En Kirguizistán todavía nos sentimos algo incómodos en nuestra nueva piel

© RIA Novosti . Valery Melnikov / Acceder al contenido multimediaRosa Otunbaeva
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Durante los años de su independencia Kirguizistán tuvo que superar graves crisis económicas, conflictos regionales, dos traspasos de poder en forma de revoluciones y unos agudos enfrentamientos interétnicos.

Durante los años de su independencia Kirguizistán tuvo que superar graves crisis económicas, conflictos regionales, dos traspasos de poder en forma de revoluciones y unos agudos enfrentamientos interétnicos. En el marco del  proyecto conjunto “20 años sin la Unión Soviética” realizado por el diario “Moskovskie novosti” en cooperación con la Agencia de Información Rusa “Novosti” y con la revista “Rusia en la política global”, periodista de “Moskovskie novosti” habló de los acontecimientos del pasado y de las perspectivas para el futuro con la Presidenta de Kirguizistán, Rosa Otunbaeva.

- Al darse cuenta de que la Unión Soviética no tenía futuro, ¿qué fue lo que sintió? ¿Miedo, alivio, alegría, tal vez?

- Me di cuenta de que la Unión Soviética dejaría de existir en el año 1990, más o menos: entonces todo estaba como en ebullición y, sin embargo, la gente parecía tensa y como a la espera de algo. En aquel momento trabajaba en Moscú, veía los movimientos caóticos de los líderes de las Repúblicas Soviéticas, no dejaban de estallar conflictos ni de oírse llamamientos a la separación. La desintegración de la URSS trastornó mis planes, porque estaba pendiente de la firma el Decreto del Presidente sobre mi nombramiento como Embajadora de la URSS en Malasia y Brunéi. El personal de las embajadas se precipitó a cambiar las banderas soviéticas por los tricolores rusos y de debajo de los vestigios del estado soviético empezaron a salir personas nuevas, ideas nuevas, identidades nuevas.

Hablando en términos generales, antes que nada, nos sentíamos confundidos, perdidos incluso, dominados por el miedo ante lo desconocido. Era de entender: habíamos crecido en la Unión Soviética, éramos soviéticos hasta la médula. Tampoco diría que en Kirguizistán hubiera muchos disidentes, gente que soñara con vivir en un país independiente. Y quien diga eso, estará tergiversando la realidad. Más bien, todo lo contrario; se desmoronaba nuestro país y se venía abajo nuestra casa común. Nos sentíamos atrapados en la oscuridad.

- ¿Qué papel desempeñó el período soviético en la Historia de Kirguizistán? ¿Se podría decir que en aquella época se sentaron los fundamentos del Estado kirguís?

- Ahora que somos un Estado independiente y nos hemos dedicado a rastrear la Historia nacional, nuestros historiadores encuentran indicios de que el Estado kirguís viene existiendo, con interrupciones, desde los tiempos remotos. Pero adquirió los atributos del Estado precisamente en la época soviética. Decían los pensadores de la Ilustración que un Estado ha de tener su Academia de Ciencias, su Universidad y su enciclopedia y lo recibimos todo durante la URSS. Diría, sin temor a la exageración, que el período soviético es comprable para nuestro país con la Época del Renacimiento, por haberse fundado y desarrollado la cultura y el arte moderno. El patrimonio literario y cultural del pueblo kirguís fue plasmado en libros, obras musicales y cinematográficas. El ballet, la ópera, la pintura, el teatro y el cine se convirtieron en una parte inalienable de nuestro desarrollo espiritual, por no hablar de la alfabetización completa de la población, un inapreciable obsequio por parte de la URSS.

- ¿Y Usted también se sentía parte de la “nueva identidad histórica, social e internacional del pueblo soviético”?

- Sin lugar a dudas, era un producto soviético. Dos veces fui premiada con vacaciones en “Artek”, campamento de pioneros más famoso de la URSS, hice de monitora en otros campamentos, siendo alumna de los últimos años del colegio. Estudié muy bien, entré en la Facultad de Filosofía de la Universidad Lomonósov de Moscú, cursé los estudios de posgrado y me afilié al PCUS. Era el típico ejemplo del funcionamiento de los ascensores sociales en la época soviética: una chica de familia numerosa de una ciudad de provincia entró en la Universidad más famosa del país y estudió allí junto con los hijos de catedráticos. Después de defender mi tesis, regresé a Kirguizistán, asumí el puesto de la jefa de la cátedra en la Universidad, trabajé en el Comité distrital de Partido y luego en el urbano… Estábamos en la vanguardia de aquel enorme país…

- ¿Y cuándo empezó a sentirse kirguís?

