India y Afganistán firman pacto de amistad contra Pakistán

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Armando Pérez - Sputnik Mundo
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El pasado 4 de octubre, el primer ministro de India Manmohan Singh y el presidente de Afganistán Hamid Karzai firmaron en Nueva Delhi un tratado de asociación estratégica dirigido contra Pakistán, y en capacidad de modificar el equilibrio de fuerzas en el sur de Asia.

El pasado 4 de octubre, el primer ministro de India Manmohan Singh y el presidente de Afganistán Hamid Karzai firmaron en Nueva Delhi un tratado de asociación estratégica dirigido contra Pakistán, y en capacidad de modificar el equilibrio de fuerzas en el sur de Asia.

Vale la pena resaltar que hasta esa fecha, el gobierno de Kabul no había suscrito ningún tratado de asociación estratégica con ningún país del mundo, incluso con Estados Unidos, principal gestor de la invasión y la guerra en Afganistán que transcurridos diez años todavía continúa.

La noticia sobre el tratado entre India y Afganistán pasó casi desapercibida por prensa, pero en Rusia, los expertos consideran que esa alianza es clave porque determinará cambios geopolíticos notables en una zona del planeta muy sensible.

A primera vista, es difícil comprender la lógica que motivó a las partes firmar un tratado que implica, antes que todo, compromisos serios y responsabilidades de calado, sobre todo cuando los países implicados tienen tan poco en común.

India, potencia nuclear, con una población de miles de millones de habitantes y una de las economías en desarrollo más fuertes, de repente acepta convertirse en socio estratégico de Afganistán, un país extremadamente atrasado y pobre, cuya economía depende de la exportación de heroína, ocupado por tropas extranjeras y víctima de una sangrienta guerra civil.

A rasgos generales, India y Afganistán no comparten ningún parentesco idiomático, cultural o histórico, tampoco tienen fronteras comunes que les permita comerciar y el territorio afgano no tiene salida al mar.

Teniendo en cuenta esas circunstancias, la alianza indio-afgana parece extraña, sin lógica y desigual, y lo que más inquieta a los expertos, son las razones que impulsaron a las partes a dar semejante paso.

Lo único que tiene en común los nuevos socios es Pakistán su vecino común, que precisamente se encuentra como una cuña, entre los territorios de India y Afganistán.

Un vecino molesto porque causa muchos problemas y desde ese punto de vista, se puede suponer que, aunque sin ventajas aparentes para las partes, la alianza indio-afgana, se pactó únicamente para ser dirigida contra Pakistán.

Sobre la historia de las pésimas relaciones entre India y Pakistán y sus guerras se han escrito toneladas de artículos y han pasado muchos años, en cambio, el empeoramiento de las relaciones entre Islamabad y Kabul es un fenómeno reciente.

Kabul considera que el gobierno de Pakistán es un vecino hostil porque apoya a la guerrilla Talibán, fuerza política y subversiva que desde hace años encabeza una guerra para derrocar al gobierno afgano.

El gobierno de Pakistán rechaza esas acusaciones al afirmar que también es víctima del terrorismo, pero la comunidad internacional recela mucho de la presunta inocencia pakistaní.

Incluso Washington considerado uno de los aliados principales aliados de Islamabad, oficialmente considera que el servicio secreto de Pakistán (ISI) no sólo ayuda, sino que también controla ciertas agrupaciones de la guerrilla talibán.

Recientemente, el exjefe del Estado Mayor de Estados Unidos almirante Mike Mullen acusó al ISI de controlar la guerrilla Talibán que perpetró el atentado terrorista  a la Embajada de EEUU en Kabul.

Según expertos rusos, el movimiento Talibán desde su formación tuvo vínculos muy estrechos con las autoridades pakistaníes y esas relaciones e influencia no pudieron desaparecer de la noche a la mañana.

Más que todo, porque para Islamabad esa guerrilla con su infraestructura e influencia en la población puede ser un instrumento útil en la realización de planes de política regional.

El apoyo de Islamabad ha permitido a la guerrilla Talibán sostener la guerra en Afganistán durante los últimos diez años y en cierta medida, demostrar que están en condiciones de contrarrestar las tropas gubernamentales afganas e incluso el contingente extranjero de la OTAN.

Además, después del anuncio sobre el retiro de las tropas extranjeras del territorio afgano en 2014,  la guerrilla Talibán puede recuperar el poder de Afganistán perdido en 2001, y en este caso, Pakistán obtendría un gobierno leal, dócil y obediente en Kabul.

