en el Ártico las temperaturas suben y el hielo se derrite más rápido que en cualquier otra parte del mundo, en unos 15 ó 20 años se podría disponer para navegación a lo largo de todo el año de la ruta Noroccidental, es decir, del trayecto más corto entre los Océanos Pacífico y Glacial Ártico, trazado cerca de la costa norte de Canadá.

La distancia entre Europa y Japón se haría entonces dos veces más corta. Así que, no es de sorprender que a Estados Unidos de repente le diera por acordarse del Ártico y por apoyar la independencia de Groenlandia.

El entendimiento de la nueva “identidad ártica” por parte de los países limítrofes no es carente de un sano egoísmo nacional. El primer ministro de Canadá, Stephen Harper, por ejemplo, al enterarse de los planes de la OTAN de participar de una manera más activa en las operaciones en el Ártico, manifestó que no estaba mal, pero añadió que los países de la zona poco lo necesitaban.

Por la simple razón de que de esta manera países que nada tienen que ver con el Ártico ganaban demasiada influencia en una región, a la que, señaló, “no pertenecen”.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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