- Siempre me he sentido así.

- ¿Y no sentía menoscabados sus derechos?

- A veces, sí: en la Universidad era una estudiante muy buena y activa, pero a la hora de formar delegaciones para visitas al extranjero o enviar a gente a eventos a nivel de la ciudad o del país, siempre se elegía a rusos. A nosotros, los asiáticos, ni siquiera se nos trataba como a los georgianos o los armenios. Es fácil hacerse una idea, si uno se fija en el número de oriundos del Asia Central que ocupaban puestos en los organismos centrales de la URSS, sobre todo, los importantes. La situación cambiaría bastante más tarde, durante la perestroika, porque el poder querría subrayar su carácter multiétnico. Y a mí, junto con algunos representantes de la Repúblicas en los órganos de poder soviéticos, me invitaron a trabajar en el Ministerio de Asuntos Exteriores de la URSS.

- Usted pertenecía a la élite soviética y era lógico que se sintiera parte del unido pueblo de la URSS. Pero, cree que los kirguises, uzbekos o representantes de otras etnias residentes en Kirguizistán también se identificaban con el pueblo soviético?

- Creo que cuando se estaba creando esta “identidad histórica del pueblo soviético” se hizo hincapié en la formación de una élite nacional, capaz de influir en la gente corriente. En mi opinión, entre los ciudadanos de a pie no había esta sensación de “una identidad única”, simplemente no hubo tiempo para hacerlo. El objetivo sí que fue planteado, pero su realización suponía un proceso duradero y una mejor situación económica. Los campesinos ni siquiera tenían pasaportes propios, eran retenidos en las aldeas por fuerza, pero tenían trabajo garantizado, eso es verdad. Para una persona de provincia viajar al extranjero equivalía a volar al espacio. Ésta es la razón de los cambios tan bruscos que le ha tocado vivir a nuestra sociedad: el mismo tejido vital en aquella época era demasiado desigual, en algunas esferas de la vida el desarrollo se forzaba y en otras se contenía de una manera artificial. Y en cuanto se desintegró la URSS, empezó un fuerte proceso de urbanización, la gente se precipitó a las ciudades.

Ahora la gente corriente echa de menos la época soviética, recordando las pagas de jubilación, las ayudas sociales y los sueldos. Incluso se forman mitos sobre aquellos tiempos, uno de esos días he oído en la radio a una señora contar que, al empezar a trabajar de maestra, podía permitirse unas buenas vacaciones y que con su primer sueldo se compró un abrigo de pieles. Suena bastante a exageración… Pero no se puede negar que durante la URSS la vida estuviera mejor organizada y la gente se sintiera más protegida en el aspecto social. Recuerdo discusiones sobre si había que pagar el sueldo a quienes abusaban del alcohol o intentaban evadir el trabajo bajo cualquier pretexto. Durante todos estos 20 años de independencia nos estamos arrastrando a través de los sinsabores de la economía de mercado. Por otra parte, todo el mundo ha pasado por eso, parece inevitable…

- Las Repúblicas del Asia Central no lucharon por proclamar su independencia, después de la desintegración de la Unión Soviética no les quedó ninguna opción aparte de iniciar su propia vida. ¿Si los dirigentes de la URSS se hubieran portado de otra manera, se podría haber mantenido un Estado único con las Repúblicas del Asia Central?

- Simplemente se nos echó de aquel gran país y se nos abandonó a nuestra suerte. Creo que sí que era posible mantener el país unido. Pero nuestro líder Askar Akáev cogió la onda que le venía bien al Occidente, la de una destrucción completa de cuanto existía. No le dio pena en absoluto y eso que no había creado nada, a diferencia de los líderes de Uzbekistán o Kazajstán. Todos veíamos como el Nursultán Nazarbayev luchó hasta el final contra el desmoronamiento del país. Nos identificábamos con la postura de este hombre, primero presidente del Gobierno y luego Primer Secretario del Partido Comunista de Kazajstán. Tenía muy claro el papel de su país y los recursos que poseía, y, sin embargo, no se imaginaba un futuro sin la Unión Soviética y sin Rusia. Y nosotros, imagínese…

- ¿No se imaginaba un futuro sin la Unión Soviética o sin Rusia?

