Los asuntos que Rusia habla con la OTAN no merecen viajes a Bruselas

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El Consejo Rusia-OTAN celebró el pasado 8 de junio en Bruselas una reunión a nivel de ministros de Defensa, y a pesar de que ese tipo de reuniones no se celebraba hace tres años, muchos en Rusia y en Europa anticiparon un fracaso total del encuentro, y así ocurrió.

 

El Consejo Rusia-OTAN celebró el pasado 8 de junio en Bruselas una reunión a nivel de ministros de Defensa, y  a pesar de que ese tipo de reuniones no se celebraba hace tres años, muchos en Rusia y en Europa anticiparon  un fracaso total del encuentro, y así ocurrió.

Rusia pretendía obtener garantías en un asunto que no depende directamente de la OTAN, como es el plan estadounidense de defensa antimisil (DAM) en Europa.

La autoría de esta idea pertenece exclusivamente a Estados Unidos, por lo tanto, lo adecuado hubiera sido hablar del nuevo escudo DAM con Washington.

En la cumbre del G8 en la ciudad francesa de Deauville el pasado mes de mayo, los presidentes ruso y estadounidense tocaron el tema en una conversación extraoficial pero no llegaron a ningún acuerdo. Así que fue ridículo esperar mucho de la reunión de ministros en Bruselas.

Cualquier cambio radical en la postura de la OTAN, o sus relaciones con quien sea, siempre es conveniente discutir con la Casa Blanca, porque discutirlo con la OTAN no tiene sentido.

Esto se percibió en las declaraciones del titular ruso de Defensa, Anatoli Serdiukov, durante la rueda de prensa tras la reunión. Tuvo muy poco nuevo que decir en comparación con lo que anunció el mandatario ruso, Dmitri Medvédev, en Deauville.

Pero sí se mostró mucho más descontento que Medvédev, algo lógico, porque el protocolo ministerial es más flexible que el presidencial.

Serdiukov dijo que las principales discrepancias siguen sin resolver y que tampoco se consigue formular “el objetivo final de la cooperación”, ni “definir la forma y la arquitectura del despliegue de DAM”.

Al mismo tiempo, tanto EEUU como la OTAN se niegan a documentar las garantías legales que ese proyecto no apunta contra Rusia. De ahí se deduce que si las cosas siguen así habrá que prepararse para una nueva carrera de armamentos.

En Deauville, Medvédev dijo que la “hora cero” será el año 2020. Para ese tiempo se habrá concluido el despliegue completo del sistema escalonado de DAM en Europa con  armamento estadounidense.

Esos misiles podrán alcanzar los montes Urales, cordillera que se considera la frontera natural de Rusia europea. Y eso sin que nadie se atreva a explicar con qué derecho se rompe la relación universal entre armas defensivas y ofensivas en el balance militar.

O por qué la OTAN no acepta la muy lógica propuesta de Rusia de crear un sistema antimisiles conjunto ya que Rusia también está en Europa.

De igual a igual

En realidad, el ministro ruso aprovechó la reunión del Consejo como tribuna para dirigirse a los países de la OTAN. Mas que todo a aquellos países que no estan del todo seguros de que es conveniente desplegar un escudo antimisiles en Europa sin la participación de Rusia.

Entre los miembros de la Alianza hay los que no quieren provocar a Rusia y obligarla a cumplir su amenaza de desplegar su propio escudo antimisiles en las fronteras occidentales.

El titular no intentó siquiera ocultarlo. “Varios países miembros de la OTAN han manifestado su preocupación. Y esos países podrían brindarnos su apoyo”, - dijo Serdiukov.

Aunque la verdad es que la nueva carrera de armamentos perjudica, en primer lugar, a Rusia ya que tendrá que soportarla sola contra una alianza de 28 países. Para Moscú será más difícil y costoso.

Todo lo que ocurre en el Consejo Rusia-OTAN hace plantear una simple pregunta: ¿merece la pena seguir yendo a Bruselas para participar en las reuniones del mismo? La respuesta sería, sí que la merece.

Pero habrá que darle una vuelta y trabajar como iguales y no como ahora que parece la conversación entre el vencido y el vencedor.

Y cabe recordar aquí que cuando Rusia y la Alianza constituyeron el Consejo, parecía que el mundo había cambiado y todos éramos casi aliados.

Aunque algunos no se lo acababan de creer.

El coqueteo a espaldas

Cuando el entonces presidente de Rusia Vladimir Putin visitó en 2002 la cumbre de la OTAN en Roma, donde fue aprobada la constitución del Consejo, se pronunciaron muchas palabras bonitas: que Rusia es un socio privilegiado, de que tenemos muchos objetivos comunes, que colaboraremos en cuestiones estratégicas.

El propósito fundamental del Consejo, según reza su página web ofcial, es “ser un foro de consulta y un mecanismo para alcanzar el consenso, cooperación, elaboración de decisiones conjuntas y medidas para toda una serie de cuestiones de seguridad en la región Euroatlántica”. Suena muy bien.

El problema está en que desde el momento de su creación, el Consejo no consiguió ganarse fama de una institución seria que contribuya a romper los esquemas y estereotípos de los tiempos de la guerra fría.

No propuso evaluaciones estratégicas conjuntas de amenazas y de métodos de lucha contra esas amenazas. Porque las evaluaciones del terrorismo, el intercambio de experiencias en materia del abastecimiento de la retaguardia, los seminarios sobre “la conexión entre la delincuencia organizada y el terrorismo” ó “adaptación de los oficiales retirados a la vida civil” no cuentan. Para eso no hace falta crear ningún Consejo especial.

Y es que es difícil ser socios cuando a espaldas no cesa el coqueteo de la Alianza con posibles miembros nuevos, las antiguas repúiblicas de la URSS – Georgia y Ucrania.

Este coqueteo no ha cesado hasta hoy día, simplemente se ha suspendido mientras dure el corredor logístico afgano que pasa por el territorio ruso y sirve para transportar las cargas de la OTAN.

A la vez la Alianza se está tranformando, de acuerdo con las nuevas necesidades, de la organización puramente militar en la militar y política. Es decir, está haciendo todo lo que hace falta para seguir sintiéndose útil después de acabada la guerra fría y extinguida la URSS.

Cabe recordar que la existencia de la Unión Soviéica fue la principal razón para la creación de la OTAN.

Las funciones de la Alianza no se reducen, sino que su influencia aumenta constantemente extendiéndose a más regiones.

Libia es un buen ejemplo. Rusia con su pasividad ante estos cambios funcionales contribuye a la legitimación política de la alianza militar, engendro de la guerra fría.

Nuestra cooperación cada día se extiende a los ámbitos nuevos. Ahora incluye también la seguridad en el transporte público. Lo extraño es que el lugar de definir los límites de esta cooperación, seguimos estirándolos hasta más allá de lo razonable.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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