Palestina ante el riesgo de una tercera intifada

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El estado de Israel y el movimiento radical palestino HAMAS, con la mediación de Egipto, alcanzaron un acuerdo sobre el alto el fuego.

El estado de Israel y el movimiento radical palestino HAMAS, con la mediación de Egipto, alcanzaron un acuerdo sobre el alto el fuego.

Tras cuatro días de bombardeos continuos en Gaza e intercambio de varios ataques, las partes han decidido cesar las hostilidades iniciadas a raíz del atentado en el centro turístico israelita de Eilat el pasado18 de agosto. Israel se ha disculpado por la reacción apresurada de sus fuerzas de misiones especiales que mataron a cinco guardias fronterizos egipcios en el Sinaí. Egipto estaba ya dispuesto a romper las relaciones diplomáticas con Israel y a retirar a su embajador de Tel-Aviv, pero tras las disculpas oficiales sus intenciones han cambiado.

En otro momento, esta demostración de mesura por cualquiera de las partes habría sido motivo de gran alegría, pero no ahora. Nubes negras y no se espera nada bueno, a un Ramadán violento como nunca (una guerra civil y bombardeos de la OTAN en Libia, revueltas en Siria y atentados en Israel y en Afganistán) le sucederá un duro septiembre.

Los dirigentes de la Autoridad Nacional Palestina ya están preparándose para ese día histórico de setiembre, cuando su nación oficialmente exija a las Naciones Unidas el reconocimiento de su plena soberanía. En los diversos territorios de la zona la gente ya se está movilizando con la ayuda de las redes sociales para organizar manifestaciones en favor de la soberanía palestina.

Por su parte, en Israel el Ejército y las fuerzas especiales ya están listos para hacer frente a las protestas que se producirán en septiembre en los territorios ocupados.

La señal para el levantamiento puede ser el veto de la ONU

En las Naciones Unidas se espera el comienzo del otoño con resignación, porque la nueva vuelta de tuerca en el drama palestino traerá consigo otra oleada de disturbios en Oriente Medio.

La solicitud de soberanía traerá momentos de gran tensión en la zona, sobre todo en la semana del 12 al 20 de septiembre, que será cuando se trate el tema en el Consejo de Seguridad de la ONU y se pase para su aprobación a la Asamblea General.

Los principales expertos sobre Oriente Próximo reconocen que este proceso sólo va a tener un significado meramente simbólico y que Palestina no obtendrá su independencia. Israel se niega en redondo y exige, antes que nada, que se solucionen todos los problemas de convivencia en la región, es decir: el acceso al agua, la seguridad de la ciudadanía, el problema de los refugiados y otras cuestiones de territorialidad.  El presidente de Palestina, Mahmud Abbas, asegura que bajo el gobierno de Netanyahu todo eso es imposible. Incluso si la Asamblea General de la ONU vota a favor por unanimidad, no conseguirá el visto bueno del Consejo de Seguridad que, según el reglamento, debe aprobar estas decisiones. Aunque Rusia y China apoyan las aspiraciones palestinas, Estados Unidos está en contra hasta que se regulen todos los problemas en la zona, por lo tanto vetará cualquier recomendación del Consejo de Seguridad.

En este punto, ya será irrelevante cuantos miembros apoyen el deseo de independencia de Palestina. En el Consejo de Seguridad de la ONU son mayoría los que están a favor de los palestinos, incluyendo a la India, Brasil, Sudáfrica, países que junto con Rusia pertenecen al grupo BRICS. El veto estadounidense automáticamente deja sin efecto a todos los demás votos. El problema es que la negativa de EEUU provocará un estallido de revueltas en la región. Será como un chorro de gasolina en una hoguera.

La diplomacia europea procura convencer a los palestinos de que no presenten todavía una petición oficial y a los israelitas, de que cedan en algunos puntos de las conversaciones de paz. 