- Sin la Unión Soviética, es que a Rusia no la veíamos como un sujeto independiente. Todas las Repúblicas, incluso las más pequeñas, tenían su voz y se parecían mucho a un sujeto independiente. Sin embargo, Rusi, no lo era, era un gran territorio que unía al resto de Repúblicas alrededor de sí.
Mirando atrás, me acuerdo de como los que vivíamos en las ciudades, solíamos medir nuestras vidas con el modelo de la capital: se quería vestir igual que en Moscú, pensar igual que allí. Desde niños veíamos películas soviéticas, adorábamos a los actores y coleccionábamos sus fotos. No teníamos vida propia, no teníamos otros libros ni otras películas, nos empapábamos de la cultura rusa y la Historia rusa era nuestra Historia y sus héroes, nuestros héroes.

-    ¿Y la literatura nacional?

-    Por supuesto, leíamos a Chinguiz Aytmatov y en las escuelas kirguises, sobretodo, en los pueblos, había curso de literatura nacional. Se hacían películas muy buenas, pero enseguida se doblaban al ruso para el público soviético, porque había que recuperar el dinero invertido en la producción. Nuestra lengua estaba postergada, es un grave problema que no hemos podido superar todavía. En los 20 años de independencia la lengua kirguís no ha asumido posición dominante en la sociedad ni en la esfera económica. En la vida política predomina, eso es evidente. Muchos rusos y alemanes que residían en Kirguizistán se han marchado, pero el ruso sigue siendo la lengua de los estudios superiores, de los círculos elitistas y de la administración.

En nuestro país hay 47 centros de estudios superiores y en la mayoría las clases no se imparten en kirguís. Cuando la URSS se desintegró, en la capital había algo más de 60 colegios y sólo en uno se enseñaba en kirguís. Ahora, al cabo de 20 años, habrá una decena de este tipo de colegios. Ocurre que a Bishkek vino a vivir la gente rusoparlante de todas las zonas del país. Alrededor de la capital surgieron numerosos barrios, se vino también mucha gente de pueblo. Los padres prefieren para sus hijos enseñanza en ruso y, si se lo pueden permitir, en inglés.

Sin embargo, la gente de pueblo hablaba kirguís y lo sigue haciendo hoy, se enseña también en kirguís. Este problema es muy delicado, porque podría llevar a la estratificación social de la sociedad. Y es además primordial para la consolidación social como un paso hacia la estabilización política del país.

- ¿Se podría decir que en estos 20 años se formó la nación kirguís?

- No, por supuesto que no.

- ¿Y le parece que tiene sentido esforzarse en formarla precisamente ahora que se han agudizado tanto las tendencias nacionalistas no sólo entre los kirguises, sino también entre los representantes de las minorías étnicas? ¿No cree que la construcción de una nación única solamente camuflará las discrepancias interétnicas, igual que la creación de una “única identidad del pueblo soviético” finalmente desembocó en conflictos interétnicos y en el desmoronamiento de la URSS?

