El problema nuclear en Corea es un asunto que va para largo

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La aparición de nuevas circunstancias aumentan y complican los viejos problemas relacionados con la proliferación nuclear en la península de Corea.

La aparición de nuevas circunstancias aumentan y complican los viejos problemas relacionados con la proliferación nuclear en la península de Corea.

Todo parece indicar que Corea del Sur  ya cuenta con la capacidad para desarrollar armamento nuclear, aсadiendo así, al menos en teoría, un nuevo riesgo al ya existente con el arsenal nuclear norcoreano.

La situación no ha mejorado tras el encuentro mantenido en Nueva York por los viceministros de asuntos exteriores de EE.UU. y de Corea del Norte, del que aparentemente ambas partes salieron satisfechas.
        
¿Existe el statu quo?

Las conversaciones en Nueva York se prolongaron durante dos días. Por parte de Corea del Norte participó Kim Kye-gwan, primer viceministro de Exteriores de Corea del Norte, y por parte de Estados Unidos, Stephen Bosworth, enviado especial de EEUU para Corea del Norte.

Se habló de la posibilidad de retomar las negociaciones con la participación, además de EEUU y Corea del Norte, de Rusia, Corea del Sur, Japón, promovidas por China y suspendidas a finales de 2008.

En realidad, ha habido serias dudas de que fuera posible volver a la mesa de negociaciones, sobre todo desde que comenzó el enfrentamiento verbal entre Washington y Pyongyang, esto es, desde el comienzo de las mencionadas negociaciones en 2003.

El conflicto empezó por la acusación no probada de Estados Unidos a Corea del Norte de haber estado realizando, en contra de todos los acuerdos bilaterales, pruebas nucleares secretas. Es decir, estábamos ante una disputa bilateral a la cual se sumaron posteriormente los demás intermediarios y países interesados. Y por lo tanto, nunca se ha descartado la posibilidad de un inesperado acuerdo entre los dos principales participantes de la disputa, aunque fuera únicamente para evitar el aumento de la influencia de China o de Rusia en la región.

Y no habría nada de imposible en un acuerdo bilateral: en 1971, por ejemplo, Estados Unidos llegó a un acuerdo con China sobre el reconocimiento diplomático de Taiwán y en aquel momento China no tenía nada que ver con la China de hoy. El régimen de entonces en poco se diferenciaba del norcoreano. Pero se pudo llegar a una fórmula de compromiso. Y Pyongyang en más de una ocasión ha mencionado el camino más corto hacia la solución de todos los problemas: un acuerdo con Estados Unidos.

Sin embargo, el pasado fin de semana en Nueva York se habló precisamente de volver al formato de los seis participantes. Anteriormente, el 24 de julio, la Secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, se reunió con el Consejero de China Dai Bingguo y abordó, entre otros asuntos, las maneras de conseguir que Pyongyang vuelva a las negociaciones. Más concretamente a su “situación de compromiso” en 2008, cuando, al parecer, se vislumbraba una salida del atolladero: Pyongyang se comprometía a renunciar a su programa nuclear, recibiendo a cambio ayuda, incluida la energética.

En aquel momento el proceso de solución fracasó por una serie de acontecimientos, de los cuales habría que culpar a las dos partes. Y desde entonces Pyongyang ha realizado otras dos pruebas nucleares y ha comenzado un segundo programa, el de uranio, de lo cual informó con orgullo a todo el mundo. Parece que, en estas negociaciones, los participantes no han llegado nunca a fiarse el uno del otro.

En estos momentos, no obstante, queda patente que la Administración de Barack Obama de verdad desea solucionar sus problemas con Corea del Norte y está preparada para compromisos serios. Las causas caen por su propio peso: la dramática situación con el presupuesto federal y la deuda pública que acaba de superar el país. Aumentar los gastos presupuestarios con la carga de otro conflicto, el de la Península Coreana, sería impensable. Y, dado que el conflicto podría ser nuclear, más impensable todavía.

Por cierto que, en las antiguas negociaciones, no estaba en el orden del día el futuro de las cabezas nucleares norcoreanas, entre otras razones porque cuando comenzaron aquellas Corea del Norte no disponía de ellas. Pero ahora, este armamento nuclear es un poco como la pasta de dientes, que una vez que se ha salido del tubo no hay manera de volverla a meter en él.