Pero esto es algo muy complicado. Palestina está intentando que se reconozca internacionalmente su independencia a través de la ONU desde el año pasado, porque las constantes trabas puestas por Israel en el proceso negociador no les dejan otra salida. El movimiento HAMAS y las organizaciones musulmanas de Palestina y más allá de sus fronteras, culpan a sus actuales dirigentes de conformismo, de traicionar los intereses de su pueblo a favor de Israel. En esta coyuntura, es evidente que si el gobierno palestino ahora da un paso atrás, puede darse por acabado.

Una trampa para Obama

Si los palestinos presentan su solicitud, pondrán en una tesitura muy incómoda a Obama. En el fondo, se trata de una trampa de la que no hay salida. El presidente estadounidense no puede apoyar la independencia, porque perjudicaría seriamente a su aliado más fiel en Oriente Próximo, y ante la perspectiva de las próximas elecciones presidenciales del 2012 no se puede andar con tonterías. No olvidemos que el lobby judío en EEUU sigue tan influyente como siempre. La cuestión es que darle una negativa a los deseos de soberanía de los palestinos es acentuar el antagonismo ya tan presente en el mundo árabe, donde ya se percibe al Premio Nobel de la Paz con gran desconfianza. De todo lo que prometió en su momento, nada se ha cumplido.

Para ser reconocida oficialmente, Palestina necesita recabar dos tercios de los votos de los 193 miembros de las Naciones Unidas, es decir, 128. Ya tienen garantizados 122, en su mayoría pertenecientes a los países árabes, África, Asia, Latinoamérica y algunas naciones de Europa, y hay esperanzas de alcanzar las 150 naciones. Las fronteras se quieren situar en los límites que existían en los tiempos anteriores a la Guerra de los Seis Días de 1967, cuando Israel ocupó Gaza, la Cisjordania y Jerusalén Oriental.

Los palestinos ya proclamaron su soberanía en una ocasión. En 1988 lo hizo el difunto líder de la Organización para la Liberación de Palestina, Yasser Arafat, por su cuenta y riesgo. De aquel intento al actual va la intención de legalizarlo a través de las Naciones Unidas. Está claro que esta vez es otra cosa, ya que la ONU es una de las fuentes de la Ley Internacional.

El bloqueo por EEUU de la petición palestina con el trasfondo de un mundo árabe envuelto en la llama de la revolución, levantaría una oleada de protestas y una mayor radicalización. Los musulmanes conservadores hace ya tiempo que avisan a los más liberales que las promesas de Obama de presionar a Israel para crear un Estado palestino con las fronteras de antes de la Guerra de los Seis Días no son más que pura hipocresía. El veto de EEUU será la constatación de esta tesis.

El mando militar israelí en la zona palestina, según informaciones de la prensa, espera lo peor y prevé que la presión social alcance altas cotas en septiembre. En ese momento, todo puede ocurrir.

El antiguo embajador de Arabia Saudita en Washington (y ex jefe del servicio de inteligencia militar de este país), el príncipe Turki al-Faisal, comentó no hace mucho en las páginas del “Washington Post” que si EEUU recurre a su derecho a veto, sufrirá consecuencias muy lamentables en el mundo árabe. 

Esta situación cuenta con el agravante de la caída del régimen del presidente Mubarak en Egipto, el único país que tenía un acuerdo de paz con Israel desde 1979. En Egipto, hasta el momento, a duras penas, pero habían conseguido contener el radicalismo palestino. Ahora, tras el derrocamiento de Mubarak, los egipcios están ocupados resolviendo sus propios problemas y no tienen tiempo para Palestina. Esto ha llevado a que sus militares, la policía y los guardias fronterizos hayan perdido el control sobre la situación en la frontera con Israel en la península del Sinaí. Allí, campan por sus fueros los grupos armados de palestinos más radicales. El atentado de Ailat es un buen ejemplo de este hecho. 

Si EEUU no permite la soberanía y no da alternativas, el gobierno palestino perderá seguramente el control sobre la zona. Será el caos y una especie de bancarrota política para muchas partes. Detener la influencia del radicalismo islámico ya será imposible. Muchos expertos ya dicen que en septiembre se podría producir la fusión de todas las revoluciones árabes en una tercera intifada en tierra Palestina, con unas consecuencias devastadoras. 

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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