- Es una pregunta difícil de contestar: en el espacio postsoviético estamos presenciando los intentos de construir una nación política única precisamente en base a las etnias autóctonas en casos de Ucrania y Kazajstán. Es decir, no importa que uno sea ruso, alemán o kazajo, lo importante es ser ciudadano de Kazajstán. Esta política provoca una reacción muy brusca por parte de los nacionalistas. Al mismo tiempo, se están viniendo abajo los modelos de sociedades multiculturales que se iban construyendo a lo largo de años en los países occidentales. Después de los violentos enfrentamientos interétnicos de junio de 2010 se me suele preguntar bastante sobre las relaciones interétnicas en Kazajstán. Mi respuesta es siempre la misma: necesitamos calmarnos y olvidarnos del conflicto para poder asimilar todos los procesos interétnicos que están en marcha en nuestro país, con una economía en transición y una bulliciosa vida política. Hemos de encontrar una forma de convivencia, un sistema de coordinadas que permita a todos sentirse cómodos y encontrar su sitio en la sociedad. Con el paso del tiempo nos damos cuenta de que gente de otras nacionalidades podría hace tiempo haberse marchado en busca de una vida mejor organizada. No obstante, hay algo intangible, la sensación de tu tierra, las tumbas de tus antepasados, el amor a tu hogar, las memorias del pasado que atan a la gente a un sitio determinado. Por otra parte, centenares de miles de kirguises que emigran, pueden ver cómo se está construyendo la sociedad en otras partes, que saquen sus conclusiones.
Hace muy poco fue elaborado y aprobado el Programa Nacional de desarrollo étnico y consolidación política de la sociedad, antes no teníamos nada que se pareciera a esta “hoja de ruta”. Nosotros, los kirguises, necesitamos solucionar nuestros problemas internos, para lo que hace falta tiempo. Durante la Unión Soviética estábamos integrados en la red de relaciones sociales y políticas creada por Moscú: el centro indicaba si tenía que asumir la dirección alguien del norte o del sur del país, contenía a los descontentos y limaba las diferencias, para que no nos saliéramos de los límites marcados como “armonía” y “concordia”. Y en la actualidad estamos a solas con nosotros mismos, en una nueva piel y no nos sentimos nada cómodos. Intentamos aportar lo que podamos a la construcción de una casa común e ir tirando, pero todavía no tenemos voluntad única y no logramos avanzar de manera sincronizada. Se intenta desde fuera y desde dentro que Kirguizistán se separe en Norte y Sur, se está repartiendo sin parar el recurso del poder, ya que no estamos sobrados de otros recursos. Sin embargo, tenemos la misma lengua, la misma cultura y la misma religión, lo que nos separa es la geografía. Las zonas del sur estaban bajo el poder del Kanato de Kokand y las del norte se vieron bajo mayor influencia de Rusia. Pero no hay más diferencias: si lográramos arreglar nuestros problemas y hiciéramos desaparecer las razones de lucha de las regiones, viviríamos infinitamente mejor.

- Actualmente en Kirguizistán se vuelve una y otra vez al poema épico “Manás”, porque se ve en esta obra la base del renacimiento espiritual del pueblo kirguís. ¿Y si el posible cambio del nombre de la capital Bishkek por Manás tiene un efecto contrario? ¿Dónde pasa la frontera entre el renacimiento nacional y el nacionalismo?

- Lo que ocurre es que la gente se deja llevar por el tema de Manás; en la época soviética se llamaba así un sinfín de cosas: aeropuerto, cerillas y lo que a uno se le ocurriera. En aquellos tiempos unos se burlaban y otros se indignaban y creían que era suficiente. Y el cambio del nombre de la capital… Nos hemos dejado dominar por el empeño de cambiar los nombres, es como un virus que ha afectado a algunos. En su momento la capital que llevaba el nombre de Frunze fue llamada Bishkek y se estaba hablando de ingratitud y del olvido de las raíces.

-  ¿Es de verdad “Manás” una obra épica capaz de transformarse en la idea nacional?

- Sí, es como si fuera parte de la identidad de la gente. “Manás” desde siempre era símbolo de la unión y es perfectamente idóneo para hacer de idea nacional. Con este nombre está relacionada nuestra leyenda sobre paz y concordia entre familias, sobre época dorada cuando los mejores hombres de nuestro país dejarán de pelear entre sí y se unirán para combatir los peligros comunes. ¿Acaso no podría aplicarse a la actualidad?
La obra le es cercana a la gente en todas las partes del país, es la esencia misma de nuestro espíritu que con la fuerza de su voluntad pudo traspasar los siglos, gracias a su infinita bondad, su valentía, su disposición al sacrificio, su nobleza, su amor al pueblo y a la Patria. Los retos que tuvimos que afrontar en el pasado y que tenemos que afrontar hoy nos hacen evocar el espíritu de Manás y nunca dejará de ser el centro de nuestra Historia y nuestro destino, el núcleo de nuestra vida cultural y de nuestro Estado.