Es evidente que el presidente Karzai no quiere desprenderse del poder y por todos los medios quiere establecer en Afganistán una autocracia como otras de las tantas que existen en la zona asiática.

Es decir un gobierno en la que las élites nacionales viven con holgura a costa del despilfarro de los recursos naturales destinando lo que sobra a la población marginada y controlada a fuerza de fusiles en aparente estabilidad.

Tras comprender lo descabellada que resultó su intento de imponer la democracia en una sociedad feudal como la afgana, EEUU también quiere lo mismo aunque con la condición categórica de que en ese territorio tribal no aparezca de nuevo un gobierno fundamentalista.

Porque el retorno al poder del régimen Talibán y el restablecimiento del emirato islámico de Afganistán es una opción fatal para Washington ya que supone la derrota absoluta tras diez años de guerra.

A juicio de expertos rusos, esto explica la súbita aparición de India enviada a la escena por indicación de Washington, que al fin de cuentas, hizo un buen negocio geopolítico con Nueva Delhi.

A grandes rasgos, la situación que se perfila indica que a partir de 2004, las tropas indias harán el trabajo que hasta esa fecha harán los estadounidenses y la USAF, a pesar de que oficialmente ni Nueva Delhi, y mucho menos Kabul han hecho declaraciones oficiales al respecto.

Por lo visto, los gobiernos indio y afgano han actuado con mucha discreción, pero por definición, los tratados de asociación estratégica entre países incluyen asuntos de seguridad regional y global y aquí no hay lugar a excepciones.

Expertos militares rusos citados por la prensa opinan que en una primera fase instructores indios se dedicarán del entrenamiento y asesoría de oficiales, como punto de partida a programas más amplios y el suministro de material de combate.

Y como demuestra la práctica, este tipo de cooperación permite que los contingentes de asesores se conviertan rápidamente en contingentes de tropa regular tras el cumplimiento de formalidades burocráticas.

El gran interrogante que se plantea es la razón que motiva a India a meterse un país tan inestable como Afganistán arriesgando repetir el error que cometieron inicialmente los británicos, después la Unión Soviética y actualmente EEUU.

Según observadores rusos, la razón existe y es que Afganistán con la autorización de EEUU debe convertirse en colonia tácita de India.

En primer lugar Washington ordenó a Karzai de que India debe convertirse en el comprador exclusivo de los recursos naturales afganos como constatan los acuerdos correspondientes firmados simultáneamente a tratado de  asociación estratégica.

Las empresas indias recibirán garantías a sus inversiones y absoluta libertad de acción en Afganistán para proyectos energéticos en Asia Central con países como Kazajstán y Turkmenistán que quieren disminuir su dependencia de otro vecino importante como Rusia.

Pero lo más importante para India es que Pakistán su eterno rival desde el punto de vista militar quedará encerrado por los dos flancos, por oriente con India y por el occidente por Afganistán.

Para Nueva Delhi esta variante vale la pena porque la nueva configuración en la región obligará a Islamabad ser más flexible a la hora de negociar el destino de Cachemira, provincia bajo el control de India que Pakistán considera territorio suyo.

Con un Pakistán acorralando por ambos costados, India puede negociar Cachemira desde una postura de fuerza y en general para Nueva Delhi la colonización de Afganistán les abre buenas perspectivas en el mercado energético y competir con otros gigantes como China y Rusia.

En cambio, para Islamabad la situación es sombría. Un Afganistán aliado a India es un nuevo adversario, el asunto de Cachemira es mejor no tocarlo en momentos cuando la reputación del país está comprometida por las  acusaciones de cooperar con el terrorismo.

En estas condiciones el gobierno pakistaní tiene poco espacio de maniobra. Renunciar a la pérdida de su influencia en Afganistán y dejar para más tarde el contencioso de Cachemira e intentar mejorar las relaciones con sus vecinos, una variante difícil, porque la mayor parte de la opinión publica pakistaní interna está categóricamente en contra.

La otra variante es responder a la alianza indio-afgana  fortaleciendo la ayuda a la guerrilla Talibán para que en 2014 sea una fuerza influyente en Afganistán.

Esto causará muchos problemas con EEUU y afectará su reputación en el mundo, pero Pakistán podrá recuperar su control sobre Afganistán y la actual élite podrá continuar en el poder.

Según los expertos rusos, la derrota o revancha de Pakistán en mayor medida depende de China que apoyando a Islamabad puede cambiar a favor de Pekín y en detrimento de EEUU y sus aliados (India) el equilibrio de fuerzas en el sur de Asia.

 

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENRE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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