Europa y Turquía obligan a Rusia a revisar el precio del gas

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El mercado del gas está revuelto: al parecer, los principales importadores están intentando obligar a Gazprom, el monopolio del sector en Rusia, a rebajar sus tarifas.

El mercado del gas está revuelto: al parecer, los principales importadores están intentando obligar a Gazprom, el monopolio del sector en Rusia, a rebajar sus tarifas.

Según analistas, las inspecciones inesperadas en las filiales europeas de esta empresa y el ultimátum de Turquía que ha amenazado con no prorrogar su contrato para el suministro de gas ruso si no consigue un recorte de precios, son eslabones de una misma cadena.

En Europa ya están cansados de los contratos a largo plazo a los que obliga el gigante del gas ruso. El momento elegido para manifestar este descontento no es casual, ya que la economía de la Unión Europea está al borde de la catástrofe, y los altos precios de los hidrocarburos juegan un papel desestabilizador. Por otra parte, el exceso de la oferta del gas en el mercado juega a favor de los compradores para negociar a la baja.  

La revuelta de los importadores

Los europeos y los turcos piensan que están pagando un precio demasiado alto por el gas ruso. La razón principal es el sistema de contratos a largo plazo y el precio del gas está vinculado al del petróleo y sus derivados.

“El precio del gas sigue al paquete de derivados del petróleo con un lapso de seis meses, - aclara el subdirector general del Instituto de Estrategia Energética, Alexei Gromov.-  De forma que los precios alcanzan su máximo a finales de año, cuando los productos petrolíferos ya lo han hecho en mayo o junio”. Los consumidores europeos conocen esta tendencia y les asusta la perspectiva que les espera.

No olvidemos que la formación de los precios del crudo, a diferencia de los de otras materias primas, tiene un gran componente especulativo. “El valor de todas las materias primas ha caído en un 20 ó 30%, mientras que el del petróleo lo ha hecho muy poco - comentaba a RIA Novosti el analista del grupo financiero Kapital Vitali Kriukov. – Un barril de Brent continúa en un nivel de 100 ó 110 dólares. Todo esto se traduce en una subida de los precios del gas”.  

Dichos juegos especulativos han venido siendo aceptados a regañadientes por los clientes europeos y turcos, pero la situación parece estar llegando a su final. Desde luego que el precio depende directamente de la efectividad del trabajo de muchas empresas. “Si la situación económica fuera estable, no estaríamos debatiendo tan acaloradamente el tema de subida de los precios del gas”, asevera Alexei Gromov.

Un gas barato es fundamental para una economía turca que está amenazada, según Vitali Kriukov, por una alta inflación.

Buscando un suministrador de gas

Los importadores pueden haber decidido a rebelarse ante esta situación porque en el mercado abunda la oferta. Además del tímido crecimiento de la economía y la implantación de las energías alternativas.

Como culminación a todo esto, la extracción de gas de esquisto ha permitido a EEUU descartar las importaciones de gas natural. “Todo el gas licuado procedente de Oriente Próximo que se exportaba a EEUU podría acabar en el mercado europeo”, aclara Alexei Gromov.

Al presionar al monopolio ruso, la Unión Europea y Turquía dan a entender que tienen alternativas al gas ruso. Tras la crisis, Europa ha logrado aumentar las importaciones de gas noruego, más económico que el ruso.

La cuestión es que Noruega vende su gas a precios de spot, es decir en base a contratos a corto plazo. En la época anterior a la crisis los precios de spot y los de los contratos a largo plazo estaban más o menos al mismo nivel. Sin embargo, ahora los contratos a corto plazo, determinados por la demanda de los consumidores, se cotizan más baratos que los contratos a largo plazo ceñidos al precio del petróleo.

Ankara, no obstante, carece de muchas alternativas al gas ruso. “En un principio, podría optar por acudir a Azerbaiyán”, apunta Alexei Gromov.
Los analistas del sector indican que tales planes existen, pero como subraya Vitali Kriukov, “son sólo planes”. El experto está convencido que tanto Turquía como otros países europeos no pueden renunciar al gas ruso.

Lo que sí puede este país es disminuir sus importaciones, ya que parte de ellas fue adquirida para ser revendida. En este sentido, el jefe de Gazprom, Alexei Miller, ya ha anunciado que la compañía tiene intención de firmar con Turquía un nuevo contrato con cláusulas que impidan la reventa. El eventual exceso de gas repercutirá en una disminución de su consumo.

Además, Turquía cuenta con un gas en la manga: la mayor parte del tramo marino del gasoducto South Stream pasa por su Zona Económica. Aquí la clave puede estar, en opinión de Vitali Kriukov, en que los turcos todavía no han dado su visto bueno al proyecto, “y están tentados de utilizar esta palanca para negociar”. 

Sobre todo, teniendo en cuenta que, como declaró el viceprimer ministro de Rusia Igor Sechin en febrero del año pasado, la posibilidad de una rebaja en los precios del gas ya se contempla.

Desligándose del petróleo

Pero ceder ante Turquía sería sentar un precedente indeseable para Rusia. Así las cosas, también otros clientes podrían exigir una revisión a la baja en los precios de sus contratos, y Gazprom no está por la labor, aunque la compañía sí está abierta para actualizar los volúmenes de compra. 

En otro orden de cosas, los analistas piensan que el sistema de precios con el referente del petróleo ya está anticuado. “El precio del gas ligado al del petróleo era lógico hace 30 ó 40 años, pero el mundo ha cambiado mucho y el crudo ya no es un competidor directo del gas. Son mercados totalmente independientes”, cree Kriukov. 

Es evidente que la revisión del sistema de precios no es un tema de fácil resolución. Sin embargo, la actual situación, en opinión de Gromov, “es una clara señal de que Rusia ya no podrá mantener su postura conservadora y continuar con los contratos a largo plazos. Tendrá que cambiar”.

Según expertos, el mercado del gas en el futuro se regirá por una bolsa que determinará los precios. Y el descontento expresado por Turquía y los países de la UE no es otra cosa que un intento de acelerar el proceso de creación de este nuevo mercado en ciernes.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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