- Pero al mismo tiempo hace que representantes de las minorías étnicas se sientan unos intrusos…

- No estoy de acuerdo en absoluto, uno de los aliados más cercanos del protagonista del poema, Manás, era chino, su fiel escudero, calmuco y la mujer del héroe, tayica. El ambiente en que vivía, sus relaciones con los vecinos, sus campañas bélicas, todo da fe del mundo multinacional de aquellos días. La mitología griega, las tragedias de Shakespeare, las obras de Tolstói, Pushkin y Chéjov, todo eso lo llevamos dentro, son el alfa y omega de la civilización. ¿Por qué no percibirán las personas que se identifican con su tierra el heroísmo y el afán de integración de Manás? Esta preciosa obra espera de nosotros una nueva lectura, un nuevo entendimiento de su significado, la elaboración de nuevas estrategias. Cada generación ha de aportar parte de su alma y su mente a una obra colectiva, tal como “Manás”.

- Qué le parece, ¿por qué Kirguizistán está constantemente en “zona de turbulencias”? ¿Demasiada democracia? O, a lo mejor ¿demasiado poca democracia?

- Hay muchas razones, así, de entrada, diría que tiene que ver con nuestro carácter, con nuestra Historia, con nuestras tradiciones, si quiere. Somos una nación con el espíritu nómada, somos abiertos, dinámicos, ágiles… No nos aferramos a cuanto tenemos y nos precipitamos hacia adelante… Aunque, por supuesto, también tenemos cosas que repartir… Creo que llevamos la democracia en la sangre, en nuestro modo de vida… Está presente en nuestra manera de ver el mundo: con justicia y tomando en consideración las opiniones más diversas…

- Hay también otra particularidad de la democracia kirguís: quien saca mayor número de parientes a una plaza, gana.

- Es un fenómeno transitorio: cuando el poder es débil, las Leyes no funcionan, la corrupción campea por su respeto, el Estado deja de prestar atención a un ciudadano corriente y él, para ser oído, empieza a armar ruido, se vuelve insolente, va a mítines, exige a voz en grito y a veces infringe la Ley… La libertad de palabra y de reunión permiten a los descontentos ser oídos y también permiten castigar rápidamente a los culpables.

- ¿Quiere decir que mítines con participación de familiares es una manera de tomar parte en la vida del Estado y de ejercer presión en las autoridades? ¿Una especie de “poder del pueblo” estilo kirguís?

- Sí, tiene razón. Nuestro Estado se va formando durante siglos, pero los organismos públicos no han de tener la posibilidad de tomarse una pausa, de desarrollarse de un modo paulatino, de reaccionar a las quejas a su ritmo, porque el pueblo es implacable a la hora de exigirles responsabilidades. Instituimos Consejos de control en todos los ministerios, incluido el Ministerio del Interior y el Consejo estatal de seguridad nacional. Sin embargo, los organismos públicos incluso en estas condiciones se las ingenian para evadir sus obligaciones, robar y mostrarse ajenos a las necesidades de la gente. Lo que estamos persiguiendo es implantar respeto a la Ley y un incondicional sentimiento de orden. Hace falta ir formando hábitos, introduciendo normas, educando el entendimiento de lo que es orden en casa de uno, en su barrio, manzana, ciudad, país. El orden se construye por todos los miembros de todas las sociedades, desde la tribal hasta la ultra liberal. Y tiene que prevalecer el respeto a la Ley: la gente se calmará, en cuanto empiecen a funcionar las Leyes.

- Desde finales del año pasado en Kirguizistán se está llevando a cabo un experimento político único en el espacio asiático postsoviético: se efectúa la transición de un régimen autoritario al parlamentario. Muchos representantes de la élite política tanto dentro del país como en el extranjero están seguros de que el país no está preparado para el parlamentarismo y que el experimento en cuestión acabará en un fracaso. Al mismo tiempo vemos que cada una de las ramas del poder público en Kirguizistán está aplicando una política propia. ¿Usted, que es una importante figura y una de los principales creadores de este sistema del poder, ve perspectivas para él en su país? Porque muchos pretendientes a la presidencia kirguís manifiestan de forma abierta que intentarán volver al régimen presidencial.

