Moscú pagará con gas y Pekín participará en la modernización de la economía de Rusia

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El pasado miércoles, el presidente del Gobierno ruso, Vladimir Putin, finalizó su visita a China, de dos días de duración.

El pasado miércoles, el presidente del Gobierno ruso, Vladimir Putin, finalizó su visita a China, de dos días de duración.

Entre los resultados de las negociaciones mantenidas figuran el suministro a China de hidrocarburos rusos y la posible cooperación en la esfera de la modernización tecnológica. La lista de campos en los cuales se realizarán proyectos de cooperación es bien extensa: construcción de aviones, nano y biotecnologías, tecnologías informáticas y medicina. Todo parece indicar que se está avanzando no sólo en la cooperación económica, sino también en la política.

La fórmula para la formación de precios

En vísperas del inicio de la visita de Vladimir Putin a Pekín no se vislumbraba resultado aparente de las negociaciones para el suministro a largo plazo de gas ruso a China. De modo que las palabras del primer ministro ruso sobre la “aproximación de las partes al final” de las negociaciones fueron una grata sorpresa, de la misma manera que lo fue el acuerdo sobre el petróleo que ya está recibiendo China. Ocurre que Pekín tomó unilateralmente la decisión de “corregir el precio” pagando menos de lo acordado, hecho que obligó a Transneft a plantearse la posibilidad de romper todos los acuerdos y presentar una demanda ante la Corte Internacional de Arbitraje de Londres.

Los debates ruso-chinos en torno al precio del gas que Rusia se propone suministrar a China en las próximas tres décadas, no se reducen en absoluto a ser capaces de encontrar un cierto “término medio”, como pasó con el río Amur que hace de frontera entre los dos países.  En aquel caso, los dos países se encontraban ante una situación única a nivel internacional ya que a la URSS primero y luego a Rusia pertenecía una de las orillas y todo el espacio acuático del río Amur. Las negociaciones en las que hace 6 años se acabaron arreglando todas las disputas territoriales entre los dos Estados tuvieron un final feliz porque era fácil llegar a un acuerdo de demarcación territorial que pasara por la mitad del río. Sin embargo, en el asunto del gas las cosas no son tan fáciles.

Las fuentes no oficiales hablaban de una posible fluctuación de entre 250 y 350 dólares por 1.000 m3 de gas. Por muy buenos que sean los chinos en el regateo, no parecía ser demasiado difícil encontrar un punto intermedio. No obstante, se trata de los suministros de unos 68.000 millones de m3 de gas anuales (de ellos, unos 30.000 millones de m3 se suministrarían por la ruta occidental a partir de 2015) a lo largo de los próximos 30 años. A nivel mundial nunca ha habido contratos de este tipo. No es de sorprender, por lo tanto, que las negociaciones hayan durado cerca de 5 años y prosigan durante algún tiempo más.

El problema es cómo elaborar una fórmula de formación del precio para a 30 años vista. En la actualidad, China podría tener en cuenta el precio del gas que recibe de Turkmenistán, por ejemplo, y el precio del gas ruso para consumidores europeos, sin dejar de tomar en consideración las cotizaciones del gas licuado y el deseo de Europa de dejar de depender en este sentido de Rusia. Nadie sabe, qué equivalente escoger en estos momentos de crisis financiera, cuando apenas se puede pronosticar las cotizaciones del dólar o del euro para el año que viene.

Tanto Moscú como Pekín comparten la idea de la “estabilidad energética mundial” consistente en evitar la inestabilidad de los mercados en la formación de los precios de los hidrocarburos y pasar a una estrategia de suministros estables y planeados. Rusia incluso incluyó este tema en la agenda de la Cumbre de los G-8 celebrada en San Petersburgo en 2008. Se firmó una Declaración, pero posteriormente los signatarios parecieron olvidar sus propósitos. China, sin embargo, tiene otra manera de pensar y la idea, además, es muy buena. Pero ocurre que al

Las realidades de la modernización

Entre los muchos documentos económicos firmados en Pekín durante la visita del primer ministro ruso destaca el Memorándum sobre la cooperación en la esfera de la modernización que eleva -y es una buena noticia- la cooperación económica al nivel de la política global.

Para empezar, Moscú ha conseguido avanzar en su propósito de remediar la “tendencia colonial” reinante en el comercio ruso-chino. De acuerdo con la declaración de Vladimir Putin, hecha recientemente en Pekín, el volumen del intercambio comercial podría alcanzar este año los 70.000 millones de dólares. La tendencia era “colonial” porque Rusia suministraba a China materias primas, recibiendo a cambio productos de alto contenido tecnológico. Si en cualquier buscador se teclea la palabra “chino”, enseguida se ofrecerán, aparte del té, las opciones de “automóviles”, “i-Phones” y demás. Ésta es la triste realidad económica de la actualidad.

La salida estaría en la asistencia de China a la modernización de la economía rusa, con un cierto beneficio para la parte china. Pero entonces nos adentramos ya en la esfera de la política interior de Rusia.

Y resulta pertinente citar aquí la opinión de algunos expertos en la modernización de Rusia, el tema clave del mandato de Dmitri Medvédev: “Si hablamos de la política de Rusia respecto a Occidente, es decir, respecto a la Unión Europea y Estados Unidos, la esencia de las propuestas rusas es la de la “alianza para la modernización” de la economía. Es decir, primero se ha de llevar a cabo la modernización tecnológica y posteriormente la política. Y por este orden. No está nada mal como plan de acción.

Las fuerzas liberales rusas, propensas a hacerse ilusiones geopolíticas, enseguida vieron en la posible alianza tecnológica ruso-china una gran cantidad de implicaciones adicionales. Como por ejemplo, que hay que orientarse definitivamente hacia los países occidentales, dándoles la espalda a los déspotas del Oriente, por encontrarse todos los recursos de la modernización en manos de Estados Unidos y de la Unión Europea.

Sería muy extraño “orientizarse” de la manera aconsejada precisamente en el momento en el que Occidente también ha fijado su atención en los países orientales, por ser cada vez más evidente que allí está concentrado todo el potencial modernizador y los recursos principales.

Según se puede ver, las particularidades económicas de la cooperación entre Rusia y China distan de ser siempre amenas, pero no por ello dejan de ser provechosas para los procesos de modernización en Rusia.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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