Cuando la ocasión es tan difícil siempre se tiene la tentación de dejar las cosas como están y no hacer nada. Si Pyongyang o cualquiera de las otras potencias implicadas no quieren llegar a un acuerdo, pues tampoco hay que forzarles. Pero, lamentablemente, esta opción de dejar las cosas como son no parece posible en el caso de la península de Corea.

Y es porque están teniendo cambios importantes en la otra Corea, en la del Sur. Y estos cambios le crean a la Administración del Presidente Obama casi más problemas que los causados por las escasas ganas de Pyongyang de aceptar fórmulas de compromiso.
 
Un ultimátum de la opinión pública surcoreana

Recientemente,  el ministerio de Asuntos Exteriores de Corea del Norte anunció la disposición de su país para reanudar las conversaciones sobre su programa nuclear en el marco de las negociaciones del grupo de los seis.

Como suele ocurrir en estas ocasiones, más que el análisis de la escasa información que se saca de los comunicados oficiales resulta de interés observar las reacciones que han aparecido en los medios de comunicación, como si fueran productos secundarios de dicho comunicado oficial.

Y de tales reacciones parece deducirse que es Corea del Sur la fuente principal de los quebraderos de cabeza de Estados Unidos.

Según una fuente del Washington Post, que ha preferido mantener el anonimato, “Corea del Sur ha elevado el listón demasiado” antes de la eventual reanudación de las conversaciones a seis bandas. En concreto, se exigió que Corea del Norte renunciara a su programa nuclear antes de la reanudación de las conversaciones. Pero ¿para qué serían entonces estas conversaciones…? Se trata al fin y al cabo de una vieja táctica negociadora: pon unas condiciones previas complicadas si quieres que el proceso de negociaciones sea un fracaso.

Esta información parecía coincidir, además, con lo que se decía la víspera del encuentro de Nueva York: que la diplomacia americana se estaba teniendo que emplear a fondo pero no para sentar a los norcoreanos a la mesa de negociaciones, sino para tranquilizar a los aliados surcoreanos.

¿Por qué todo esto? De un modo breve, se puede decir que la opinión pública surcoreana parece haber alcanzado un pico en sus reacciones negativas frente al vecino del norte.

En general se puede decir que la opinión pública surcoreana se divide al 50% entre los partidarios de una línea dura frente a Corea del Norte y los que prefieren algún tipo de acercamiento. Esta división se mueve arriba y abajo de ese 50% con pequeñas oscilaciones.

Pero si en el momento del inicio de las negociaciones a seis bandas la opinión pública parecía inclinarse por alguna fórmula de compromiso con el Norte, ahora estamos en la situación inversa, con predominio de los partidarios de una posición de fuerza.

En el periódico japonés The Japan Times acaba de aparecer un artículo de Ralf Cossa, director del centro de estudios Pacific Forum en Hawái.
De acuerdo con sus análisis, en muchos círculos de la sociedad surcoreana (pero curiosamente no entre los militares) es cada vez más popular la idea del reforzamiento de la alianza militar con los Estados Unidos, incluido el retorno del arsenal nuclear táctico estadounidense a la península de Corea.

Y eso cuando son muchas las voces que afirman que ese arsenal nunca llegó a salir de Corea. Y si Estados Unidos no está por la labor, entonces tendrá que ser la propia Corea del Sur la que se haga con una defensa nuclear.

Es la opinión pública y no el Gobierno surcoreano el que parece imponer este ultimátum. El Gobierno de Corea del Sur, bajo el mando del presidente Lee Myung-bak, a diferencia de sus antecesores ha mantenido una línea dura frente a los vecinos del norte. Así que es de esperar que la mantenga ante semejante presión de la opinión pública…

En cualquier caso, una carrera armamentista nuclear en la península coreana no es lo que necesita en estos momentos Estados Unidos, sumido en una guerra contra la deuda pública y el déficit presupuestario.

Pero a la Administración de Barack Obama no le queda otro remedio más que asumir las consecuencias del excesivo entusiasmo y el empeño de cambiar regímenes, propios del Gobierno de George Bush. Y esta herencia no es nada fácil de asumir.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
 

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