- No es fácil contestar a esta pregunta. Está hablando de cosas puramente hipotéticas: alguien vendrá y algo cambiará. Por supuesto, hay diferentes fuerzas a las que les gustaría volver al pasado, sin embargo, no lo decidimos por decidir y nos orientamos en verano del año pasado al parlamentarismo. Dos presidentes de Kirguizistán se vieron obligados a abandonar el país y ¿por qué no podían vivir y trabajar aquí en paz? La gente, incluso los que hoy defiende un fuerte poder presidencial, entonces exigía que el poder aflojara considerablemente su presión. La experiencia de vida durante los mandatos de los anteriores presidentes evidenciaba que no se podía seguir con un líder que sometía a todos a su voluntad o a la voluntad de su familia o clan.

Y ahora se está diciendo que las potestades del presidente están limitadas… ¿Pero, no quería el pueblo que así fuera? No se trata de cambiar el corte de un traje ni el proyecto de una casa particular, cambiamos el sistema de gobierno en el país.

¿Y por qué dice que cada rama del poder está aplicando una política propia? Nada de eso, están ensayando, desempeñando sus papeles en el marco de la nueva Constitución. Necesitamos tiempo y se nos está sometiendo a críticas bruscas y sistemáticas en los medios de comunicación, se nos dice en la cara que fracasaremos.

El pueblo ha tenido que sufrir para poder seguir el camino que él mismo ha escogido. Entonces, ¿por qué autores extranjeros están ofreciendo su interpretación de nuestros errores con tanta seguridad y tanto conocimiento de la materia? Y se callan algunos aspectos de vida bastante desagradables propios de la región. Kirguizistán goza de libertad de palabra y de prensa, tiene una fuerte sociedad civil, partidos políticos que van fortaleciendo su posición y un régimen de gobierno abierto y democrático, somos un país transparente y eso les permite a diferentes expertos escribir lo que les venga en gana, ofrecer opiniones parciales.

Lo curioso es que en Kazajstán también haya fuerzas políticas que se están planteando la posibilidad de pasar al régimen parlamentario que les permita alcanzar un equilibrio de fuerzas, recursos y regiones. Y cuando se dice que a Rusia, por ejemplo, no le conviene el parlamentarismo, porque es un país jerárquico y monárquico, no es más que autoconvencimiento. La Europa parlamentaria lleva años viviendo en paz y prosperidad y su vida es mucho más estable que la de los países autoritarios. El sistema funciona también impecablemente en nuestro vecino, la India, y eso que tiene centenares de etnias, lenguas, castas y religiones.

Creo en la fórmula de “tras elegir este camino hay que pasar dos o tres veces por unas elecciones parlamentarias normales y todo se andará”. Nadie vivirá por nosotros, es nuestra tarea buscar y probar las variantes óptimas. Hemos de ser lo suficientemente inteligentes, persistentes y pacientes para seguir el camino elegido.

- Se la está llamando a Usted “pato cojo”, porque se conoce de antemano que no presentará su candidatura en las próximas elecciones. Esta situación no tiene precedentes en el espacio postsoviético. Y Usted considera su estatus un avance personal, porque se propone marcar una nueva tradición, la del abandono pacífico del poder. ¿Qué otros avances le gustaría ver al cabo de su mandato?

- En cierta ocasión se me dijo “En una de las ciudades cercanas de un país vecino hay una casita… Le pido a Dios que nunca tenga que pasar por allí”. Es la casa por la que tuvieron que pasar, después de abandonar el país, los anteriores presidente, Askar Akaev y Kurmanbek Bakiev.

Si el traspaso del poder se realiza de una manera pacífica, será un gran avance: en eso coincido tanto con mis partidarios como con mis más fervientes adversarios. Me tocó asumir la presidencia después de la Revolución de abril, hice cuanto pude y quiero marcharme con el sentimiento del deber cumplido. Cumpliré mi palabra. Se me sigue preguntando ¿y está fijado en alguna parte que no se presentará a las elecciones presidenciales? No, no está fijado en ninguna parte, pero tienen mi palabra.

- Mucha gente, incluidos los representantes de los círculos políticos rusos no se acaban de creer que renuncie a la presidencia y no presente su candidatura en las próximas elecciones presidenciales.

- No hay lugar a dudas, la campaña electoral está en su apogeo, el proceso de registro de las solicitudes de los candidatos ya acabó. Mi nombre no está. Creo que es muy importante transferir el poder de una manera voluntaria y pacífica, con dignidad. La gente debe verlo, tener esta experiencia, asimilarla y exigir lo mismo a quien venga después de mí.

Tengo otro objetivo, no menos importante que el primero: llevar hasta el final la reforma del sistema judicial, formar un respetable cuerpo de jueces. Si antes los nombramientos para los altos puestos del sistema se hacían exclusivamente según el criterio del presidente, esta vez hemos creado el Consejo de selección de jueces que se encargó de seleccionar a los solicitantes más dignos. La primera experiencia no resultó demasiado buena: hemos recibido una lista de “nombres necesarios” y estuvimos a punto de recibir un “Tribunal de partidos” dominado por representantes de los grupos parlamentarios interesados. Resultó también que las candidaturas nombradas personalmente por el presidente, aunque fuera un dictador, eran de una calidad más alta que las seleccionadas por el Consejo. Lo mismo se podría decir de los parlamentos postsoviéticos, donde el papel primordial le pertenece al dinero, los vínculos familiares o la procedencia de uno… La democracia es una especie de juego de naipes, un solitario…

- Como decía Churchill, el mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de 5 minutos con un votante medio. Asia Central se está convirtiendo en uno de los principales núcleos de la política internacional: está Afganistán, el crecimiento de China y sus consecuencias difícilmente predecibles, las tensiones entre la India y Pakistán y una estrategia de Rusia no demasiado definida. Y con falta de estabilidad interna y intensificación del extremismo como telón de fondo. ¿Qué posibilidad de sobrevivir tienen los pequeños Estados que arrastran además la carga de numerosos problemas?

Tiene toda la razón, mi país se encuentra en la zona de alto riesgo, definitivamente estamos cerca de los puntos más calientes del mundo. Me refiero a Afganistán. Importantes retos proceden de China occidental. El conflicto indo-pakistaní no nos afecta demasiado, las relaciones entre Pakistán y Afganistán, sí… En estos momentos es evidente que China en un futuro podrá ejercer una seria influencia en el mantenimiento de la seguridad en la región. Este país está interesado en mantener la estabilidad en la zona, en preservar su integridad y en promover la paz en los países vecinos.

- En la actualidad Kirguizistán es visto como un juguete en manos de dos potentes actores, Rusia y Estados Unidos. ¿Qué le parece, podría China estabilizar de alguna manera esta rivalidad, convirtiéndose en el tercer actor?

En este sentido existen demasiadas conjeturas y esquemas de análisis inventados que permiten a los supuestos analistas mantenerse a flote y poner etiquetas a lo que se les cruce por el camino. ¿Acaso quiénes lo dicen representan a todos los políticos rusos? Por supuesto que no, pero les encanta exagerar. Se ha llegado a decir incluso que los chinos están en contra de que  cerca de Bishkek esté situada la base aérea estadounidense “Manás”, en contra de la integración de los países vecinos en la Unión Aduanera. Y para nada están nerviosos respecto a “Manás”; en la actualidad tantas cargas se transportan a Afganistán por el Camino del Norte a través de Rusia, Kazajstán y Uzbekistán, que el centro de tránsito “Manás” difícilmente se le podría comparar. Se tiende deliberadamente a exagerar y hay quienes saben aprovecharlo. Voy a citar otro dato: el segmento de los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) en el volumen del comercio de China es de tan sólo 3.2% y de los países de la Unión Aduanera es todavía más bajo, un 2.5%. Es evidente que nuestro movimiento hacia la Unión Aduanera no afectará de manera considerable los intereses de China.

- La última pregunta, ¿cree en alguna forma de reintegración en el espacio postsoviético?

Me gustaría que mi país ampliara y profundizara sus vínculos espirituales con Rusia, entre otros aspectos, en la esfera de la educación. Es posible que económicamente estemos orientados a China, pero espiritualmente lo estaremos a Rusia, de eso no cabe duda. Hemos visto el mundo y la manera de vivir de otros países y nuestra relación con Rusia es una constante. Para nosotros Rusia es Europa.

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